1. Olvido letal

Si, por haber sacado el peor resultado de su partido en la historia de la autonomía andaluza, a Juan Manuel Moreno Bonilla había que matarlo en 2018 –todo el mundo estaba de acuerdo en ello y así estaba decidido de hecho por Génova antes de producirse la milagrosa carambola que lo llevó a San Telmo–, ¿por qué prácticamente nadie hoy en el Partido Socialista ni en la propia opinión pública plantea que habría que hacer lo mismo con Juan Espadas, cuyo balance electoral ha sido igualmente desastroso? ¿Qué es peor: que muchos pidan tu dimisión o que nadie se acuerde de pedirla? Ese olvido no es buen síntoma.

2. Un copyright propio

Para la derecha política y mediática, Juan Espadas es –por su talante personal y por su menguada cosecha del 19-J– un candidato cómodo: su liderazgo no entraña riesgos para el presidente de la Junta. El secretario general del PSOE necesita con urgencia labrarse una cierta fama de político capaz de poner en algún que otro apuro a Juan Manuel Moreno. La marca comercial de político dialogante, moderado y cordial ya la tiene Moreno; Espadas tiene que forjarse un copyright propio que levante el ánimo a sus abatidos seguidores y que al PP le dé un poco de miedo, o al menos un poco de inquietud.

3. Foto de familia

En los años ochenta llegaron a ser el doble, pero, siendo justos, ni sus compañeros de entonces habían hecho tantísimos méritos para ser tantos ni los de ahora han hecho tan poquísimos para ser tan pocos. Entonces, el viento de la historia soplaba de popa y hoy lo hace de proa. La foto de familia de los 30 diputados socialistas del grupo parlamentario que ilustra este artículo podría tener muchos títulos de inspiración cinematográfica, pero ninguno de ellos sería piadoso. Sarcástico: 'Grupo salvaje'. Fatídico: 'Los muertos'. Realista: 'En tierra hostil'. Orgánico: 'El silencio de los corderos'. Militar: 'La fiel infantería'. Demoscópico: 'Lo que el viento se llevó'. Cruel: '30 del patíbulo'. Conveniente: 'Salvar al soldado Juan'.

4. Sin salida

Quienes en el PSOE andaluz piensan que debería pasar algo en respuesta al naufragio del 19-J no presionarán para que pase, pues cualquier recriminación o ataque a Juan Espadas lo es también, por definición, a Pedro Sánchez. El formato de primarias andaluzas patrocinadas por Ferraz –Pedro era el espónsor de Juan– propició entonces la victoria orgánica de Espadas, pero bloquea ahora cualquier pretensión de debate interno sobre las causas del ‘domingo negro’. ¿Es verosímil pensar que sin hacer cambios si no profundos, al menos visibles podrá el PSOE andaluz afrontar con garantías el crucial desafío de las elecciones municipales de la próxima primavera? El drama socialista es este: hacer unas nuevas primarias es una mala opción... y no hacerlas también lo es.

5. Las verdes praderas

Ciertamente, la vara de medir las derrotas que suele aplicarse en los partidos nunca es igual para todos. La gente de Susana Díaz tiene, ciertamente, derecho a quejarse, pero olvidan que tampoco ella hizo lo que seguramente tenía que hacer cuando en 2018 el PSOE perdió la Junta de Andalucía: admitir el fracaso y dimitir como secretaria general. Tampoco entonces hubo el debate que debió de haber. En primera instancia, las primarias hacen reverdecer la democracia interna en los partidos, pero, en segunda, arrasan las praderas donde antaño los cuadros y militantes hacían sus debates y desplegaban sus autocríticas. Las primarias alientan el cesarismo, que es un formato de poder valiosísimo en tiempos de guerra pero deletéreo en tiempos de paz.