Nadie en su sano juicio se atreve hoy a hacer pronósticos con presunción de fiabilidad acerca de lo que será este partido y lo que será este país de aquí a dos años.

Por tanto, no es momento de dejarse llevar por desahogos, por cálculos personales o por el brillo superficial de lo aparentemente nuevo e ilusionante. Ahora más que nunca hace falta templanza de ánimo, rigor en los análisis y responsabilidad en las decisiones.

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