La pandemia de coronavirus ha supuesto una auténtica sacudida para el sistema de salud, que ha tenido que adaptarse a la nueva realidad.

A la hora de hacer frente a la misma, las Unidades de Cuidados Intermedios Respiratorios (UCIR) han jugado un papel determinante. Se trata de “áreas de monitorización y asistencia, usualmente integradas en los servicios de Neumología, que tratan pacientes con insuficiencia respiratoria aguda o crónica agudizada grave que requieren ventilación mecánica no invasiva (VMNI) y/o oxigenoterapia de alto flujo (OAF) como parte de su tratamiento”, explica la Dra. Sarah Béatrice Heili-Frades, responsable de la Unidad de Cuidados Intermedios Respiratorios de la Fundación Jiménez Díaz de Madrid, primer hospital del mundo en recibir el EFQM Global Award, premio a la Excelencia en Gestión de mayor prestigio internacional. 

En ellas se puede atender a “pacientes que no precisan o no se benefician del ingreso en una unidad de cuidados intensivos (UCI) tradicional pero que, por su complejidad, tampoco podrían recibir unos cuidados adecuados en una planta convencional de Hospitalización”, precisa.

Pero, además, estas unidades “permiten altas precoces de pacientes de alta complejidad desde la UCI o Reanimación que, justamente por su complejidad, precisan cuidados respiratorios especiales”, detalla.  En estos casos, además de las técnicas de soporte VMNI y OAF, se maneja el paciente traqueotomizado en ventilación invasiva para la retirada progresiva de la ventilación mecánica y el cierre de la traqueotomía, lo que evita estancias muy prologadas en las unidades de cuidados intensivos.

En una pandemia en la que el común denominador es la insuficiencia respiratoria aguda grave, las UCIR han sido una pieza fundamental. “Han permitido contener ingresos en las UCI y evitar su colapso precoz, con excelentes resultados en términos de seguridad, eficacia y mortalidad, con supervivencias superiores al 80%”, afirma la Dra. Heili.

Del mismo modo, gracias a ellas se ha podido “liberar precozmente las UCI de pacientes de media larga estancia para separarles del respirador en un entorno seguro y confortable, con resultados excelentes, rozando el 100% de éxito”.

Dra. Sara Heili Frades en la UCIR

En definitiva, las unidades de cuidados intermedios respiratorios han permitido “salvar muchas vidas, han evitado el colapso de las UCI y han permitido, en la segunda y tercera ola, que los hospitales pudieran proceder con normalidad en su actividad No Covid, algo esencial”, resume esta neumóloga.

Las UCIR se han ido dimensionando en función de las necesidades y han dotado a las organizaciones sanitarias de la elasticidad necesaria para afrontar las distintas velocidades que han ido presentando las diferentes olas de la pandemia, minimizando su impacto en la actividad asistencial normal.  

“La primera ola fue corta en el tiempo y muy intensa, mientras que la segunda y tercera han sido más prologadas, lo que también ha ayudado a gestionar correctamente los recursos y a adaptarse mejor a las necesidades”, apunta la Dra. Heili.

El perfil de los pacientes también ha ido cambiando. En los últimos meses han sido más jóvenes y han presentado mayor gravedad, lo que se ha sumado al agotamiento físico y anímico del personal sanitario. Sin embargo, estos factores se han contrarrestado con “una mejor estrategia nacional de prevención, disponibilidad de recursos técnicos (monitores, respiradores, dispositivos de oxigenación homologados), mejor gestión de la pandemia en términos de comunicación, mejor adaptación de los tratamientos basados en evidencias científicas, la aparición de las vacunas y lo mucho que se aprendió para el ajuste fino de las terapias de soporte invasivo y no invasivo en la primera ola”, detalla la responsable de la UCIR de la FJD.

Técnicas no invasivas

Los pacientes que son ingresados en este tipo de unidades, a diferencia de los que precisan estar en UCI, no requieren intubación y ventilación mecánica invasiva por tubo endotraqueal, lo que exige anestesia profunda y con mucha frecuencia inducción de parálisis muscular. “En muchas ocasiones este gesto, que es necesario y no se puede evitar, sabemos que va asociado a estancias prolongadas, aumento de la mortalidad e incremento de complicaciones: neumonías asociadas a ventilación mecánica, polineuropatía del enfermo crítico, impacto muy notorio en la calidad de vida tras su implementación, como alteraciones para moverse, andar, comer, hablar que tardan meses en recuperar”, detalla.

Hay ocasiones en los que para salvar la vida del paciente es necesario asumir estos riesgos; pero en muchos otros casos, el soporte respiratorio puede realizarse con técnicas no invasivas que eliminan esas complicaciones.  

