No habrá cordón sanitario alguno en torno a VOX. La idea lanzada por los socialistas andaluces la noche misma de la debacle electoral no ha hallado el más mínimo eco ni en los partidos del centro derecha ni tampoco en Adelante Andalucía, que ha interpretado el llamamiento del PSOE para marginar a la ultraderecha como un taimado intento de conservar el poder con el apoyo de la confluencia y la abstención de Ciudadanos.

El muro de la indiferencia

Aunque sobre el papel comparten la opinión socialista sobre VOX, en lo último en que están pensando ahora Teresa Rodríguez y Antonio Maíllo es en salvar al PSOE. Bastante tienen con salvarse a sí mismos manteniendo a flote una confluencia que, pese a haber sido tejida cuidadosamente durante largos meses, no ha seducido a los votantes de Podemos ni de Izquierda Unida.

La indiferencia de Rodríguez y Maíllo ante las llamadas del PSOE apenas necesita explicación: entre los dos partidos se quedan a cinco escaños de la mayoría absoluta, y Ciudadanos jamás se los dará. De llegar a materializarse ante la Cámara, una propuesta de investidura de Susana Díaz con el apoyo de Adelante no haría más que alargar la agonía antes de que la aritmética parlamentaria impusiera su ley de hierro: los 59 diputados de PP, Cs y VOX siempre derrotarán a los 50 de PSOE y Adelante.

Súmese a la fatalidad aritmética el aborrecimiento ideológico que ambas izquierdas sienten mutuamente, añádase la negativa de Adelante Andalucía a blanquear la derrota de Díaz facilitando su carrera por la investidura y se tendrá un dibujo bastante aproximado de por qué la sombra de VOX no suscita en la izquierda la inquietud que cabía esperar.

Una apuesta fallida

La apuesta socialista –temprana pero poco convincente– de aislar a VOX no ha logrado, en efecto, hacerse un hueco en la mesa de juego configurada tras el 2-D. Los otros jugadores no se han sumado a ella.

O si lo han hecho, como el es caso de Ciudadanos, ha sido devolviendo al PSOE su propio guante: si tan alarmados están los socialistas con VOX, permitan con su abstención un Gobierno constitucionalista de PP y Cs. El ofrecimiento naranja tiene trampa, contesta el PSOE esgrimiendo su triste victoria electoral. ¡Pues anda que la proposición socialista no lo tiene!, replica Cs esgrimiendo su férrea suma con el PP.

Alemania, Francia, España

Lo cierto es que a pesar de las concurridas manifestaciones ‘contra el fascismo’ inspiradas por Podemos tras conocerse el resultado andaluz, en la opinión pública en general y en los votantes de la izquierda en particular parece haberse impuesto la resignación. No es ya que Ciudadanos y PP no vayan a dejar pasar la ocasión de apoyarse en VOX para desalojar al partido que ha gobernado Andalucía durante 36 años, es que el hecho de que ambos lleguen al poder gracias a la extrema derecha no escandaliza a nadie.

La derecha moderada francesa o alemana pudieron darle la espalda a los ultras de sus países porque sectores muy importantes de la opinión pública y de sus votantes así se lo reclamaban y no les habrían perdonado que no lo hicieran.

No ocurre lo mismo en España. Ni en Andalucía, pese a haber sido el territorio más de izquierdas del país durante decenios. Las emociones públicas desencadenas por la irrupción inesperada de VOX planean mucho más en la órbita de la resignación que en la de la indignación.

Resignación pública, indignación privada

Pero maticemos algo más. No es que nadie en Andalucía se haya indignado con los 12 diputados de VOX: es que esa indignación está siendo puramente privada, aunque haya tenido su eco en Twitter o Facebook; aunque sincera, es obvio que esa indignación no ha cristalizado en una marea civil de envergadura. Lo cual, a su vez, no significa que en el futuro a Ciudadanos vaya a salirle gratis haber llegado por primera vez al poder en una comunidad importante gracias a la ultraderecha.

En esa estrategia de hacerle pagar un alto precio está precisamente el PSOE, y no tanto pensando en evitar ahora un Gobierno de PP y Cs respaldado por VOX como pensando en las municipales y autonómicas de mayo. Como en esa convocatoria electoral los SOS de la izquierda no hagan mella en los votantes de PP y Ciudadanos ni movilicen a los de PSOE y Podemos, la ultraderecha tendrá silla propia por mucho tiempo en la mesa de juego de la democracia española.

De aquí a mayo

Ciertamente, hay pocas dudas de que la legislatura andaluza que arranca el próximo día 27 con la constitución del Parlamento quedará a expensas de la extrema derecha. Lo que está por determinar es el precio exacto que las huestes de Santiago Abascal pondrán a su auxilio para sostener al nuevo Gobierno.

De aquí a mayo, VOX tiene que demostrar a sus casi 400.000 votantes que no se equivocaron, y para ello deberá ajustar bien sus honorarios políticos: ni tan altos que ahoguen a sus socios y atemoricen a los ciudadanos, ni tan bajos que enfurruñen a sus simpatizantes y en mayo le den la espalda en las urnas.