En las últimas décadas son miles las familias que han cambiado el mundo rural en el que han vivido durante siglos sus antepasados por la ciudad. Los pueblos se han ido quedando sin vida, llegando en algunos casos a la despoblación total. Algunos, como Búbal, en Huesca, Umbralejo, en Guadalajara y Granadilla, en Cáceres, forman ahora parte del Programa de Recuperación y Utilización Educativa de Pueblos Abandonados.

En otros casos, han colgado el cartel de ‘Se Vende’. Elvira Fafián es gerente de AldeasAbandonadas.com, una agencia especializada en la venta de esos paraderos que han dejado de latir.  

Su negocio tiene mucho de empeño personal y nostalgia. “Mi padre es gallego”, cuenta a ELPLURAL.COM, y “de niña recuerdo las aldeas llenas de gente, fiestas, música, …” Sin embargo, con el paso del tiempo, la imagen en su retina fue cambiando y tornándose gris. “Mi sueño era que se volviese a pensar en las aldeas”, afirma. “Que se mantenga la historia de los pueblos”.  De esa morriña, que tan bien entienden aquellos por los que corre sangre de la tierra de Breogán, nació un negocio que no ha dejado de crecer, hasta el punto de que ahora, confiesa su fundadora, “estamos desbordados”. 

Aunque tienen su sede central en Barcelona trabajan con propiedades de toda España. La crisis les hizo crecer, “entonces muchas familias pensaron volver a los pueblos”, relata, y en la actualidad tienen todo tipo de clientes.

“Hay aldeas que con el paso del tiempo han llegado a ser de una única persona”, cuenta Fafián. Otros pertenecen a varios hermanos o a los ayuntamientos. “Algunos consistorios y particulares deciden cederlo durante unos años para que la gente viva y lo rehabilite, o los venden a precios bajos porque les resulta más rentable que pagar impuestos a hacienda”.

Desde la inmobiliaria de Elvira prestan asesoramiento en todas las gestiones, rehabilitación, fiscalidad, … y “no cobramos nada hasta la venta, así que muchos se animan”. Cuando alguien compra una aldea, insiste “queremos saber qué se va hacer allí, ya que la idea es que traigan vida y riqueza a esas zonas”.  

De todo el mundo y diferentes posibilidades

Perfiles de comprador hay muchos. Desde familias que buscan escapar de la gran ciudad y gente joven que acaba de salir de la universidad y tiene “poco dinero, pero muchas ideas” hasta “extranjeros caprichosos” en busca de negocio o de un lugar paradisíaco.

Los precios son igual de dispares. Cesiones gratuitas, propiedades que rondan los 50.000 euros o inversiones que superan los seis millones. Las mejores ofertas están en Galicia, donde por 30.000 euros podemos encontrar distintas opciones. Esta comunidad, con Teruel, Soria, Burgos y Asturias son las zonas de España con más pueblos abandonados a la venta. 

“Yo lo hice”

Neil y Rosa son unos de esos ‘bichos raros’ que se aventuraron a comprar un pueblo. Descubrieron el norte de España de forma casual, en unas vacaciones de Semana Santa,  y en 2006 adquirieron la minúscula aldea de Arruñada, en Asturias, dos hectáreas de prados verdes, bosques frondosos y cuatro construcciones en ruinas.

“Llevaba más de 30 años abandonada”, recuerda Rosa. “Había dos paredes, nada más”, y hasta en medio de la construcción principal había un árbol”. Este inglés, ingeniero de telecomunicaciones productor de televisión, aceptó una oferta de prejubilación y cambió con su esposa y sus dos hijas de 10 y 12 años, su ciudad británica por la naturaleza asturiana. Los años han pasado. Las chicas han regresado a Inglaterra para continuar sus estudios y, después de una buena inversión y mucho trabajo y esfuerzo “todo lo hace Neil”, recalca Rosa, todavía mantienen que “ha merecido la pena”.

En el caso de Cristóbal y Milagros, la idea surgió viendo un programa de televisión a través del que se enamoraron de la aldea de Xudán, cerca de A Pontenova (Lugo). “Ni siquiera llegamos a ver el sitio”, confiesa Milagros, “dimos la señal antes porque estábamos convencidos”. Este matrimonio conformado por una andaluza y un madrileño, pronto se trasladará sus tres hijos de 19, 8 y 2 años al que será su nuevo hogar. Cambiarán la playa de Málaga por las 14 hectáreas de terreno y los cinco caseríos que por 60.000 euros adquirieron en 2015. Trabajan para construir un complejo rural y no les asusta el cambio, ni siquiera el del tiempo “Eso es lo que nos gusta. Estamos cansados de tanto calor”.