El bloqueo por el Partido Popular de la renovación del Consejo General del Poder Judicial es un crimen, pero no un error. La reforma exprés que planea el Gobierno para rebajar a mayoría absoluta la mayoría cualificada para desbloquear esa renovación no es un crimen, pero sí un error.

“Es peor que un crimen, es un error”. La célebre sentencia con que el ministro Fouché definió la ejecución por Bonaparte del duque de Enghien, último vástago de la Casa de Borbón, ha dado mucho juego en política; en realidad, ha dado más juego del que debiera, pues demasiados políticos poco escrupulosos han pretendido dorar sus acciones infames amparándose en el cinismo ilustrado del tenebroso ministro napoleónico.

Si la reforma sale adelante, para renovar el CGPJ ya no serán necesarios 210 diputados, sino que bastará con la mayoría absoluta de 176. Irritados e impotentes ante la descarada falta de deportividad del Partido Popular que, cada vez que pierde las elecciones, se niega a sustituir la mayoría judicial obtenida en buena lid cuando había sido el partido más votado, Partido Socialista y Podemos han decidido tirar por el camino de en medio y enmendar un crimen con un error.

Que el PP hace trampas es obvio. Que quienes ahora se escandalizan por la reforma exprés vienen guardando un elocuente silencio ante el ventajismo conservador también es obvio. Como lo es que, pese a la interinidad del Consejo, su mayoría conservadora, con Carlos Lesmes al frente, ha hecho 57 nombramientos discrecionales para otras tantas plazas de alto nivel de la judicatura.

Consciente del calvario judicial que tiene por delante, el PP conoce bien la importancia estratégica de propiciar una mayoría de jueces conservadores en determinados tribunales que tienen que juzgar casos políticos de alto voltaje como Kitchen o Bárcenas.

Todo eso es cierto. Es cierto y además es mucho, pero no es bastante para hacer lo que socialistas y morados pretenden hacer: una jugada que devaluará todavía más el ya devaluado órgano de gobierno de los jueces y, en consecuencia, la justicia misma, cuando, justamente, una de las asignaturas pendientes de nuestra democracia es hacer más equilibradas, decentes y ecuanimes determinadas instituciones mediadoras y estructuras de poder transversales como el CGPJ.

Por lo demás, el movimiento ideado por los cráneos priviligiados del Ejecutivo es pan para hoy y hambre para mañana: si el Partido Popular ya hace lo que hace para burlar la mayoría cualificada ahora vigente para renovar el Poder Judicial, qué no hará cuando no necesite más que una mayoría meramente absoluta contra la que, por cierto, hoy despotrica pero que sin duda mantendrá mañana cuando alcance de nuevo el poder. 

Los simpatizantes más benévolos del Partido Socialista prefieren atribuir a las ‘malas compañías’ con que se junta últimamente Pedro Sánchez este gusto al cuerpo que el Gobierno quiere darse a sí mismo para contrarrestar el desvergonzado ventajismo conservador. No se engañen los santos indulgentes: la responsabilidad política de un error de esa envergadura es del presidente del Gobierno, no de su vicepresidente segundo.