Andalucía es la tierra prometida, Blas Infante su profeta, el libro ‘El ideal andaluz’ su evangelio y la fundación que lleva su nombre el templo que custodia y venera su divino legado. O eso al menos es lo que parece.

La Fundación Blas Infante emitió ayer una homilía en forma comunicado en la que alertaba a los feligreses de la verdadera fe andalucista del sacrilegio cometido por el colectivo soberanista Defender Andalucía al felicitar las fiestas con un cartel en el que el padre de la patria andaluza aparece ataviado con un gorrito de Papá Noel y sujetando una caja de regalos.

El vaso de la paciencia que como virtud imperecedera adorna a los sumos sacerdotes de la Congregación de San Blas sufrió inicialmente en silencio “la frivolidad y manipulación inaceptable”, pero se vio dramáticamente desbordado cuando la mismísima diputada Teresa Rodríguez publicó en su cuenta de Twitter que no solo le encantaba el cartel sino que incluso “a Blas le encantaría”.

Fue entonces cuando la fundación no pudo soportar tanta infamila y lanzó su devoto comunicado, con el cual quiso poner los puntos sobre las íes advirtiendo a los herejes de que “no todo vale para intentar hacerse notar y visibilizarse, y menos ser irrespetuosos con los símbolos de Andalucía". El venerable patronato pedía encarecidamente a los descarriados que rectifiquen “porque están tirando piedras sobre su propio tejado”, aunque por desgracia ellos mismos no sean conscientes de su pecado, sumidos como están en “la confusión propia de los neoconversos”.

Replicaban a su vez los neófitos con otro fervoroso comunicado en el que enfatizan la pureza de sus intenciones al “divulgar una visión de Blas Infante desenfadada pero respetuosa”, defienden “la libertad y pluralidad en las formas estéticas de reivindicar al Padre de la Patria Andaluza” y vienen, en fin, a proclamar tácitamente su lealtad inquebrantable al legado del profeta.

Tienen, en todo caso, razón los acusados al señalar en su defensa que “el cartel está hecho desde el cariño y el respeto” (¿sacrílegos nosotros? ¡Jamás de los jamases!) y al sostener que “la inmensa mayoría de quienes han visto el cartel han entendido esto”. Mucha menos razón tienen, sin embargo, cuando acaban diciendo: “No obstante, nos disculpamos con cualquier persona que haya podido sentirse ofendida”.

¿Disculparse por ponerle a Blas Infante un gorrito de Papá Noel? ¿Disculparse como si hubieran perpetrado poco menos que alguna de aquellas caricaturas de Mahoma que, no sin razón, ofendieron los sentimientos de millones de musulmanes porque aquellos dibujos sí eran, en efecto, deliberadamente ofensivos?

Se diría que un puritanismo inverso –y no tan inverso– ha tomado posiciones estratégicas en los desfiladeros por donde en otro tiempo transitaban sin temor ni amenazas de los suyos los defensores de la Razón, la Ilustración y el Progreso. Desde su atalaya, los nuevos inquisidores disparan hoy a todo lo que se mueve bajo los pacíficos estandartes de la ironía, la tolerancia y la libertad. La pobre –pero no tan pobre– Ana Iris Simón lo sabe bien.

Los nuevos puritanos se han hecho fuertes y no permiten chistes, chanzas ni ligerezas sobre: La Mujer, La Sexualidad, La Igualdad, El Lenguaje Inclusivo, El Género, La Raza, Las Personas con Discapacidad, La Clase Trabajadora… y, cómo no, sobre Blas Infante. El pobre Blas Infante –él sí pobre– no daría crédito a lo sucedido; y si lo diera, qué íbamos a hacerle, peor para él.