Zinedine Zidane es un hombre bendecido. La llave que Florentino Pérez ha necesitado para llevar al Real Madrid a la gloria. Una vez más. Erigido como leyenda, Zizou representa a la perfección lo que siempre quiso Santiago Bernabéu. Bajo su aura se concentra la genialidad futbolística y el marketing moderno pero también el respeto por el escudo y la humildad de saber que nadie, jamás, ha estado, está ni estará por encima del club. Y muy pocos han entendido que esa es la verdadera esencia de la institución deportiva más grande de la historia.

El francés asumió la dirección técnica en 2016 y a los tres años el Real Madrid ya tenía 13 Copas de Europa. Cansado, decidió tomarse un año sábatico. El madridismo, triste y huérfano, vio marchar a su entrenador en una rueda de prensa que nunca debería haber existido. En ella se vio a un presidente del Real Madrid que observaba impotente cómo su hijo adolescente abandonaba la casa para irse al frente. Roto, como cualquiera que sintiera el Real Madrid como parte de su ser. 

Tras su partida, el equipo fue el fiel reflejo del vacío dejado por Zinedine. No fue culpa ni de Lopetegui ni de Solari. Buenos tipos que trataron de hacer todo lo que estaba en su mano para estar a la altura del Real Madrid. Pero el agujero dejado por el francés no lo llenan cien entrenadores. Hasta que volvió. Una temporada después, el Madrid está a punto de volver a ganar una Liga. Y es imposible no creer en ese escudo de cara a la Copa de Europa. La primavera se traslada a agosto. De Zidane llegaron a decir que no sabía entrenar y de Florentino que no tenía proyecto. Imagínense si supieran lo que hacen. 

Tras una temporada extraña, el Real Madrid ha vuelto a ser dominante. Un cien por cien de victorias que han servido para adelantar al Fútbol Club Barcelona y proclamarse campeón de Liga con una jornada por disputar. Y sin adornos ni florituras. Un ejemplo de estajanovismo soviético que ejemplifica a la perfección el trabajo de Zidane y la historia del Madrid.

Oposición a la ultraderecha 

Marsellés de origen argelino, Zidane mostró con contundencia su rechazo a las ideas de la ultraderecha francesa ante las posibilidades del partido de Marine Le Pen de ganar las elecciones en el país galo: "Mi mensaje va a ser siempre el mismo. Estoy muy lejos de las ideas del Frente Nacional y me gustaría evitarlo".

Ante tal consideración, Le Pen atacó al entrenador del Real Madrid refiriendose a su poder adquisitivo: “Con lo que gana Zidane, no me extraña lo que ha dicho. Imagino que tiene bastante capital financiero, por ello le interesa que Macron gane las elecciones”, señaló. Una respuesta obvia de alguien que considera aberrante el paradigma Zidane. No debe ser fácil para ella ver como un descendiente de pieds noirs se convierte en un hombre de éxito y emblema de la patria multicultural francesa.

Pero Zidane es algo más que eso. Es emblema de una patria mayor. La del Real Madrid.