“La clave está en seleccionar correctamente al paciente que se puede beneficiar de estas terapias para no retrasar una intubación si al final esta es necesaria y tener una formación muy particular y especializada para llevar a cabo con éxito estos tratamientos y sacar adelante al paciente”, apunta la Dra. Heili.

La especialización, un aspecto clave

Y es que la especialización es fundamental. “Aunque no teníamos dudas al respecto, lo hemos visto con claridad en la pandemia”, resalta esta neumóloga. “Pese a que nos gustaría aceptar que todos pueden liderar y manejar todas las terapias en un utópico y estratégico plan que permitiera implementar estructuras universalmente sin especialización, esto no funciona y la capacitación específica de médicos y Enfermería es crítica y debe abordarse de manera definitiva, reconociéndola, dotando de calidad las estructuras y flexibilizando el marco de trabajo mediante la optimización de los procesos logísticos y su automatización en los tejidos asistenciales sujetos a menor incertidumbre”, añade.

Un año de aprendizaje

En este año de pandemia, los profesionales que han tenido que enfrentarse a la misma en primera línea han recorrido todo un camino de aprendizaje. “Hemos aprendido a eliminar el ruido mediático, a volver a lo que siempre se tiene que hacer: tratar en base a evidencias científicas, a ajustar las distintas terapias de soporte y a seleccionar mejor a los pacientes que se pueden beneficiar de una u otra técnica”, cuenta la Dra. Heili.

A todo esto, añade la lección de que “podemos trabajar en equipos muy multidisciplinares y que todos, absolutamente todos, suman”. 

“Hemos abrazado la alta gestión y la hemos integrado y entendido en nuestra actividad asistencial”, remarca, recordando que “pasó algo increíble: todos los estratos que forman el hospital se polarizaron en la misma dirección y con el mismo objetivo, sin fisuras”.

En este tiempo, son muchas las cosas que han ido cambiando. “El tratamiento médico farmacológico se ha simplificado, de manera que se utiliza solo aquello que ha demostrado ser útil científicamente; los tratamientos innovadores se han posicionado en ensayos clínicos controlados, se ha aprendido a optimizar el uso de dispositivos y respiradores y se han mejorado y adaptado, con resultados extraordinarios, los procedimientos y protocolos de destete que teníamos implementados desde hace años”, detalla la responsable de la UCIR.

Por otro lado, y aunque son estructuras diferentes, a raíz de la pandemia, la UCI y esta unidad se han hermanado de manera definitiva. “Hemos logrado una integración que deberá mantenerse, definirse correctamente y potenciarse, porque optimiza el flujo de pacientes, mejora la eficiencia, la eficacia y la seguridad”, enfatiza.

Humanizar la deshumanización

Además de los retos en el abordaje de la Covid-19, la pandemia ha puesto al personal sanitario frente a otra dura prueba, la falta de humanidad y cercanía marcada por el virus. Lo compensaron con mucha innovación, y las organizaciones y los sistemas de información y TICs que se implementaron salvaron la distancia impuesta entre pacientes y familiares.

La peor cara, la soledad

Y es que, precisamente, la sensación de soledad es de los aspectos más duros que han afrontado. “La de los pacientes, la de las familias y la nuestra propia, separados de los nuestros en momentos tan duros”, confiesa la Dra. Heili. ”Pesó mucho”, reconoce, “pero lo hemos superado porque entre todos nos hemos apoyado y hemos logrado llegar a un equilibrio”.

Dra. Heili Frades

 

Lo más difícil, confiesa, “ha sido mirar a la muerte tan de frente, tantas veces al día durante tantos meses”, aunque, subraya, “también ha sido enormemente gratificante ver cómo con el transcurso del tiempo la vamos pudiendo evitar con ciencia, pasión y paciencia infinita”.

Ahora, se muestra convencida de que la vacunación y las estrategias de prevención harán el resto, “hasta que lleguemos a un estatus quo con el virus y podamos convivir”.

Una unidad de referencia

La UCIR de la Fundación Jiménez Díaz es, por su perfil y complejidad, una unidad de referencia a nivel nacional y europeo. En ella, de hecho, se forman muchos de los neumólogos que se especializan en esta disciplina.

Junto a los profesionales en neumología trabajan, de manera regular, fisioterapeutas respiratorios/motores y nutricionistas, además de psicólogos.

El personal de enfermería que integra la unidad, también está especializado y recibe una formación continuada, algo esencial para que las unidades tengan el máximo rendimiento y mejores resultados.  “Como todo en Medicina, esta disciplina exige muchos conocimientos y competencias específicas que requieren formación intensa y experiencia”, recuerda la Dra. Heili, que subraya: “donde no hubo especialización, los resultados alcanzados no fueron los esperados”.