Este artículo dedicado al fundador del PSOE, Pablo Iglesias Posse, se iba a titular “Girauta miente” porque nace de la respuesta airada que iba a darle a ese indecoroso por su artículo “Viejos fantasmas” publicado en la pág. 5 del ABC del 25 de marzo de 2021, donde para poner otro clavo en el ataúd que construye al PSOE de continuo con sus despiadados artículos que tienen la pretensión de enterrar a “la banda de Sánchez” no tiene otra que afirmar que: “Otro Pablo Iglesias, también con espeluznante frialdad comunicó en su día a Antonio Maura que los socialistas habían “llegado al extremo de considerar que, antes que SS suba al poder, debemos llegar hasta el atentado personal”. Era el 7 de julio de 1910. El 22 de julio Maura resultó herido en un atentado. Personal”. Si, Girauta no tiene decorum, una de las virtudes cardinales del arte de la retórica, que consiste en tener orden y medida en cuanto se hace y se dice, y además claramente miente porque siendo un hombre instruido y disponiendo de un documento fehaciente aprobado por el congreso de los diputados como lo es el acta de la sesión a la que se refiere, comete la peor mentira de un lector que es entresacar el trozo que conviene a su papel dentro de la aparente horda antiPSOE en la que gozoso milita, quizá cobrando bien, aunque yo en el fondo deseo que se cumpla el aforismo clásico “Roma no paga traidores”.

El 7 de julio de 1910, Pablo Iglesias Posse era el único diputado socialista elegido en mayo dentro de la Conjunción republicana-socialista, creada con mucha dificultad entre una fuerza revolucionaria y fuerzas burguesas para mejor luchar contra los gobiernos liberales y conservadores que se turnaban en la monarquía de Alfonso XIII. El debate era precisamente sobre los desastres derivados de la guerra en el Rif (Marruecos) que tantos sufrimientos estaban produciendo a las personas menos favorecidas que ponían “la carne de cañón”, porque no tenían dinero para librar a sus hijos del servicio militar, equivalente aproximado al sueldo de dos años de un obrero. El malestar era tan grande que en el verano de 1909 se produjeron huelgas y movimientos para impedir el embarque de más tropas; adquirieron su mayor dimensión en Barcelona en lo que conocemos como la Semana Trágica, que primero fue tolerada, incluso pareció que favorecida, hasta que se quemaron muchas iglesias y luego fue aplastada brutalmente por el gobierno conservador de Antonio Maura matando a setenta y ocho manifestantes y curiosamente cerrando las escuelas laicas. Siempre me resultó curioso que no hubiera ningún asesinado entre los religiosos ni entre las fuerzas del orden, ni entre los plutócratas y que la imagen más impactante de los desmanes fuera la foto de un enfermo mental bailando con la momia de una monja.

Luego detuvieron a Ferrer y Guardia como supuesto organizador y sin pruebas fue condenado a muerte en un tribunal de guerra sin las debidas garantías y fusilado con un gran escándalo internacional, tanto que el rey tuvo que quitar a Antonio Maura en octubre y poner al liberal Segismundo Moret que duró hasta febrero de 1910 y fue sustituido por Canalejas que convocó las elecciones que dieron el escaño a Pablo Iglesias.

El 15 de mayo de 1910 publicó don José Ortega y Gasset un artículo en El Imparcial dedicado a esa elección en el que decía: “Si hoy consideramos como aspiración profunda de la democracia hacer laica la virtud, tenemos que orientarnos, buscando con la mirada en las multitudes los rostros egregios de LOS SANTOS LAICOS. Pablo Iglesias, es uno de ellos; don Francisco Giner es otro; ambos, los europeos máximos de España”.

Empezó Pablo Iglesias su intervención aproximadamente a las 5 de la tarde diciendo: “Me levanto a hablar, en condiciones desventajosas por tres razones: primera, tanto por la altura en que hemos colocado el debate, como por los oradores que han tomado parte en él, segunda por encontrarme desde hace días bastante mal de salud; y tercera por mis pocas condiciones, no ya para entablar un debate como el que se viene manteniendo, sino para poder siquiera ir al paso de los demás”. En esta primera parte hubo un párrafo de verdadero patriotismo: “Para nosotros no hay guerra legítima; si acaso hay una, la defensa de la independencia, porque lo mismo que el individuo defiende su dignidad e independencia, los pueblos deben defender la suya; pero ir a la conquista, váyase astutamente o por la fuerza, nosotros no lo admitimos, porque si admitiéramos eso, tendríamos que bajar la cabeza cuando alguien más poderoso que nosotros nos intentase conquistar por la fuerza”.

