Hay manuales de capacitación del escritor de artículos periodísticos, tantos como tutoriales para las maquinitas electrónicas que nos rodean. En todos estos tratados de buena voluntad te proponen que elijas el tema, que sintetices en varios apartados los distintos aspectos que le vas a dar al tratar el asunto, hasta cómo tomar partido o el tono de rigor, humor o seriedad que le vas a dar al contenido.

No he encontrado ningún manual para escritura en tiempo de crisis; parece que todo es más fácil o está sobrentendido. La realidad te desborda de tal forma, que se debe recurrir a los tratados de supervivencia, los más recientes protocolos de protección civil, o a las jaculatorias protectoras de los devocionarios.

La verdad es que cuesta concentrarse, si la primera línea se la dedicas a los datos del paro, te abordan las siniestras predicciones económicas para España del FMI; si quieres encontrar ecuanimidad en la cuestión catalana, Mas se pone a inflar un globo y el ministro Wert coge su banda preferida, la derecha, y manda un pelotazo sin ton ni son (muy pensado por él, lo que lo hace más preocupante), hasta encontrarse un “borbonazo”; mientras los ríos de ciudadanos protestan, la mayoría silenciosa espera el despido cercano, la notificación de desahucio o la hora de ponerse en la cola del banco de alimentos; el banco malo no ha iniciado su andadura, y parece que los privados llamados a sentarse en él lo ponen en cuestión, por tener cojas las patas.

Pero para insuflarse ánimos ante tanta alarma, la Suiza, la de los relojes exactos, la de los chocolates de oro, la de los bancos de caudales numerados; está preparando a sus fuerzas militares para enfrentarse a los futuros disturbios sociales que se van a desarrollar en el centro de Europa como consecuencia de la crisis, y que puede que trasciendan sus fronteras. El presagio del país de los bancos, es que la crisis provocada por los mismos bancos, no tiene otro remedio que el garrote y tente tieso contra los ciudadanos paganinis de la crisis. Dividir la sociedad entre bancos y ciudadanos, no es un problema de votantes contra impositores, es un problema de democracia contra usura y despilfarro.

¿De qué va esto? La crisis ha conseguido ser terrorífica en sí misma y su superación está mermando nuestras resistencias. Medidas gubernamentales, ocurrencias o pálpitos ideológicos carecen de crédito, y nunca mejor dicho. La crisis, como la “tormenta perfecta”, es un fluir de desgracias, de “a salvarse tocan”, de órdenes y contraórdenes, de esperanzas leves y grandes frustraciones, de lejanos horizontes tranquilizadores. Pero aunque parezca un premio de consolación, hay que alegrarse de que la UE, en los días más tempestuosos desde su creación, reciba el Premio Nobel de la Paz.