A Juan José Cortés no le ha quedado más remedio que resignarse a ceder su puesto de cabeza de lista del PP al Congreso por Huelva que ostentó el 28 de abril para pasar a liderar ahora la candidatura del partido por esta misma provincia pero para el Senado. Ayer, antes de hacerse oficial el cambio, Cortés llegó a amenazar con que dejaría la política si lo relegaban a la cámara alta.

Aunque el 28 de abril logró el acta de diputado, los resultados fueron malos y no estuvieron a la altura de lo que esperaba el presidente del PP, Pablo Casado, cuando decidió unilateralmente, y con el criterio en contra de algunos pesos pesados del partido en la provincia, que Juan José Cortés encabezara la lista a la cámara baja.

El padre de Mari Luz tampoco era del agrado del presidente del PP andaluz, Juanma Moreno, que ha presionado con éxito a Casado para poner al frente de la lista al Congreso a un hombre de partido como Carmelo Romero en lugar de Cortés.

El Senado no es seguro

El ya exdiputado Cortés tenía buenos motivos para resistirse a concurrir para el Senado, donde el sistema de listas abiertas permite a los votantes castigar a un candidato en particular sin por ello castigar a su partido. Dada la mejora sustancial que experimentará el PP en las elecciones del 10 de noviembre, la elección de Cortés para el Congreso era segura. No así la del Senado.

Como se sabe, los votantes de las circunscripciones provinciales de la península (de cada una de las cuales salen 4 senadores elegidos por sufragio) pueden elegir tres nombres (ya que los senadores se eligen a título personal) de la lista total de senadores. Obtienen acta los cuatro candidatos que logran las votos.

La casuística es muy variada en el Senado. Lo habitual es que el elector marque las tres casillas de senadores del mismo partido, y de ahí que el partido ganador obtenga normalmente los tres primeros y el último se lo lleve el cuarto candidato más votado, que suele pertenecer al segundo partido en la preferencia de los electores.

Pero en no pocas ocasiones sucede que determinados nombres tienen más tirón –o menos– que el resto de sus compañeros del mismo partido o incluso más tirón que los adversarios del partido más votado para el Congreso.

Una imagen a la baja

Compitiendo por el Senado, Cortés se arriesga a un castigo de los electores. Con el dolor por el asesinato de su niña Mari Luz –y la dignidad y entereza con que sobrellevó aquel dolor– como principal patrimonio político, de aquel terrible suceso ya han pasado casi doce años a lo largo de los cuales la imagen pública de Cortés se ha ido deteriorando gravemente.

Primero se vio muy dañada por su implicación en un tiroteo en 2011 en su barriada de Huelva, aunque resultó absuelto, y más recientemente al trascender que cobraba una pensión de incapacidad permanente total al mismo tiempo que el sueldo como diputado o al saberse que el pasado mes de septiembre que el Congreso había recibido una reclamación judicial para embargarle el salario por una deuda privada que ascendía a 19.000 euros.

Casos y casos

Sobran ejemplos de votaciones donde los electores han tratado de muy distinto modo a los candidatos de un mismo partido. Un caso: Burgos en las elecciones del 28 de abril. El PSOE logró tres senadores y el PP solo uno, pero el senador popular, Francisco Javier Lacalle, quedó segundo en las preferencias de los electores: 63.064 votos, solo 2.145 votos menos que el socialista Ander Gil, que quedó en primer lugar.

Si los electores burgaleses del PP hubieran marcado las dos restantes casillas del Senado el mismo número de veces que marcaron la de Lacalle, al menos la popular Cristina Ayala habría salido elegida, pero al obtener casi 10.000 votos menos que su compañero Lacalle se quedó fuera del Senado.

Otro caso, Sevilla el 28 de abril pasado: la alcaldesa de Marbella y candidata a la cámara alta por Málaga, María Ángeles Muñoz, salió elegida con 181.700 votos, pero el siguiente candidato al Senado en las preferencias de los votantes malagueños del PP fue Joaquín Luis Ramírez con 136.081 votos: 45.600 papeletas menos.

Lo habitual es que los candidatos de cada partido obtengan un número similar de votos, pero si por la razón que sea alguno de los nombres no es del agrado de los electores, estos pueden castigarlo no marcando su casilla. Precisamente la circunscripción de Huelva es ejemplo de ello.

Las votaciones en Huelva

En las elecciones de abril, el candidato Carmelo Romero, que encabezaba la lista del PP al Senado –y que ahora encabezará la del Congreso– logró 60.743 votos, pero el siguiente nombre de la candidatura que sumó más votos fue María Ponce con solo 45.261, casi 15.500 votos menos. Aun así, aunque Ponce hubiera sacado los mismos votos que Romero, no habría salido elegida ya que quedó muy lejos del socialista Jesús González Márquez, tercer senador elegido con 86.760 votos.

Los 15.482 votos de diferencia entre Carmelo Romero y María Ponce indican que el primero tiene más tirón personal que la segunda: no en vano es alcalde de Palos de la Frontera desde 1995 y en las últimas municipales logró casi el 60 por ciento de los votos. Añádase a ello el muy significativo dato de que la lista al Senado que lideraba Romero obtuvo casi 16.000 votos más que la de Cortés al Congreso.

No sucedió lo mismo, sin embargo, en las elecciones de 2016. El reparto también fue de tres senadores para el PSOE y el cuarto para el PP, pero los tres candidatos del PP obtuvieron casi los mismos votos, aunque por debajo del candidato socialista con menos sufragios.

Fue elegida senadora Loles López Gabarro con 78.862 votos, pero sus compañeros de candidatura recibieron prácticamente el mismo apoyo: 75.703 votos Soledad Guadamillas y 74.635 Pedro Yorquez. Y parecidas proporciones arrojó la votación de las generales de diciembre de 2015. En ambos comicios, ninguno de los nombres del PP a la cámara alta sufrió castigo. Puede que el 10 de noviembre no suceda lo mismo.