Escuchando a Juan Manuel Moreno Bonilla este sábado ante el plenario del XX Congreso del PP era casi obligado preguntarse cómo es posible que todavía no le hayan concedido a este hombre el Nobel de Ciencias Políticas. O al menos el de Autobombo.

El relato que el presidente andaluz ha hecho de sus logros ha sido abrumador: desde que él gobierna, “en Andalucía hay más crecimiento, más empleo, menos impuestos pero más contribuyentes y más recaudación, mejor sanidad pública que nunca, mejor educación, la menor tasa de abandono escolar de la historia, la mitad de listas de espera en dependencia…”.

Su discurso de hoy ha sido el de un hombre feliz, un anfitrión que no cabía en sí de satisfacción porque todo ha salido bien y sus invitados regresarán a sus casas esperanzados y agradecidos. El congreso de Sevilla ha sido para el PP un chute de confianza, de optimismo, de euforia. En poco más de un mes han logrado coser exitosamente una organización a la que la súbita decapitación de su presidente había dejado abierta en canal.

Que Moreno haya logrado empotrar a Elías Bendodo en el núcleo duro de Génova es prueba inequívoca de la alianza galaico andaluza sellada en el XX Congreso y un dato que no se sabe cuánto sumará electoralmente, pero es seguro que no restará, y en política casi todo lo que no resta es porque suma.

De entrada, Moreno cuenta de cara a las elecciones andaluzas con el buen cartel electoral de Alberto Núñez Feijóo, que favorece genéricamente las expectativas del presidente andaluz, aunque no pueda ser una garantía para frenar el empuje de Vox. El 20 por ciento de los votos logrados por los ultras el 10-N, prácticamente los mismos que el PP, es una pesadilla para San Telmo, que a su vez no puede apelar al señuelo del voto útil porque los votantes del Vox saben perfectamente, como acaba de demostrarse en Castilla y León, que un Vox fuerte en las urnas es la mejor garantía para que el PP se avenga a aplicar las recetas ultras.

Es difícil imaginar en qué podría haber salido el cónclave mejor de lo que ha salido: cierto que sus organizadores no han querido correr ningún riesgo, pues no ha habido ponencia política ni se ha hablado de qué estrategia seguir con respecto a Vox, pero es que para los compromisarios populares lo urgente en Sevilla no era reflexionar sobre el futuro, sino cambiar el signo de un ‘annus horribilis’ que comenzó con el fiasco de Castilla y León, siguió con las denuncias de corrupción de Isabel Díaz Ayuso y culminó con la defenestración de su presidente Pablo Casado.

Moreno ha puesto en pie al congreso con una arenga final en la que él mismo ha sido el primero en venirse arriba: “Tenemos que salir de aquí motivados. Vamos a ganar el futuro, y lo vamos a hacer con el mejor partido y con el mejor presidente; de aquí, a gobernar, ¡presidente Feijóo, presidente Feijóo, presidente Feijóo!”, repitió hasta tres veces mientras el estruendo de los aplausos ponía sordina a sus últimas palabras.

Como era de esperar, Moreno no mencionó a Vox. Nadie lo ha hecho en este congreso, aunque todo el mundo estuviera pensando en el partido de Abascal. El presidente insistió, más bien, en la idea de que el PP tiene que ser capaz de “construir una nueva mayoría” porque sabe gobernar para todos con moderación y desde la centralidad y sabe resolver los problema que siempre crea el PSOE cuando gobierna: “España tiene dos medio gobiernos, el medio gobierno del PSOE y el medio gobierno de Podemos: España no necesita dos medio gobiernos sino uno solo, sólido. Estamos aquí para llevar a Alberto a la Moncloa”.