Tras el “filomenal” despliegue informativo de las cadenas de televisión nacionales sobre la nevada del siglo en Madrid, muchas han sido las quejas por el exceso de cobertura a los problemas de la capital del Reino y la poca atención al resto del territorio afectado. Ha sido casi un lugar común el hilvanar la pandemia y sus consecuencias con la borrasca Filomena y sus efectos colaterales y cómo estas dos catástrofes sacaban a la superficie la desigualdad latente en nuestra sociedad.

La Comunidad de Madrid, que hace dumping fiscal y le rebaja los impuestos a las grandes fortunas, quiere ahora llevarse la mayor tajada de los fondos europeos de la pandemia y se ha apresurado a mandar unas “cuentas del Gran Capitán” al delegado del Gobierno reclamando hasta el lucro cesante de las pistas de pádel municipales. Ayuso, la versión femenina y española de Trump, quiere aumentar la desigualdad existente entre Madrid y el resto de las autonomías españolas.

Pero la desigualdad tiene múltiples vertientes en la España del siglo XXI. La España vacía no tiene que esperar a una nevada histórica para sufrir cortes del suministro eléctrico, los padece con frecuencia periódica, con o sin inclemencias meteorológicas. En los casos más sangrantes, localidades serranas que ven desde sus ventanas parques eólicos en las crestas de sus montañas tienen que aguantar apagones de varias horas.

Todos notamos al viajar a zonas rurales de la sierra como el dial radiofónico --tan denso en las grandes ciudades y áreas metropolitanas-- se queda casi en silencio y apenas se escuchan con calidad una o dos emisoras públicas y alguna privada de las cadenas más potentes.

Lo mismo ocurre con la cobertura de telefonía móvil. Es un sarcasmo escuchar a dirigentes políticos y económicos hablar de digitalización y cobertura de las redes 5G, cuando hay zonas de nuestro medio rural que no tienen cobertura 3G. 

Es noticia que en Madrid se haya tardado días en recuperar el transporte público en autobús, pero no ha sido noticia la desaparición de las líneas de viajeros interurbanas en centenares de localidades españolas. 

Sí, la desigualdad tiene muchas caras y hay que tener mucha cara para ignorarlas y pedir para Madrid un trato privilegiado en una coyuntura como la actual.