Corría el año 2007. Justamente hace 10 años de aquel acto de homenaje a Marcelino Camacho que le diera Izquierda Unida de Manilva en la barriada de Sabinillas. Por aquel entonces no había ningún teléfono inteligente, y muy pocas cámaras digitales…Bueno, el hijo del homenajeado, llevaba una y pudo realizar fotos de aquel día donde coincidieron en el mismo lugar un militante de toda la vida, como el Bomba, con nuestro querido Marcelino. Y es que el gran sindicalista junto a Josefina Samper y su familia, pasó los últimos veranos de su vida paseando por Sabinillas.

Me recuerda Linabel de la Torre Luna que iba a su kiosko a comprar la prensa. Toda la vida, incluso en la cárcel, se hacía con un periódico donde poder desgranar la actualidad del país. Para aquella generación el análisis permanente, la actualización de los datos, el conocimiento de lo que pasa…era un ejercicio cotidiano para tener herramientas ante la explotación. ¡Qué diferentes momentos aquellos en los que Marcelino estudiaba en la cárcel los recortes de prensa que le hacían llegar con los de su última etapa! Aunque se pudiera respirar con más libertad, los barrotes para personas libres como Marcelino seguían existiendo… La prensa había cambiado de contexto y el contexto también había hecho cambiar a la prensa. No obstante, aun a sabiendas que la prensa “en democracia” era otra forma de dominación del capital, Marcelino se acercaba a ella diariamente, “para pensar en cómo piensa en el enemigo”. Y así, con su periódico, se iba por el paseo marítimo de Sabinillas.

Muchas más personas lo recuerdan, cada vez más sufriendo los achaques del final de su vida. El último verano lo recuerdan con silla de ruedas, claro. Pero no dejó nunca de sonreír, como siempre fue en su vida, un combatiente ante la tristeza de la dictadura, ante el cinismo de los genocidas que provocaron la Guerra Civil.

Hoy, más que nunca, esperamos que la dignidad vuelva a las calles. Marcelino Camacho seguramente no sólo hubiera estado en las plazas indignadas, también ayer hubiera estado en las Marchas de la Dignidad. Porque “si no hay movilización, no hay transformación…la lucha de clases sigue existiendo”. Ciertamente, la sonrisa pese su radical verbo lo hizo ser una persona cordial incluso para el poder. Pero ni su condición ni su actitud nunca aceptada en el fondo. Marcelino engrosa la lista, pequeña, de hombres buenos que han contribuido a la Democracia. Evidentemente era más que bueno y por supuesto nada comparable a Manuel Fraga, otro que dicen que parió la Democracia. Un insulto a la inteligencia y  a los muertos y represaliados del fascismo.

Claro está que el pueblo es sabio, en muchas ocasiones. Y a Manuel Fraga no le ponen ningún nombre a ningún aeopuerto, y tampoco muchas calles y plazas. En cambio a Marcelino todavía hoy siguen roturándose calles y plazas con su nombre. Este 30 de mayo en el municipio sevillano de Mairena del Alcor se inaugura una plaza su nombre. Pronto espero que en el municipio de Manilva, y muy especialmente en Sabinillas, se consiga roturar el nombre de esa persona que paseó su dignidad por Andalucía y que contempló la mar convulsa de nuestra costa, y que disfrutó viendo la otra orilla, en esa encrucijada de mares y vientos que es Sabinillas y toda la costa de Manilva. Pronto espero que el nuevo equipo de gobierno del Ayuntamiento consiga de esta forma hacer hijo adoptivo, aunque sea póstumamente, a Marcelino.

Su recuerdo nos hace dignificar la memoria democrática y ser justos con aquellos que lucharon para tener derechos. Recordarlo es no bajar la guardia, porque los derechos se van tan pronto como se olvidan a los y las imprescindibles.