Javier Mayoral, autor de 'No te fíes del cielo', es profesor de Periodismo en la Universidad Complutense. Foto: Lorena Portero / Negratinta


Marcos es un joven que empieza en esto del periodismo. Lo hace como becario en una televisión pública de una región cualquiera. Su cometido, el del becario y el del medio en general, es cumplir escrupulosamente lo que marca el gobierno de turno. Salirse del renglón no es lo habitual. Este es el hilo conductor de 'No te fíes del cielo', la novela que Javier Mayoral, profesor de Periodismo en la Universidad Complutense, acaba de presentar.


A pesar de ser ficción, es tan real como la vida misma. Los que nos dedicamos a este mundo enseguida identificamos situaciones, vivencias, manipulaciones y órdenes sutiles, la peor de las influencias del poder en la obra publicada por la editorial Negratinta. El autor reconoce que no sabe si "llegará a todo el mundo y no solo a periodistas". Él la ha escrito con esa intención y una vez leída se puede asegurar que debería ser obligatoria, para que el ciudadano sea consciente de la realidad ficcionada de una profesión que "es maravillosa".

Charlamos con Javier Mayoral sobre un sector que, según el escritor, vive una burbuja aunque todavía hay esperanza.

Es una novela pero, como estamos entre periodistas, es una novela como nuestra vida misma
En efecto. Es una novela de observación como decía Plá. Una novela sacada de la vida, no de la imaginación o del intento de crear una nueva realidad, sino de la realidad pura y dura, de nuestra realidad.

Marcos, el protagonista, es un becario en un medio público ¿Recupera en esto España aquello de hace décadas de Spain is different o, dicho de otro modo, nos diferenciamos de otros países europeos?
Yo creo que sí, pero no tanto porque hayamos llegado a esto, sino porque me temo que venimos de una situación excepcional, de una dictadura con una televisión pública ligada al propio gobierno. Al pasar a la democracia parece que se trasladó la costumbre, en el sentido de que el que ganase las elecciones parecía que se llevaba a su lado la televisión pública. Esto no sucede así en otros países que gozan de una tradición democrática más consolidada. Creo que es una anomalía con la que hay que acabar. No podemos seguir relacionando al gobierno de turno, nacional o autonómico, con su televisión pública. No nos podemos resignar.

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La verdad es que sí. Podría ser como una especie un intento de protesta contra esa situación que parece que damos como inevitable y sí es evitable. Tanto los periodistas, como el resto de la ciudadanía no nos podemos resignar a que esto ocurra. Tenemos mucho que decir. El caso de España es verdaderamente particular porque salvo los informativos de TVE hace unos años u otro período en Telemadrid, no se puede hablar de independencia de los medios públicos.

Pero no hay excepciones, es decir, ejemplos de independencia de los medios de titularidad pública o intentos de...
Intentar sé que se intenta. Lo que no hay son garantías para que ese ejercicio de independencia sea constante y real, y esto desde el momento en que el director general o el presidente del medio en cuestión está nombrado a dedo por el poder político y este, a su vez, nombra al resto de 'su' equipo en cascada. Ayer decíamos en la presentación del libro en Madrid que con 20 personas no más, ya tienes garantizado lo que quieres que se diga en y desde una redacción.

Parece  que regresamos a otros años, a los de la censura, en los que los periodistas tenían que sortearla de alguna manera
Yo sé que hay gente que hace un esfuerzo enorme, verdaderos ejercicios de valentía muy elogiables. La clave no es una valentía individual, sino que haya una protección real, a través de organismos, como por ejemplo, consejos de informativos de TVE... pero no los de Telemadrid, que eran consejos de informativos alegales o ilegales directamente, y eso no tenía la fuerza de los de Televisión Española. No hay instituciones que amparen el ejercicio de la profesión con libertad e independencia y en estas condiciones es muy difícil luchar.

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Entonces, para sortear esas situaciones, imaginación al poder
En realidad, el informar debería ser un ejercicio natural, sin necesidad de tener que burlar, de recurrir a la imaginación para poder meter tal o cual noticia. Esto es propio de épocas predemocráticas y es muy triste. En la novela, algunos personajes tienen que llenarse de paciencia cuando llega el censor y les dice "esto no"...

Y de ahí se ha llegado a tomar la no independencia, la manipulación, como lo normal
Si antes venía el jefe a redacción y te decía "aquí las cosas se hacen así porque yo lo digo...", ahora no existe esa 'agresividad' sino que todo es mucho más sutil. Ya no hay ejercicio de autoridad, es cuestión de cinismo y templanza y es quizás lo más llamativo de las situaciones de manipulación que yo he vivido y que más se dan y que empiezan por un "pero bueno, si esto es lo normal, lo hace todo el mundo...". Habría que levantarse y decirle ¿pero qué te crees que es el periodismo? Esto no debería ser lo normal y a esa gente debería darle vergüenza lo que hace pero no le da vergüenza. Es también esto lo que quiero denunciar con este libro... Esa manipulación es corrupción pura y dura.

Quizás lo que falta en España un Estatuto del Periodista que ponga los límites a todo esto
No sé cómo se tendría que articular, y esta es una discusión pendiente desde hace tiempo. Yo creo que deben estar formulados cuáles son los límites, qué cosas podemos y no hacer... Dentro de los principios periodísticos que se estudian en la facultad, hay multitud de cuestiones que la realidad desmiente a diario, como el diferenciar con claridad qué es opinión y qué información o que los rumores no son noticias, etc.

De todos los libros se extrae una conclusión ¿Esto se puede cambiar? ¿Hay luz al final del túnel en el que está metido el periodismo?
La idea que me llevó a escribir el libro es que el periodismo puede ser una profesión maravillosa si se ejerce con libertad y si buscamos la verdad. Pero si lo que perseguimos es influir, servir a determinados poderes, intentar persuadir a los ciudadanos para que voten a determinados partidos y no a otros, entonces deja de ser periodismo y se convierte en una profesión repugnante. Y yo entiendo a los periodistas que dicen a sus hijos que no se dediquen a esto, pero también hay que decir que puede ser un oficio magnífico si se ejerce bien... El libro también pretende ser un pequeño homenaje a aquellos profesionales que decidieron no dejarse llevar y lucharon por ello. Creo que también los periodistas tenemos que hacer un ejercicio de conciencia acerca de cuánto nos hemos involucrado en esa burbuja de mentira en la que ha caído también esta profesión.