En los últimos tiempos se multiplican hasta casi al infinito las convocatorias de todo tipo de jornadas, encuentros o seminarios en línea para hablar de la transición ecológica, la lucha contra el cambio climático, los ODS y la Agenda 2030, la España vaciada, etcétera. Son los temas tendencia en la política, los medios de comunicación, los foros empresariales, la vida universitaria y la publicidad. Como se ha visto en la reciente cumbre climática de Glasgow el dinero fluye con abundancia para discutir sobre lo que debería hacerse, firmar manifiestos y adherirse a compromisos de futuro. En los colegios, institutos y universidades también se celebran centenares de actividades de concienciación para invitar a la infancia y a la juventud a portarse bien y a comprometerse con un entorno saludable.

Está claro que hay dinero, y mucho, para decir lo que hay que hacer; Sin embargo, no lo hay para hacer lo que se debe en casi todos los ámbitos. A la hora de la verdad, faltan recursos para pasar de las palabras a los hechos: empezar a poner paneles solares en las cubiertas de empresas, administraciones públicas, viviendas unifamiliares y bloques de pisos, porque actuar implica complicarse la vida colectiva e individualmente. Lo mismo ocurre en pueblos y ciudades a la hora de facilitar que los ciudadanos cuenten con suficientes contenedores de recogida selectiva, que no tengan que peregrinar hasta encontrar el que buscan y que los disponibles no estén a rebosar.

Ya pasó el tiempo del bla bla bla y la retórica. Se nos han agotado las excusas, las coartadas para la pereza corporativa e individual. Como se ha visto en la pandemia, el egoísmo y la avaricia con las vacunas sólo conducen a la catástrofe que tenemos encima.

¿De qué ha servido el América first, el Brexit, o los europeos, los españoles, primero? Se optó por competir y no por compartir y el desastre está servido.

Cuando casi todo está echado a perder, llegamos tarde a la reindustrialización, la relocalización de las empresas deslocalizadas a esos países, a los que se les ha negado prácticamente lo necesario, pero se les ha llenado de armas de última generación.

En plena tormenta perfecta en el planeta por la conjunción de las crisis energética, sanitaria  y migratoria, a las clases dirigentes de China, Rusia, Europa, y la alianza AUKUS (Australia, Reino Unido y Estados Unidos) no se les ocurre otra cosa que el aumento del gasto militar. Absolutamente lamentable, pero rotundamente cierto. Hay dinero y prisa para todo lo insensato y falta para todo lo sensato.