Ciertamente, el toro de los ERE es, se mire como se mire, mucho toro. Aunque la sentencia no sea firme, los adversarios del Partido Socialista hablarán durante mucho tiempo de ella como si lo fuera; y si un día el Supremo la modifica de manera sustancial en beneficio de los condenados, seguirán diciendo más o menos lo mismo porque en la naturaleza de la política está ser deliberadamente injusto con el adversario.

La dura sentencia del tribunal de Sevilla ha resucitado la ‘pinza’, pues no en vano su contenido da para esa resurrección y para muchas más. El PP de siempre, el Ciudadanos de ahora y el Podemos de Teresa Rodríguez se han lanzado a la yugular genérica del Partido Socialista, y eso entraba dentro de lo previsible, pero también a la yugular particular de Susana Díaz, y lo hacen a cuenta de que el Gobierno que ella presidía se retiró de la acusación de la pieza política porque no creía que hubiese habido una maquinación institucionalizada para otorgar las ayudas, sino únicamente una gestión fraudulenta en la concesión de algunas –más bien muchas­– de ellas.

Epitafios a gogó

Se hable desde Ferraz o se hable desde San Vicente, es pronto para saber si Díaz está acabada. Y no solo pronto: en realidad, es imposible saber ya si Díaz está acabada. Para saberlo habrá que esperar todavía bastantes meses. De momento, entre los ‘ferrazólogos’ no parece haber un consenso claro, aunque son mayoría quienes se muestran seguros de que la decisión de decapitar a Díaz está tomada.

Quienes, a raíz de la sentencia y con diversa entonación, han escrito su epitafio es muy posible que se hayan precipitado: no porque no puedan tener razón, sino porque no pueden tenerla ahora, cuando falta mucho tiempo hasta que los socialistas andaluces abran su proceso de primarias.

Guste o no a sus adversarios, Díaz llegará viva a ese proceso aunque, ciertamente, hoy por hoy nadie sabe cómo de viva llegará ni si sus críticos habrán encontrado para entonces alguien capaz de ‘matarla’.

Que tales críticos existen y que tienen buenas razones para existir, es innegable y se sabe; lo que no se sabe es su peso real dentro de la organización: su peso medido en cifras, porcentajes, influencia, su peso medido, en fin, en capacidad para formular y materializar una mayoría orgánica alternativa a la que hoy sostiene a la secretaria general.

Si incógnita es el peso orgánico de los enemigos de Díaz, incógnita es también, y mucho más decisiva si cabe, lo que haga finalmente Pedro: si, siendo todavía presidente del Gobierno, patrocina un candidato o candidata alternativa a Díaz, la federación andaluza puede convertirse en un Vietnam, desde luego, pero, en tal caso, es poco probable que los rebeldes del Vietcong derroten al poderoso Imperio pedrista.

Entre Postdam y Versalles

Desde luego, la Susana Díaz de hoy no es la del 21 de mayo de 2017, cuando Pedro Sánchez le hizo morder el polvo como nunca se lo habían hecho morder en toda su carrera política. La de hoy ni siquiera es la Susana Díaz del 2 de diciembre de 2018, cuando ganó las elecciones pero perdió el poder, frente a quienes perdieron las elecciones pero ganaron el poder.

Es más: la Susana Díaz de hoy puede que ni siquiera sea la del 27 de abril de 2019, cuando aún faltaban unas horas para que se produjera la victoria indiscutible –aunque luego pésimamente gestionada– del Partido Socialista que certificaba que Pedro Sánchez era el ‘puto amo’. Ahí fue cuando debió de tener lugar el punto de inflexión en Díaz Pacheco: 'je suis un autre'.

El buen resultado socialista de abril en generales y el todavía mejor de mayo en municipales y autonómicas evidenciaron que había Pedro para rato: a Díaz solo le restaba negociar las condiciones de la rendición.

Y es aquí donde aparecen discrepancias entre los observadores: para unos, el pacto suscrito entre ambos, dos días después del 26-M, fue una suerte de Paz de Versalles de la que salió una Díaz cadáver a la que solo restaba ponerle la fecha exacta del entierro; para otros, fue más bien un acuerdo tipo Conferencia de Postdam donde los vencedores, más por interés que por generosidad, pensaron que lo mejor para todos era dar una última oportunidad a la Alemania derrotada.

La bomba H

Es esa su última oportunidad lo que Díaz viene gestionando desde entonces: hacia dentro, cuidando a militantes, dirigentes locales y alcaldes del partido; hacia fuera, recomponiendo, no sin controversia, el grupo parlamentario para armar una oposición capaz de salvar el buen nombre de una gestión socialista de 37 años que el nuevo Gobierno está firmemente determinado a desacreditar.

Para el Ejecutivo de Juanma Moreno, la sentencia de los ERE ha sido un regalo del cielo. En el PP la consideran una especie de bomba H con un poder destructor nunca visto. Lo sea o no lo sea, la condena de dos expresidentes y cinco exconsejeros socialistas inflige, aunque colateral, un severo daño a Díaz. ¿Por qué colateral? Porque el fallo debilita a Díaz Pacheco en tanto en cuanto debilita al PSOE, no debilita a este en tanto en cuanto la debilita ella.

Ahora bien, la debilidad de Díaz viene de lejos, no de la sentencia de hace diez días: viene del 1 de octubre de 2016 (Comité Federal), del 21 de mayo de 2017 (primarias) y del 2 de diciembre de 2018 (generales). Las tres fechas han erosionado gravemente la figura de la expresidenta.

¿Lo han hecho hasta el extremo irreversible de inhabilitarla como candidata con opciones de recuperar la Junta de Andalucía? Pedristas irredentos, susanistas conversos, observadores ecuánimes y autorizados ‘ferrazólogos’ aseguran que sí. El futuro dirá si, además de disponer de buenos argumentos para tener razón, la tienen realmente.