Una estadística de inspecciones de la Conselleria de Salut del Gobierno de Balears ha encendido las luces de alarma sobre los establecimientos de restauración de unas islas que lideran el turismo en España, con cerca de un 24% de toda la actividad estatal de este ramo. Para resumirlo en pocas palabras: 2 de cada 3 restaurantes del archipiélago balear suspende o aprueba por los pelos las inspecciones sanitarias.

Las cifras son las siguientes: a lo largo de 2017 se realizaron unos 3.000 controles por parte de los servicios de seguridad alimentaria y se detectaron 2.600 incumplimientos de la normativa en distintos niveles de gravedad. Es preciso señalar que algunos establecimientos acumulan varias faltas. La consecuencia práctica es que se han abierto sanciones para 125 establecimientos que han supuesto el cierre de 23 de ellos. Las inspecciones no solo incluyen los restaurantes y hoteles turísticos sino también los comedores escolares, residencias y centros de producción de comida preparada.

Si bien los peligros reales para la salud pública solo afecta a 14 establecimientos, otros datos resaltantes de la inspección es que alrededor del 50% de los que han sido visitados alcanzan una nota de aprobado muy rascado, lo cual es considerado como impropio en una comunidad eminentemente turística.

La patronal del sector exige al Gobierno balear las justas sanciones para quienes no cumplan la normativa pero, igualmente, una distinción – la denominación Gold – para aquellos que la cumplan sobradamente. Justifica el elevado número de sanciones en la sobredimensión del sector de la restauración balear – actualmente hay registrados 7.800 establecimientos - donde conviven restaurantes con estrellas Michelin y otras iniciativas llevadas a cabo con niveles ínfimos de profesionalidad: restaurantes o casas de comida que han surgido como pretendidos salvavidas de algunas personas en dificultades que, en muchos casos, no reúnen la experiencia ni el conocimiento para superar las inspecciones del departamento de sanidad alimentaria. A eso hay que añadir que a la baja calidad del producto se añade con frecuencia otros incumplimientos en materia laboral.

El sector de la restauración, así como el de bares y cafeterías, se ha convertido en un sector refugio para los desempleados de otras ramas de producción sin que por ello hayan recibido la formación necesaria.