La Capilla Sixtina soltó, con cierto retraso e incertidumbre, su primera bocanada de humo… pero negro. Era complicado que en la primera toma de contacto saliese por la chimenea vaticana el blanco que indica nuevo Pontífice. Pero a falta de acuerdo en el cónclave papal y para hacerlo aún más entretenido, el Gran Wyoming puso sobre la mesa una idea revolucionaria. Con inspiraciones, claro. El presentador de El Intermedio, siempre al quite, tiñó de humor la elección y propuso trasladar la casa de Gran Hermano al Vaticano con su “Gran Vaticano”.

 “Amigos, hay que tener paciencia. La elección del Papa puede durar unos días… o una eternidad”. Por si a alguien le parecía exagerado, Wyoming rescató el ejemplo histórico de Gregorio X. “Los cardenales estuvieron tres años votando. Tres años. Hubo tantas fumatas negras que medio Roma pensó que el Vaticano había abierto una pizzería con horno de leña”, soltó entre risas. No faltó quien mirase el humo buscando si llevaba orégano.

El día comenzó con la solemne misa en la Basílica de San Pedro, que más que misa parecía el prólogo de una serie. De ahí, los purpurados desfilaron hacia la residencia de Santa Marta, su nuevo hogar hasta que consigan decidir quién se queda con el anillo y el trono papal.

Reality Vaticano

Comieron, descansaron un poco - porque un cónclave con el estómago vacío no es productivo - y por la tarde regresaron a la Capilla Sixtina para el momento estrella: el juramento de silencio. Nada de filtraciones, ni de likes, ni siquiera un “me gusta” en Instagram. Tras el tradicional “extra omnes”, se cerraron las puertas y se encendieron las quinielas.

Mientras tanto, El Gran Wyoming aprovechó para lanzar una propuesta que no debería caer en saco roto: “Esto es un reality en toda regla. Gente encerrada, debates eternos, estrategias, alianzas… ¡Si hasta tienen un confesionario y una voz omnipresente que les habla desde los altavoces!”. ¿Y el título? Ni Gran Hermano VIP, ni La Isla de las Tentaciones: Gran Vaticano. Lo tiene todo para arrasar en prime time.

Lo cierto es que, mientras los cardenales discuten quién debe ser el próximo vicario de Cristo, el mundo entero especula, bromea y, por supuesto, mira al cielo a ver de qué color sale el siguiente humo. Porque, aunque la Iglesia no lo sepa, acaba de poner en marcha un espectáculo que ya quisiera Netflix. Solo falta saber si el nuevo Papa vendrá con giro de guion.

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