Fue uno de los crímenes más terribles de cuantos se han cometido en Andalucía en los últimos años. Ocurrió el 27 de abril de 2013 en la localidad rociera de Almonte: Miguel Ángel Domínguez y su hija María, de 8 años, eran literalmente cosidos a puñaladas por… no se sabe por quién.

La justicia no está completamente segura y más allá de toda duda razonable de que el autor de los hechos fuera el único sospechoso y procesado, Francisco Javier Medina, que cuando ocurrieron los hechos y en el momento de su detención un año después, en junio de 2014, era pareja sentimental de Marianela Olmedo, madre de la pequeña y expareja del hombre fallecido,

Absolución y libertad

Este jueves la Sala Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) ha confirmado la sentencia de la Audiencia de Huelva, de octubre pasado, que absolvió a Medina de los delitos de asesinato después de que un jurado popular lo declarara –por mayoría, no por unanimidad– no culpable. La defensa de Medina la dirigió Francisco Baena Bocanegra, considerado uno de los mejores penalistas del país.

La acusación particular y la Fiscalía, que habían solicitado la nulidad de las actuaciones y la celebración de un nuevo juicio por falta de motivación del veredicto, recurrirán el dictamen ante el Supremo.

Tras la absolución de octubre, el condenado fue puesto de inmediato en libertad después de haberse pasado más de tres años en prisión preventiva: tan contundentes habían sido para la Guardia Civil y el juez instructor los indicios reunidos contra él.

Dudas y más dudas

Los investigadores, la Fiscalía y la madre de la niña y exesposa del hombre no tienen ninguna duda de que Medina fue el asesino, pero los tribunales sí que las tienen. Las tuvo la Audiencia de Huelva y las tiene incluso el propio TSJA, que encuentra suficientemente motivada la decisión del jurado y subraya que “no existió ninguna prueba directa de cargo sobre la participación del acusado en los hechos”, si bien, añade a renglón seguido, ello “no significa que no hubiese base probatoria razonable para su condena”.

Eso se llama ponerle una vela a Dios y otra al diablo: cautela máxima, pues, en la redacción del fallo del TSJA, que recalca que su papel no es pronunciarse sobre si el acusado causó la muerte de ambas víctimas, ni sobre dónde estuvo, ni si el ADN se debió a transferencia directa o indirecta, pues para determinar todo ello ya "se practicó una generosa y abundante prueba, dirigida a convencer al jurado de una u otra cosa". La misión del TSJA era únicamente valorar la suficiencia de motivación en la decisión del jurado.

Para el alto tribunal andaluz, el hecho de que sean verosímiles tanto la hipótesis de culpabilidad como la de inocencia “no convierte la valoración del jurado en irrazonable, ni su motivación en arbitraria, sino que puede y en este caso debe calificarse como, al menos, acorde con un uso correcto del principio in dubio pro reo”, y ello “en un contexto marcado por la monstruosidad de los hechos, que más bien suele inclinar el ánimo más a ‘buscar un culpable’ que a ‘buscar una duda’ determinante de la impunidad”.

Indicios y contraindicios

¿Y por qué tantas dudas? ¿Qué hace tan endiabladamente opaco un crimen del que nunca hubo más que un solo sospechoso cuya conducta, además, parecía encajar con el clásico perfil de la violencia de género? La respuesta está en las pruebas. O mejor dicho: en la falta de ellas.

La resolución del TSJA enumera la aparición de vestigios biológicos del acusado en el lugar de los hechos, la declaración de algunos testigos, las cerraduras de acceso a la vivienda sin forzar o la existencia de un móvil creíble. E inncluso admite que “con tales indicios habría sido posible un veredicto de culpabilidad que no habría podido ser combatido, al menos aparentemente, por vulneración del derecho a la presunción de inocencia del acusado”.

Ahora bien, añade a continuación el tribunal, “existen distintos contraindicios que se presentaron en el juicio que ofrecieron hechos incompatibles con la participación del acusado”, de lo que concluye la sala que “la presentación eficaz de pruebas que vayan en sentido contrario puede mermar de manera decisiva la fuerza incriminatorio de los indicios”.

Llaves, guantes, huellas

Vayamos al repaso de lo sucedido. Parece contrastado que el asesino tenía acento de Almonte y probablemente llaves de la casa, ya que la puerta no estaba forzada. Cuando cometió el crimen llevaba guantes, como evidenció una huella ensangrentada en las paredes. Antes de huir se lavó la sangre de los brazos pero al secárselos habría dejado su ADN en tres toallas de la casa, aunque la defensa sostuvo que el origen de ese rastro genético perteneciente a Medina pudo ser anterior al crimen y haber llegado a las toallas de forma indirecta, a través de su expareja.

Además, los investigadores identificaron como móvil del crimen los celos de Francisco Javier hacia Miguel Ángel y hacia la niña porque se interponían en su relación con Marianela.

Los movimientos

Hasta ahí todo parece apuntar a Francisco Javier. Sin embargo, los tiempos no acaban de cuadrar del todo o al menos no tanto como para que a la mayoría del jurado no le asaltaran unas dudas insuperables.

Veamos. La Unidad Central Operativa de la Guardia Civil calculó que todo ocurrió en unos diez minutos, entre las 21:52 y las 22:02 horas de ese 27 de abril de 2013. Una media hora antes de las diez de la noche en que terminaba su turno en el Mercadona donde trabajaba, el acusado habría salido sin ser visto del establecimiento por la puerta de mercancías, de la que tenía llaves.

Según la acusación y los investigadores, habría llegado a la casa de las víctimas pasadas las 21:30, donde habría entrado con las llaves de su pareja, habría sorprendido a Miguel Ángel saliendo de la ducha, lo habría acuchillado mortalmente y luego habría hecho lo mismo con la niña, porque estaba presente y lo vio todo. Tras lavarse y secarse, habría regresado sobre las 22:08 a la puerta del Mercadona, donde se encontró con Marianela fingiendo que acababa de salir de trabajar.

Una vecina le escribió a un amigo un mensaje telefónico diciéndole había una pelea al lado de su casa y que una niña estaba gritando, mientras que un hermano de esta mujer dijo haber escuchado a un hombre con acento almonteño gritando a otro: "¡Hijo de puta! ¿Qué haces aquí?".

¿Tuvo tiempo?

¿Salió realmente Medina de Mercadona a esa hora? ¿Tuvo tiempo de cometer un doble crimen tan horrendo y lavarse cuidadosamente en tan poco tiempo? En el juicio él aseguró que “estaba trabajando cuando sucedió todo” y que salió del supermercado a las 22:05 con otros compañeros.

El jurado, argumenta el TSJA, consideró justificadamente como “poco probable” que Medina “hubiese tenido tiempo para realizar los hechos que se le atribuían”. No obstante, el tribunal andaluz alimenta las dudas al añadir: “Podrá creerse que se ha equivocado al creer a un testigo, o al valorar con exactitud el tiempo necesario para cometer la acción, pero la motivación es absolutamente transparente y comprensible”.

El mal cambia de bando

En todo caso, el Supremo tendrá la última palabra. Marianela Olmedo y su abogado, Luis Romero, confían en que los jueces del alto tribunal interpreten a su favor las “más de 60 pruebas testificales y periciales que concluían que el único culpable era él” y, en consecuencia, ordene repetir el juicio.

Tras la absolución de Medina, la mala para muchos vecinos de Almonte pasó a ser Marianela: "Me fui de allí porque allí no podía vivir ya. Era un acoso tremendo por parte de la gente que lo apoya a él. Es tremendo lo que me han hecho pasar", declaraba días atrás a Radio Sevilla.