SpaceX lo ha vuelto a hacer: otra prueba, otra explosión. Lo que debía ser un ensayo de rutina en la base de operaciones de Elon Musk en Texas terminó con una enorme bola de fuego en mitad del desierto y muchas preguntas sin respuesta. Esta vez, la protagonista del desastre ha sido la nave Starship, que estalló durante una prueba de fuego estático, es decir, con el cohete firmemente anclado al suelo. Ni siquiera hizo falta lanzarla para que se desintegrara.

El suceso ocurrió en la madrugada del jueves (hora peninsular española), durante una de las fases de prueba del propulsor Super Heavy, el músculo encargado de poner en órbita a la Starship. La intención era simple: encender motores, verificar que todo funcionara como debía y continuar con los preparativos para el décimo vuelo de prueba del sistema. Pero algo salió mal, muy mal. La ignición derivó en una potente explosión que, además del susto, provocó daños materiales y un incendio que seguía activo una hora después del incidente.

Según la web especializada NSF, que retransmitía en directo la prueba, la explosión se produjo a las 11:01:52, hora local de Texas (las 06:02 horas en la España peninsular). En el momento de escribir estas líneas, SpaceX no ha ofrecido explicaciones sobre lo ocurrido, fiel a su estilo de guardar silencio cuando los experimentos se convierten en accidentes.

No es la primera vez que una Starship termina en llamas. De hecho, podríamos decir que la historia reciente de este ambicioso proyecto está más marcada por explosiones que por éxitos. El pasado mes de mayo, la nave logró alcanzar el espacio por tercera vez, aunque volvió a fracasar en su retorno a la Tierra. En lugar de amerizar, acabó desintegrándose sobre el océano Índico tras perder el control. SpaceX describió aquel vuelo como un "gran avance", aunque el resultado fue el mismo que en las pruebas anteriores: ningún cohete regresó.

La prueba fallida de este miércoles era solo la segunda de encendido estático en preparación para el próximo intento de vuelo, aún sin fecha. Desde la compañía insisten en que cada ensayo sirve para “aprender”, una palabra que en el vocabulario de SpaceX parece sinónimo de “explotar”. La idea, aseguran, es perfeccionar el sistema hasta lograr que la nave funcione con la fiabilidad necesaria para misiones más ambiciosas, como poner un pie en Marte o, al menos, hacer vuelos orbitales sin sustos.

Pese a los contratiempos, el equipo de Elon Musk sigue defendiendo que el camino hacia la exploración espacial está lleno de tropiezos. Y a juzgar por lo que está ocurriendo, van por buen camino… al menos en cuanto a tropiezos se refiere. Por ahora, lo único que está claro es que SpaceX tiene mucho trabajo por delante y que la Starship, por muy futurista que parezca, sigue siendo más un experimento explosivo que una nave lista para colonizar otros planetas.

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