¿No lo oyes? Nos cruzamos con otro altocargo, llovía y la verdad: debajo de un paraguas y con la mascarilla, un altocargo se parece a otro altocargo como los consejeros de presidencia a los consejeros de presidencia. Fue, creo, la voz. Detrás de aquella había al menos tres direcciones generales, dos jefaturas de gabinete y una viceconsejería. Saltándose todos los protocolos ensayaron un abrazo pero les salió interruptus por la falta de costumbre.

Alcanzamos un refugio en forma de bar y un tinto que dejaba en boca las ganas de cháchara de un argentino asilado en los 80. Pronto fue tarde para el chiste generacional: ¿Tú también follas poco? Ojalá, dijo el otro. No es de los peores de mi altocargo. Y sin más protocolos, Bárcenas.

La misma música, pero ay con la letra: Arenas por fin al final de la escapada. No deja de tener su literatura. Cuando Bárcenas cumplía con la rica tradición de los patriotas españoles en Suiza, se me quedó en los pliegues del alma aquella frase de Javier (por Arenas). Dijo “mi amigo Luis”. Un rato después, una garganta profunda marbellí me hizo llegar aquella foto “de ellos”: Bárcenas, Sepúlveda, Iturgáiz, Gerardo Galeote y Arenas (por Javier) practicando pádel de alto riesgo en San Pedro de Alcántara: total, 44 años de cárcel de alto riesgo.

¿No lo oyes? No me refiero a Arenas ni a Bonilla y “sus” 600.000  ni a Casado ni al PP, dijo con rabia el altocargo que no era el mío: los que van a volver a pasar por un infierno tras la última “cantata” de Bárcenas son Griñán y Chaves. Se oye ya el afinado rumor de la maquinaria del dinero engrasando sus radios, sus teles, sus redes fecales, que son casi todas (suyas).

La sección femenina rediviva, las adoratrices de Cristo Rey en genuflexión, los presidentes de las hermandades de penitencia, los niños de primaria de los colegios concertados de los barrios ricos (y pobres), los directores de oficina de los bancos, todos los ejecutivos que viajan en el ave, los picapedreros de las faes, las novias y los novios de Nuevas Generaciones, los vestuarios de los clubes de golf, los amigos escritores de Cayetana y su novio, los militares que quieren fusilar a rojos hijos de puta, los alcaldes y concejales sedicentemente populares, los patronos de yates, dirán, con una sola voz, Chaves y Griñán cada vez que alguien pronuncie el apellido Bárcenas. En este instante, un ejército de mercenarios tertulianos hambrientos de equidistancia corren a los medios para maldecir sus nombres.

El vino se volvió amargoso. Su fue la lluvia, se quedó una de esas feas tardes del invierno interminable. En el boletín horario de la radio del coche la portavoz del PP ya le había arreado a Bárcenas con Chaves y Griñán mediante. Mi altocargo, con la pesadumbre de la derrota vital, apagó la radio.

La equiparación moral del ladrón Bárcenas con Chaves y Griñán es el capítulo último de la historia universal de la infamia que escribirá Borges cuando resucite. ¿No los oyes?