Antonio Maura no estaba en el hemiciclo, al contrario de lo que da a entender el libelista, pero sí Canalejas como presidente del Consejo de ministros y el conde de Romanones como presidente del Congreso y que a su vez era propietario de minas en el Rif, y ante ellos nuestro “santo” se extendió en denunciar los horrores cometidos por el gobierno anterior, que era lo que tocaba, con muchos detalles de interés exponiendo la injusticia cometida con Ferrer y Guardia:”…que fue fusilado por sus ideas y por eso el mundo se ha escandalizado con razón; porque en el siglo XX se ha fusilado a un hombre como Ferrer por profesar ciertas ideas.”, con tanta pasión que debió ahogarse pues en un momento el acta dice que dijo: “no tendré aliento para más” y a la media hora: “me encuentro fatigado y desearía descansar un momento”, ruego que es atendido por Romanones que interrumpe la sesión entre las 5:40 y las 6:25 y en esas condiciones siguió:

“Tal ha sido la indignación producida por la política del gobierno presidido por el Sr. Maura en los elementos proletarios, que nosotros, de quienes se dice que no estimamos a nuestra Nación, que no estimamos los intereses de nuestro país, amándolo de veras, sintiendo las desdichas de todos, hemos llegado al extremo de considerar que antes que S.S. suba al poder debemos llegar hasta el atentado personal”. Si, lo dijo, pero en que contexto y sobre la marcha se armó una gorda pues Romanones le pidió de buenas formas que lo retirara pero había tal algarabía que no se entendía nada y como Pablo Iglesias pidiera explicarse y no lo dejaban concluyó diciendo: “¿No puedo explicarlas?. Pues no las retiro”, pero tras una inteligentísima y razonada intervención del republicano Azcárate, nuestro “santo” sin retirar lo dicho declaró conciliador lo siguiente: “Yo, Sr. Presidente del Consejo de Ministros, no me he propuesto hacer la apología del atentado; yo no me he propuesto amenazar; lo que yo me he propuesto es indicar que cuando un hombre político realice, en las condiciones que ha realizado el Sr. Maura su política, con las desdichas inmensas que ha producido al país, el Partido Socialista y yo creíamos que si el Sr. Maura persistiera, si otra vez viniese a causar al país estos daños, hasta ahí se debía llegar. Esto es lo que quise decir y lo que digo”. El incidente acabó manteniendo de manera matizada sus palabras y Romanones retirándolas públicamente, lo que como vemos no ocurrió pues siguen el acta para disfrute de los antisocialistas y en honor del reglamento del Congreso que no habilita al presidente para quitar o poner nada en el acta por su cuenta.

La prensa conservadora de la época mantuvo el debate unos días tratando de tapar los errores de Maura y los desastres de la guerra y en EL SOCIALISTA Fernando de los Ríos publicó el día 15 un artículo titulado “Ante el problema de la arbitrariedad”, en el que a propósito del debate explicó la justificación del tiranicidio desde los griegos pasando por Cicerón y Tomás de Aquino, Juan de Mariana o Locke, que consideraban que matar al tirano es la acción más honrada y útil en pago de su mal gobierno y crueldad, aunque no sea buena moralmente.

A mi criterio Pablo Iglesias se excedió en su intervención pese a que estaba sobradamente justificado por los crímenes debidos a la arbitrariedad de Maura, pero Girauta no tiene decoro cuando manipula los hechos contra quien fundó con 28 años el PSOE, al que Ortega y Gasset consideraba un “santo laico” y mi madre le hubiera dicho que antes de hablar de esa manera de ese gran hombre se lavara la boca con jabón, pues como dijo Antonio Machado: “La voz de Pablo Iglesias tiene para mí el timbre inconfundible de la verdad humana”. 

(*) Juan María Casado es profesor jubilado de la Universidad de Córdoba.