Después de su enésima amenaza, ahora a cuenta del veto parental, ¿reventará Vox la ‘cápsula’ que pilota plácidamente Juan Manuel Moreno junto a su fiel lugarteniente Juan Marín? ¿Desencadenarán los ultras una devastadora tormenta del desierto para arrasar el “oasis andaluz”, según terminología del propio Moreno?

Los ultras dijeron hace dos semanas que no volverían a apoyar ninguna iniciativa del Gobierno andaluz mientras este no les garantizara la implantación del veto parental en las escuelas, pero no sería la primera vez que a Vox se le va la fuerza por la boca.

Hasta el ‘tamayazo’ de Murcia, había cierta expectación y bastante curiosidad por ver cómo gestionaría Vox ese último órdago: si todo se quedaba en una bravuconería más o si esta vez la amenaza iba en serio.

Es mucho más probable lo primero que lo segundo, bien porque Moreno cumpla la palabra dada a Vox y dé potestad a los padres para vetar la asistencia de sus hijos a actividades complementarias de la escuela, bien porque Vox opte por no enturbiar las aguas del oasis confiado en que el sector anti pin de Cs tiene las horas contadas.

En el peor de los casos, el partido de Abascal puede subir su apuesta forzando al PP a aceptarla, pero lo que no hará nunca es poner patas arriba la mesa de juego. Una cosa es apretar y otra muy distinta ahogar, una cosa ladrar y otra morder.

Un navío a la deriva

Mientras, la política española es un tiovivo donde las bielas de la plataforma rotatoria han saltado por los aires. El caballito naranja con gualdrapa azul que monta Juan Marín ayer estaba abajo, hoy está arriba y mañana cualquiera sabe.

Murcia parecía haber sentenciado a Marín y Murcia ha firmado su indulto. El viraje de Arrimadas hacia el centro ideológico y la transversalidad estratégica era una mala noticia para el vicepresidente de la Junta, abrazado al oso del PP como un osezno más de la camada popular.

Al truncarse el viaje al centro merced al motín de tres de los seis diputados de Murcia, convenientemente untados por el clan de los genoveses, el navío de la capitana Inés queda desarbolado y sin rumbo frente a los acantilados.

Un viento huracanado de popa empuja al buque hacia los peñascos. Que Arrimadas no busque con la mirada al contramaestre de Sanlúcar entre la tripulación que ha de ayudarla a gobernar la nave: Marín ya no está en ella; secretamente y sin ruido, ha saltado por la banda de estribor para embarcarse en el esquife con bandera del PP que lo esperaba para conducirlo a tierra firme.

'Uno de los nuestros'

Marín ya es ‘uno de los nuestros’: es lo que hoy piensa con razón el PP y es lo que con no menos razón pensaba el PSOE hace apenas tres años. En otros políticos, la ideología es una coraza frente al adversario; en Marín, es una invitación.

El vicepresidente andaluz es posmoderno sin saberlo: pertenece a la estirpe de líderes de baja intensidad ideológica; si fuera filósofo, habría sido sin duda encuadrado en la escuela del ‘pensamiento débil’.

Las vanidades del poder, su propia volatilidad ideológica y hasta una cierta bonhomía alérgica a disgustar a quien le trata con cariño han propiciado en Marín esa extraña condición de abducido.

El líder andaluz de Cs es hoy un hombre más cercano a Juan Manuel Moreno que a Inés Arrimadas. Cuando el pasado jueves Génova arremetió con saña contra Cs, haciendo además un llamamiento expreso a sus votantes y dirigentes para pasarse en masa al PP, Marín apenas alzó la voz. Al día siguiente, en una entrevista en Antena 3, el vicepresidente andaluz evidenciaba con sus pálidas respuestas las pocas ganar que tiene de enfadarse con el PP.

Marín, en todo caso, no está solo. Bastantes líderes políticos de hoy en día se parecen cada vez más a esos conglomerados mediáticos, también muy de nuestro tiempo, que, con el cínico desahogo de los mercaderes que han visto mucho mundo, albergan en su seno radios, televisiones y periódicos de izquierdas, de derechas, de centro y de sí mismos.

Con Marín, pero también con Arrimadas y no solo con ella, pasa un poco lo mismo: sabemos que no son de izquierdas, pero no acabamos de saber en qué medida son de derechas, de centro o de sí mismos.