Basta repasar con algún detenimiento las razones aducidas en su defensa por el Partido Socialista y el Ministerio de Hacienda para concluir que ambos tienen un problema con el IVA de noviembre de 2107 que Cristóbal Montoro escamoteó a las autonomías y que su sucesora María Jesús Montero quiso devolverles en 2019, pero ni les devolvió ni parece que tenga intención de hacerlo.

Al secretario general de los socialistas malagueños, José Luis Ruiz Espejo, le tocó ayer cubrir la guardia que cada fin de semana monta el partido para que sus posiciones se vean reflejadas en los medios, compitiendo con el resto de fuerzas en el –bastante devaluado– mercado dominical de argumentarios.

No es que a Ruiz Espejo no se le ocurriera nada: es que su partido y el Gobierno de España tienen todas las de perder si pretenden convencer a los ciudadanos de que es lo mismo que alguien te pague lo que te debe o que te preste lo adeudado a interés cero o incluso negativo.

‘El cambiazo’

Más claro no podía decirlo el consejero de Hacienda de la Junta de Andalucía, Juan Bravo, al término del Consejo de Política Fiscal y Financiera (CPPF) celebrado el viernes: "Nos cambian un ingreso por una deuda".

Los socialistas, y Ruiz Espejo así lo recordó en su comparecencia de ayer ante los periodistas, esgrimen una y otra vez que Montero intentó pagar en 2019 a las autonomías los 2.500 millones pendientes de liquidación, pero que no pudo hacerlo porque el PP tumbó junto con los independentistas catalanes el proyecto de Presupuestos Generales del Estado.

Argumento legítimo pero sobrevenido en realidad, pues quien de verdad tumbó aquellas cuentas, provocado el adelanto electoral, fueron los diputados soberanistas catalanes, cuyo imprevisto ‘no’ dio eficacia política al ‘no’ que, de cualquier manera, la bancada del PP iba a emitir ‘sí o sí’.

Argumentos para profanos

La principal ventaja del Gobierno andaluz de PP y Cs, determinante en estos tiempos de jibarización extrema de los argumentos, es que incluso los que no entienden nada de números y mucho menos de financiación autonómica, entienden perfectamente y sin mayores explicaciones el discurso de los conservadores: el Ministerio de Hacienda tendría que haber liquidado en 2019 los 537 millones de Andalucía –y los 2.000 restantes de las demás autonomías– y no lo hecho.

Enfrente, la ministra y sus compañeros de partido intentan combatir la ofensiva conservadora con sutilezas contables, arcanos presupuestarios y compensaciones vía déficit que están muy bien para un debate académico, pero sirven de poco en una pelea política a cara de perro.

Y es que, en verdad, no es mucho lo que pueden decir los socialistas en su defensa: que la culpa fue de Montoro, que habrá un fondo extra de liquidez para las autonomías, que a estas se les flexibilizan los números rojos de 2020, que se les perdonan incluso los de 2019, que se les abre la puerta a los mercados… Razones buenas todas ellas para Bruselas, pero poco convincentes para Sevilla, Madrid, Zaragoza o Toledo.

‘Una guerra justa’

A la Junta de Andalucía presidida por el PP, ‘la guerra del IVA’ le ha puesto en bandeja el gran argumento que estaba necesitando para legitimar sin ventajismos su hostilidad declarada contra el Gobierno de España.

A lo largo de este año, el ‘mes 13 del IVA’ en particular y la financiación autonómica en general –cuya mejora radical fue la principal bandera de la hoy ministra cuando era consejera de Hacienda de la Junta– van a ser un verdadero quebradero de cabeza no solo para Montero, sino también y muy especialmente para el PSOE andaluz, todavía convaleciente por la pérdida del poder autonómico y severamente lastrado por su obligada lealtad a un Pedro Sánchez que, al fin y al cabo, debe la Moncloa al separatismo catalán.

Una travesía llena de ventajas

El Gobierno andaluz ya navega a toda máquina bajo el pabellón del agravio. Su singladura tiene además la ventaja añadida de permitir a las derechas andaluzas blanquear su pasado antiandalucista y redimirse del ominoso pecado original cometido en 1980, cuando se opusieron ferozmente al referéndum que abría a los andaluces las puertas de un autogobierno equiparable al vasco, catalán y gallego.

El PP siempre practicó un andalucismo impostado, artificial, inverosímil, apenas creíble, unas veces porque quien gobernaba en Madrid se llamaba José María Aznar o Mariano Rajoy y el margen de reclamación era muy estrecho y otras porque su aspiración a ocupar algún día el palacio de San Telmo se había convertido en una amarga quimera tras haber fracasado en aquel 2012 en que Javier Arenas ganó holgadamente las elecciones pero la suma de las izquierdas frustró su sueño.

El espectro de la traición

En esas circunstancias, ¿para qué dilapidar esfuerzos trabajándose un discurso fuertemente comprometido con la Andalucía traicionada el 28 de Febrero?

Ese es el importante déficit histórico que el PP podrá compensar de manera efectiva si juega bien la baza de los dineros de Andalucía. Y, por ahora, la está jugando bien. Por primera vez estaría su mano espantar para siempre el espectro de aquella traición.

Con Moreno bien protegido en su acolchado camarote de almirante y con su lugarteniente Bendodo dirigiendo briosamente desde el puente las operaciones navales, la armada andaluza puede que no hunda al Gobierno de Sánchez, pero podrá instaurar ¡por fin! su hegemonía en los mares del sur dominados durante 37 interminables años por el Partido Socialista.