Ochenta años después de ser fusilado, quemado y arrojado a una fosa por defender la República, el hombre bueno de Madroñera —Manuel Gómez Sánchez— vuelve a levantar la voz que el miedo enterró. Sus versos, guardados como un tesoro por su familia durante décadas, resucitan ahora gracias al empeño de las investigadoras Pilar y Marisa Montero Curiel, que han editado su Obra poética para la Editora Regional de Extremadura.

Gómez, autodidacta nacido en 1900, escribió con el pulso del campo y la conciencia despierta de su tiempo. Su estilo, entre el Modernismo y la Generación del 98, retrata un alma inquieta, profundamente humana, que creyó en la educación, en la justicia y en la dignidad del trabajo. Sus versos recorren cuatro vidas en una: la infancia humilde en Madroñera, la aventura madrileña que lo deslumbró y desengañó, el regreso al pueblo y el despertar político en Trujillo, donde encontró amor, oficio y compromiso.

Las dos investigadoras reconstruyen su existencia a partir de un legado sorprendentemente intacto: un manuscrito de 400 páginas, recortes de prensa, cartas familiares y poemas publicados en La Opinión de Trujillo. Todo ello conservado durante décadas por unas hijas que, incluso después de la dictadura, temieron que la memoria del padre les volviera a pasar factura. Ese silencio impuesto por el franquismo es, precisamente, el que este libro viene a romper.

Las hermanas investigadoras Pilar y Marisa Montero Curiel


La edición revela a un poeta que escribe lo que ve: la pobreza, la ignorancia, la desigualdad y también el amor, la ternura y la esperanza. En Canto a la escuela y Escuela y despensa late su fe en el conocimiento como arma de libertad. Sus cartas desde Madrid retratan a un joven fascinado por el teatro, los libros y la ciudad que, pese a todo, lo abrumaba. Y sus últimos poemas, de 1936, muestran ya la madurez de un hombre que entendió que la palabra podía ser refugio y trinchera.

El poeta regresa

Publicar ahora su obra es un acto de justicia. Es devolver la voz a quien fue asesinado por pensar distinto; es reparar un linaje que guardó sus papeles como quien protege un corazón latiendo. El poeta regresa. Se incorpora al patrimonio literario extremeño y de esa España que tanto quiso. Vuelve a la memoria colectiva como símbolo de dignidad, la palabra que vuelve de la sombra, el hombre bueno que, ochenta años después, vuelve a hablar. Porque Franco quitó la vida física pero no la palabra legada y el compromiso.

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