Lo que acaba de estallar en Podemos, aunque se venía gestando desde hace tiempo, no es una batalla por el control del censo de inscritos o por el reglamento que debe regir para las primarias en los distintos territorios. Lo que en realidad enfrenta a Teresa Rodríguez con los dos Pablos, Iglesias y Echenique, es la crucial pregunta de ¿quién manda aquí?, que también admite la formulación menos descarnada de ¿quién debe mandar aquí?

Ni la pregunta es nueva ni Podemos es la primera fuerza que intenta responderla sin desgarrarse internamente. El PSOE andaluz de los ochenta conoció bien ese paño: Rafael Escuredo y José Rodríguez de la Borbolla, caídos bajo el fuego amigo de Ferraz que entonces dirigía con mano de hierro Alfonso Guerra, podrían darle buenos consejos al respecto a la líder regional de Podemos.

Central, federal, confederal…

Que esté en juego quién manda en Podemos Andalucía no significa que los encontronazos entre Madrid y Sevilla obedezcan a claves de ambición personal. La ambición está sin duda detrás de los contendientes, pero es una ambición de naturaleza esencialmente política: Teresa quiere un poder orgánico andaluz real y efectivo, dentro de Podemos pero real y efectivo, mientras que los Pablos tienen una concepción más centralizada –o centralizante– de lo que debe ser un partido.

Las posiciones de Rodríguez son formalmente federales pero materialmente confederales, aunque desde Madrid están siendo interpretadas poco menos que como posiciones arteramente secesionistas.

La líder andaluza subraya una y otra vez que en ningún caso pretende crear un partido ajeno, contrario o independiente de Podemos, pero en Madrid sencillamente no la creen. O han decidido actuar como si no la creyeran: a fin de cuentas, lo que está en juego es nada menos que la unidad de acción y la cohesión ideológica y orgánica de una fuerza que aspira a arrebatar al Partido Socialista la hegemonía de la izquierda.

Encuentro en Madrid

Este viernes, Pablo Echenique y Teresa Rodríguez mantendrán, a instancias de esta última, un encuentro en Madrid que será decisivo para rebajar una tensión que ha ido a más en las últimas semanas y que tuvo su punto de inflexión en la presentación, el pasado día 5 en Sevilla por Rodríguez y el líder de IU Antonio Maíllo, del manifiesto ‘Adelante Andalucía’.

Se trataba, en realidad, de un paso más hacia la confluencia andaluza en la que vienen trabajando ambas organizaciones desde hace meses, pero que despierta fuertes recelos en los Pablos, quienes entienden que, como mínimo, Teresa ha llevado las negociaciones con Maíllo con sospechosa opacidad.

La sensación en bastantes personas del entorno de la líder andaluza es que la dirección nacional está poniendo palos en las ruedas de un frente andaluz de izquierdas al que ella le otorga una trascendencia histórico. Lo demás, decía hoy mismo en Málaga, "son chascarrillos".

La escalada

La dimisión días atrás de su cargo en la dirección regional de Podemos de la diputada pablista Isabel Franco, el durísimo comunicado contra Rodríguez de Juventud Morada Andalucía y el lanzamiento ayer mismo por parte de cargos públicos y militantes de la plataforma ‘Defender Podemos Andalucía’ parecen formar parte de una estrategia inspirada por Madrid para frenar lo que consideran un intento de “desconectar Podemos Andalucía para fusionarnos con IU en un nuevo espacio con normas y vida propia”.

Voces del pasado

El enfrentamiento a cara de perro entre Sevilla y Madrid no es nuevo en la política andaluza. Quien lo sufrió con más intensidad en sus carnes fue la federación socialista andaluza, a la que hoy, ciertamente, no le tose Ferraz, pero eso ocurre después de haberse dejado en el camino dos presidentes autonómicos que, en la década de los ochenta, intentaron algo bastante parecido a lo que ahora intenta Teresa Rodríguez: construir un poder orgánico autónomo, real y efectivo. Dentro del PSOE, pero real y efectivo.

Cuando Rodríguez les recordaba días atrás a sus compañeros de la dirección nacional que “las elecciones en Andalucía no se ganan desde Madrid” no estaba diciendo algo demasiado distinto de lo que decían hace 30 o 35 años Escuredo y Borbolla. Ambos perecieron en el intento pero, en buena medida, ganaron la batalla ‘después de muertos’ pues hoy el PSOE andaluz no es menos andaluz que socialista. ¿Será Podemos en el futuro tan andaluz como morado, según pretende Teresa pese a la incomprensión de los suyos?