Los dirigentes de Podemos están cada vez más preocupados. ¿Por los pactos con el PSOE?, ¿por Ciudadanos? No, por la alcaldesa de Barcelona que ha decidido no ser solamente un verso libre de la izquierda radical. Ahora pretende liderarla.

Los extraordinarios resultados que Ada Colau obtuvo en las últimas elecciones generales, siendo Catalunya Sí que es Pot la formación más votada en Cataluña, hicieron torcer el gesto a Pablo Iglesias. La ex activista social no es de confianza para él. En varias ocasiones ha mantenido una línea de criterio distinta, cuando no opuesta abiertamente, a las directrices que Iglesias imparte a socios y militantes. El líder de Podemos espera obediencia ciega y, en eso, Colau rompe los moldes. Algunas cuestiones hacen que ambos dirigentes mantengan una relación cordialmente fría, como aseguran algunos de los colaboradores más cercanos a la alcaldesa de Barcelona.

A pesar de mantener las formas, porque saben que a ninguno de los dos les conviene escenificar una ruptura, las fricciones son diarias. Veamos algunos de los puntos en los que chocan Colau e Iglesias.

Organización política

En Podemos se pasó de una organización asamblearia, con los famosos círculos, a un partido claramente de corte leninista. Iglesias designa, propone, cesa y riñe a quien quiere y le apetece. El último caso ha sido el de Íñigo Errejón, forzado a un mutismo casi de gulag, por culpa de su postura respecto a la alianza con el PSOE de cara a un posible gobierno. Si esto se lo hace Iglesias a quien considera la persona más próxima políticamente hablando, no es difícil imaginar que actitud mantiene Pablo respecto a los que discrepan de él.

Durante mucho tiempo, Podemos ha intentado tener una sucursal efectiva en Cataluña. Pero ni Gemma Ubasart, dimitida hace meses como máxima responsable de la formación morada, ni las personas que podrían haberla sustituido, como Gemma Galdón, persona de confianza de Iglesias y que se perfilaba en un principio como la encargada de pilotar el Podemos catalán, han sabido cuajar un partido sólido y a las órdenes de Madrid.

Ada Colau, con su formación En Comú Podem con la que obtuvo la alcaldía de Barcelona a pesar de no tener más que unos pocos concejales, lanzó hace poco la idea de un nuevo partido de cara a las próximas elecciones. En aquel momento, Iglesias le dio la orden de pararlo todo. Con Podemos sin cabeza visible y desorganizado en Cataluña, lo que menos quería era una formación transversal con Colau al frente. Sabe que tendría muchos números para ganar en las catalanas y no desea a nadie que le haga sombra. Colau aceptó el ukase de Iglesias, pero no olvida.

Política de pactos

Mientras que Iglesias juega al gato y al ratón con los socialistas en el congreso, Colau ha llevado a cabo una política de acercamiento al PSC en el ayuntamiento de Barcelona. Colau desea tener una mayoría que le permita aplicar la geometría variable, táctica que comparten los socialistas catalanes. Una de las razones por las cuales éste pacto no se ha llevado a cabo es el absoluto veto que Iglesias ha establecido acerca del mismo. Tampoco quiere que Colau quede como la dirigente de la izquierda radical que sabe entenderse con la social democracia, mientras que él no hace más que ponerle palos en las ruedas a Pedro Sánchez. Colau también ha aceptado, pero ha dicho que no piensa esperarse todo el mandato.

Consulta sobre Cataluña

Llegamos al huevo de la serpiente de la política catalana de izquierdas. Ningún partido de éste ámbito se atreve a decir que nacionalismo e izquierdismo son diametralmente opuestos. Así le ha ido al PSC o a Iniciativa. Colau, que se sabe muy bien la lección, juega a una calculada ambigüedad en éste terreno. Derecho a decidir sí, federalismo, singularidad catalana, lengua catalana en la escuela. El mismo repertorio de siempre.

Iglesias, que dijo que haría un referéndum pero para intentar convencer a los catalanes para que siguieran en España – ya veríamos si lo convocaría – considera a Colau como “tibia” en éste aspecto y le pone de los nervios ver cómo actúa sin pedirle consejo. Los desplantes a los militares, por ejemplo, que siguen ésa pauta de Ada de “España es mala y hay que cambiarla”, chocan con la defensa a ultranza que Iglesias hace del ejército. Tuvo que ser el ex JEMAD y ahora diputado podemita José Julio Rodríguez  quien saliera a defender a Colau al no querer en el Salón de la Enseñanza de Barcelona la presencia de las FFAA.

Dos estilos, dos vedettes, dos personas que aspiran a ser el referente comunista-radical de todo el estado. Pero, como dicen en la película Mad Max: La cúpula del Trueno, solo uno puede salir vivo. Políticamente hablando, se entiende.