Aún no eran las nueve y media de la mañana, con todos los invitados ya acomodados en sus sillas al aire libre, cuando Juan Manuel Moreno hacía su entrada en el cuidado escenario presidido por tres grandes tapices, con el escudo constitucional bordado sobre su fondo verde, colgando sobre la exuberante puerta barroca del palacio de San Telmo.

El propio protagonista de la jornada explicaba poco después en su alocución por qué se había decidido hacer la toma de posesión al aire libre: “Estamos en la calle porque mi Presidencia será abierta y accesible a todos los ciudadanos”.

Sin pisar callos políticos, pues no en vano entre los asistentes había una amplia representación socialista, el discurso del presidente ha sido muy institucional, aunque sin dejar de barrer para casa: “No quiero mirar atrás, sino trazar nuevas rutas. Andalucía se ha hecho plenamente consciente de lo mucho que vale y lo rica que es; hay un nuevo orgullo andaluz, un andalucismo renovado, una imagen más dinámica, una nueva Andalucía”.

Las únicas alusiones específicamente políticas de Moreno podría haberlas suscrito cualquier gobernante de izquierdas: ha apostado por una sanidad “moderna y de calidad”, por una educación accesible y eficiente, por la igualdad entre hombres y mujeres, por dar oportunidades a los jóvenes y por una economía “verde y sostenible”. El presidente sigue empeñado, y no sin cierto éxito, en arrebatarle a la izquierda sus banderas más genuinas.

Aun así, el acto se ha parecido más a la coronación de un rey que a la toma de posesión de un presidente autonómico. El Partido Popular de Juan Manuel Moreno ha decidido darle un tono de excepcional solemnidad a una toma de posesión en el que estaba presente todo el poder territorial del PP y que estrenaba la inesperada mayoría absoluta lograda por los conservadores el pasado 19 de junio.

Aquella fue una jornada electoral marcada por el temor a que Andalucía repitiera los resultados de febrero en Castilla y León y catapultara a la ultra Macarena Olona como vicepresidenta de la Junta. La rumbosa ostentación del formato elegido para el juramento de Moreno, con orquesta incluida, no puede entenderse sin dicha variable, pues de haber propiciado las urnas un Gobierno de coalición con Vox es seguro que la toma de posesión habría tenido un perfil mucho más discreto. Moreno ha querido sacar pecho de su mayoría absoluta en una ceremonia que tenía mucho de bofetada sin mano en el rostro de Santiago Abascal.

La excepcionalidad ha estado no tanto en el número de invitados, similar o incluso inferior a los habidos en la toma de posesión de Moreno en 2019 o en la de otros presidentes anteriores, como en el formato y en el lugar elegidos, con un gran escenario montado frente a la soberbia fachada de San Telmo y presidiendo la explanada contigua con más de 600 sillas a cuyos ocupantes no perdonó la ola de calor que castiga implacablemente a Sevilla desde hace tres semanas.

El socialista Manuel Chaves también tomó posesión al aire libre en 1994 para inaugurar su segundo mandato, pero aquel acto tuvo un formato mucho más modesto; también asistieron entonces varios ministros del Gobierno de Felipe González, pero no lo hizo el líder de la oposición y presidente del PP andaluz, Javier Arenas. Con un Partido Socialista fuertemente dividido, Chaves, que militaba en las filas de los renovadores, quiso entonces marcar perfil propio ante unos guerristas que no cesarían de acosarlo durante el que sería el mandato más corto de la autonomía andaluza. Dos años después, en 1996, Chaves adelantaba las elecciones, renovaba su cargo de presidente y dejaba al guerrismo herido de muerte.

El ‘bodorrio’ de hoy de Juan Manuel Moreno no tiene lecturas significativas en clave interna: a fin de cuentas, tras la dramática decapitación de Pablo Casado, el PP es hoy una balsa de aceite. La clave del boato desplegado hoy por el ‘humilde’ Moreno tal vez hay que situarla en el tablero nacional: los estrategas de Génova parecen haberse propuesto convertir el arrollador triunfo del 19-J en el parteaguas que marque claramente las diferencias entre un viejo PP asediado por la corrupción y necesitado de la extrema derecha para gobernar y un nuevo PP sin hipotecas sobre el pasado y capaz de recomponer sin necesidad de Vox la mayoría natural que soñó Fraga e hicieron realidad José María Aznar y Mariano Rajoy. 

El PP de Moreno ha hecho morder el polvo a Vox en Andalucía y Alberto Núñez Feijóo piensa que puede hacer lo mismo en España. La ostentación del acto de hoy en Sevilla empaña un poco, ciertamente, la imagen de político modesto y hombre sencillo que viene exhibiendo Moreno, pero fija en el imaginario colectivo la idea de un PP renovado, fiable, transversal, moderado, un PP al que, por contraste, el radicalismo de las ‘Olonas’ y los ‘Gallardos’ de turno ha blanqueado involuntariamente. El mesías de ese nuevo PP es Feijóo y Moreno es su profeta.

El acto se iniciaba poco antes de las 9,30 horas con la interpretación por la Orquesta de la Fundación Barenboim-Said de las piezas musicales Andante Festivo (Jean Sibelius) y Las Musas de Andalucía op.93 nº3 Talía: naranjos y olivos (Joaquín Turina), tras lo cual, Moreno saludó a las autoridades presentes.

Entre los invitados pudo verse al expresidente del Gobierno de España Mariano Rajoy; el jefe de la oposición y presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo; el alcalde de Sevilla, Antonio Muñoz; el presidente de la Xunta de Galicia, Alfonso Rueda; el presidente de la Región de Murcia, Fernando López Miras; la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso; el presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco; el presidente de la Ciudad Autónoma de Ceuta, Juan Jesús Vivas; el presidente de la Ciudad Autónoma de Melilla, Eduardo de Castro; y la expresidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz.