La localidad malagueña de Frigiliana está siempre y desde hace años en el top de los pueblos más bonitos de España. En distintas ocasiones ha estado cerca de obtener tal distinción. Callejuelas sinuosas, estrechas y muy bien cuidadas. Paredes blancas de blanca cal, macetas con plantas y flores en todo el recorrido y una fisonomía que recuerda en el Barribarto su genética morisca. Un empedrado callejero que junto al extremo blanco de las fachadas de las casas impactan con una luminosidad enorme cuando la luz del Mediterráneo se refleja en estas. Su casco histórico es Conjunto Histórico Artístico desde el año 2014. Todo ello, unido al cuidado de los propios vecinos y el esmerado y permanente apoyo que desde el Ayuntamiento se imprime a su mantenimiento, ha logrado que diariamente, en invierno y en verano, su plaza se vea llena de autobuses de visitantes tanto nacionales como extranjero y que el turismo como motor económico de un territorio sea en Frigiliana mucho más que una frase o un deseo.

Del blanco al marrón

Por eso cuando recientemente la calima asoló parte de España y muy especialmente la provincia de Málaga y las ciudades y pueblo amanecieron de color marrón con un molesto polvo y un sucio barro, los frigilianenses (o aguanosos, que es el segundo gentilicio) sintieron una doble herida. Por un lado la de quien ve como su pueblo cambia el limpio y luminoso blanco por el impuro e indecoroso marrón. Por otro la del trabajador, restauradores, dueños de bares, camareros y comerciantes que temen que la principal fuente de ingresos de las familias, el turismo, se ausente por el deterioro, afortunadamente efímero y temporal, por la fealdad de la imagen de ese momento.

El “barro caído del cielo” convirtió en un infierno estético por unos días a Frigiliana. Pero un pueblo galardonado con el I Premio Nacional de Embellecimiento en 1982, no podía tardar mucho en reaccionar y en ponerse manos a la obra.

Movimiento ciudadano para limpiar las calles

Por eso no resultó extraño ver a los vecinos, como si de un ejército de salvación local se tratara, desde el primer día afanarse con prontitud y eficacia en limpiar los rastros que la calima, polvo y barro, dejaban. Así un día y otro, sin cesar. Ciertamente es que después de que la calima se fuera “con el polvo y barro a otra parte”, las consecuencias de estas torrenciales precipitaciones mezcladas con polvo sahariano, fueron tan fuertes que habrá que recuperar fachadas y algún edificio con pintura. Nada que los vecinos ya no estén haciendo ni el Ayuntamiento con su alcalde a la cabeza, Alejandro Herrero Platero, impulsa.

Y es que los aguanosos son la parte fundamental de mantener en impoluto estado cada casa, cada fachada y cada ventana en la que vive. La gente de Frigiliana es que es así, es su forma de ser y de vivir y se encargan de que, de generación en generación, ese sentido de responsabilidad territorial se herede.

Rebelión de los moriscos

Frigiliana, a 57 kilómetros de Málaga y a 7 de Nerja, está situada en la zona más oriental de la comarca de la Axarquía, asomada y vecina de enfrente del Mediterráneo y de la Cueva de Nerja y junto al Parque Natural de las Sierras de Almijara, Tejeda y Alhamaparte. Además de belleza y naturaleza, la localidad posee un rico y antiguo pasado. La famosa Rebelión de los moriscos, que comenzó en las Alpujarras granadinas y un año más tarde afectaría a toda la Axarquía, motivada por la fuerte represión religiosa hacia la población mudéjar, tuvo parte de su epicentro en este pueblo blanco. Hernando El Darra, vecino de Frigiliana de origen hispano-musulmán convertido al cristianismo, descendiente de alcaides de Frigiliana, fue proclamado capitán de la revuelta y encabezó el levantamiento de los moriscos de la Axarquía que se reunieron para hacer frente a las tropas reales en el denominado Peñón de Frigiliana.

Festival Frigiliana tres culturas

Por eso, con ese legado histórico y esa fisonomía de sus calles moriscas, cada año desde 2006, se organiza y se celebra el Festival Frigiliana 3 Culturas, una mezcla de fiesta, ocio y cultura que nació con el objetivo municipal de promocionar la localidad y que finalmente se ha transformado en un evento de enorme dimensión con alternativas gastronómicas, musicales, artísticas, lúdicas o teatrales. Una gran Ruta de la Tapa, un enorme Mercado de las 3 Culturas, conciertos cada día del festival, representaciones callejeras, pasacalles, conferencias, cine, espectáculos nocturnos de fuego, talleres, artesanos…, todo ello se da cita en el festival con miles de visitantes deambulando por las calles del pueblo morisco. Unas cuidadas calles y unas blancas casas  que una lluvia torrencial y un polvo sahariano convirtieron por unos días en una ciudad marrón, sucia y polvorienta. Pero aun así, la localidad axárquica nunca dejó de ser bella porque su hermosura y atractivo son de tan grandiosa dimensión que ningún fenómeno meteorológico pude nublar su encanto. A pesar de la calima, a pesar del barro, el polvo y el lodo y del color marrón en el que mutó, Frigiliana siguió siendo bella. Porque ya se sabe que “la belleza está en el interior”, está en sus gentes y en su pueblo.