Vedat Muriqi, el delantero kosovar del Mallorca hará este mes de abril 30 años. Un mes que puede convertirse en uno de los mejores de toda su vida, al menos en lo que a su carrera profesional se refiere, ya que este fin de semana podría conseguir su primer título de toda la carrera, la Copa del Rey, cuya final la disputarán el equipo en el que milita, el Mallorca, frente al segundo club con más títulos coperos de la historia, el Athletic Club de Bilbao, que lleva varias décadas sin celebrar un título de cualquier índole.

Lo cierto es que, a nivel personal, su temporada estrella fue la anterior. El delantero del equipo balear cerró la temporada con 16 goles en 37 partidos. Esta temporada, las cifras son menores, 5 goles en 21 partidos, pero por lo que recordará esta temporada el delantero de 1.94 metros será por colocar a su equipo en una final copera 19 años después de la conquistada por el equipo balear en 2003.

Muriqi, dijo de él su entrenador, Javier Aguirre, “es un bicho feo y raro, lo ves y te cambias de acera”. Pero no solo dijo esto, también remarcó que “no hay manera de no querer al sinvergüenza. Todo lo grande que es lo tiene de corazón”.

El 7 del Mallorca, un gigante que iba para camarero y que los cuatro años y que a los cuatro años vio llegar a los soldados serbios a su casa para decirles que les iban a poner una bomba. En ese momento su madre empezó a meter ropa en una bolsa, y le dijo a él y a su hermana que se iban “de vacaciones”. Un éxodo a Albania del que recuerda “una caravana de coches, ropa tirada en la calle, soldados y gente con la camiseta manchada de sangre”. Fueron, recuerda el delantero kosovar “tiempos difíciles en los que mis padres sufrían. Les decía que tenía hambre, y me respondían que sólo había pan y leche”, productos que les daban los soldados alemanes.

Una vez terminada la guerra, pudo regresar a casa y fue cuando descubrió el fútbol a la vez que la derrota. Tenía 5 años cuando su padre le llevó a ver la pachanga en la que jugaba con sus amigos, entre cortes de luz que se eternizaron tras la guerra. “Estoy cansado, me pongo de portero”, fueron sus últimas palabras. Y lo siguiente que hizo fue “una parada increíble que fue recibida con una ovación”. Nunca más volvió a levantarse. Justo en ese momento, recuerda el hoy delantero del Mallorca: “Se fue la luz. De niño lo recuerdo como si fuera algo de los dioses”. Su tío, Bahtijar Muriqi, se convirtió en su figura paterna, dispuesto a sacarle adelante dándole trabajo de camarero en el Bahjtijari, una cafetería con vistas a una rotonda, donde la especialidad son unas albóndigas alargadas a la parrilla. “Tienes que trabajar y ayudar a tu familia, me decía, y yo le contestaba que quería ser futbolista, pero se enfadaba o reía, y me decía que eso no existe en Kosovo”.

Su madre le empujó en su sueño de ser futbolista

Fue su madre, Bledina, quien se convirtió en su mánager. Fue la única mujer que acompañaba a su hijo a los entrenamientos con el Liria Prizren. La que aceptó que dejara el colegio a los 15 años para dedicarse a servir albóndigas en el bar de su tío y a jugar al fútbol y cuya principal tarea durante esos años fue ocultárselo a su tío.

A los 17 años, Vedat saltó a la liga turca. Jugó en varios equipos hasta recalar en el Fenerbahçe, donde marcó 70 goles en más de 200 partidos, y en el verano del año 2000 le fichó la Lazio por 20 millones de euros, convirtiéndose en el peor momento de su carrera. Ninguno de los entrenadores (Inzaghi y Maurizio Sarri) contaron con él. Luego se lesionó y después, para más inri, cogió el Covid.

En el mercado de invierno de 2022 apareció el Mallorca, pero España, para Vedat, no era una opción, al ser uno de los cinco países de la Unión Europea que no reconoce a Kosovo como nación: “Esto es algo muy difícil de asimilar”, pero él mismo asegura que empezó “a ver documentales de España y de la Isla”, y empezó a pensar “que sólo es un deporte”. Cuando se plantó en Palma y empezó a conocer a la gente: “Mi idea cambió de un día para otro”, y pidió un profesor para aprender lo antes posible el idioma.

Sus cinco goles en todas las especialidades, con el pie, de cabeza y de penalti sirvieron para salvar al club del descenso y el Mallorca lo acabó fichando ese verano, convirtiéndolo en el fichaje más caro de la historia del club, 7.7 millones, por encima de los 7.2 que costara Samuel Eto’o.

Tras una temporada, la pasada, espectacular con datos tremendos para él y su club, espera conseguir el primer título de su historia con un club que le hizo un hueco en el peor momento de su carrera. Ganar la Copa del Rey para Muriqi sería ponerle el broche de oro a unos años espectaculares para el niño que huyó de su tierra entre las bombas, que vio morir a su padre en una cancha de fútbol y que cambió el servir en el bar de su tío por cumplir su sueño.

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