- Precisamente contigo quería hablar, Andrea –dijo Mariano Noé al percatarse de la presencia de la muchacha.
- Vos diréis padre adoptivo mío –respondió la chica con un puntito de descaro que había heredado de su verdadero padre como un toque de arrogancia que siempre incomodaba a Mariano Noé.
- He revisado en la bodega la sección de mamíferos del bosque y no he encontrado la pareja de gacelas que te encomendé traer a la nave. ¿A caso olvidaste cumplir mi orden, Andrea? –dijo Mariano Noé empleando un tono que intencionadamente era mitad enérgico y mitad condescendiente.
- Así es, querido padre adoptivo. Una vez más tenéis razón. Lo olvidé. Pero debo decir que, en el fondo, me alegro, pues nunca me gustaron las gacelas
- ¿Y qué vamos a hacer sin esos dos animales, muchacha? ¿Como repoblaremos de gacelas los nuevos bosques si no tenemos la pareja de macho y hembra que te encargué?
- ¿Quiere que le responda con sinceridad, padre adoptivo querido? –dijo Andrea con un mohín desafiante.
- Con total sinceridad, Andrea –respondió Mariano Noé asintiendo - ¿Qué pasará con las gacelas tras tu olvido?
- Si le he de ser sincera, mi respuesta es…: ¡Que se jodan!
- ¡Andreaaa! -bramó Mariano Noé - ¿Acaso ignoras que Él te escucha? ¿No te enseñaron que Él lo oye todo?
- ¡Pues, que se joda también Él ! –dijo la chica con un desaforado descaro rayano en la provocación.
Seguir leyendo en el blog de Alberto Soler
Dedicado a Marcos Paradinas