El presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno, suele referirse últimamente al Partido Socialista como si éste hubiera formado parte de la mayoría parlamentaria que sostenía al Gobierno y no, como es obvio, del bloque de la oposición.

Hoy ha vuelto a hacerlo de nuevo al culpar a una “pinza política del PSOE y Vox” de un más que probable adelanto electoral que esta reflexión hecha por el presidente autoriza a situar virtualmente en abril:

“Si a lo largo del mes de febrero, cuando empieza el periodo de sesiones normalizado, vemos que hay un bloqueo sistemático y permanente por parte de ambas fuerzas políticas, lo que se ha denominado la pinza política PSOE-Vox, evidentemente no podremos seguir la legislatura, no voy a hacer perder ni un solo minuto a los andaluces”.

Su reiterada alusión a esa pinza inverosímil le permite a Moreno liberarse de toda responsabilidad en la pérdida de la mayoría parlamentaria que lo llevó a San Telmo y olvidar que lo sustantivo del actual momento político andaluz es que Vox ya no apoya al Gobierno, pues que no lo apoye el PSOE es lo que ya venía sucediendo desde el inicio de la legislatura. 

Castilla más Andalucía igual a España

Aunque las fechas de adelanto electoral barajadas hasta ahora por Moreno han sido junio y octubre, observadores bien informados no descartan que el presidente andaluz tenga ahora en mente el mes de abril si, como parece probable, el PP obtiene en Castilla y León una victoria inapelable. Sus palabras de este miércoles en FITUR dan alas a la hipótesis de abril.

Dado que tienen que transcurrir 54 días desde la disolución del Parlamento hasta la apertura de las urnas, si Moreno convocara después de los comicios castellano-leoneses del 13 de febrero, las elecciones andaluzas se celebrarían en abril. Es, además, lo que desea la dirección nacional del PP, convencida de que un encadenamiento de victorias autonómicas situaría a Pablo Casado en la cresta de la ola que habría de llevarlo en volandas a la Moncloa.

La concatenación de triunfos en Andalucía y Castilla restaría brillo egocéntrico a la alcanzada por Isabel Díaz Ayuso, cuyos buenos resultados Génova podría entonces atribuir a la fortaleza de la marca PP y no al carisma personal de la presidenta madrileña.

No es ningún secreto que Moreno tiene la vista puesta en las elecciones del próximo 13 de febrero en Castilla y León, donde Alfonso Fernández Mañueco podría repetir la hazaña de Isabel Díaz Ayuso de mayo pasado en Madrid y, como ella, situar al PP a un tiro de piedra de la mayoría absoluta, neutralizando así las pretensiones de Vox de entrar en un gobierno de coalición con los populares.

Sus palabras del pasado fin de semana, cuando intervino en un acto del Congreso del PP de Castilla y León no pudieron ser más reveladoras: “Por Dios –dijo a su compañeros–, sacad un buen resultado y que tengamos una mayoría suficiente, que lleguemos a las elecciones andaluzas con una mayoría suficiente”.

El factor Olona

Si las cosas le salen bien a Mañueco, a Moreno le quedarían ya pocos alicientes para seguir apurando una legislatura que, de hecho, empezó a agonizar en noviembre pasado cuando Vox confirmó que no votaría favorablemente los presupuestos de 2022.

Por lo demás, poner término a la legislatura en febrero no es incompatible con los beneficios electorales derivados del potencial propagandístico que siempre tiene para el Gobierno de la Junta el 28 de Febrero, día de Andalucía, a cuyos fastos no parece el presidente inclinado a renunciar.

Por ahora, las encuestas son muy favorables al PP andaluz, que arramblaría con el grueso de los votos que obtuvo Cs en 2018. Aun así, no conviene menospreciar el alcance que pudiera tener en la campaña la presencia de Macarena Olona como cabeza de cartel de la extrema derecha.

Los radares de la demoscopia no siempre captan con claridad ni interpretan correctamente las señales emitidas por los simpatizantes de Vox, a quienes una candidata del perfil fuertemente populista de Olona podría galvanizar mucho más de lo que presagian los sondeos.