Aunque comparten elementos comunes —raqueta, pelota, pista y ritmo— el pádel y el tenis presentan marcos biomecánicos distintos que derivan en tipos y frecuencias muy diferentes de lesiones. Por eso, vamos a analizar qué zonas del cuerpo quedan más expuestas en cada caso y, sobre todo, cómo prevenir esos daños.

De un lado, el tenis se caracteriza por movimientos continuos, golpes potentes y cambios de ritmo prolongados que demandan fuerza, resistencia y sobre todo, impacto mecánico. Por otro, el pádel, aunque más accesible y divertido, exige frenazos repentinos, desplazamientos cortos y explosivos, golpeo cercano a la red y contacto habitual con paredes y cristal. Todo ello convierte a esta disciplina en un deporte de erosión constante para tobillos, rodillas y espalda.

En este sentido, la población amateur —aunque aporta al deporte un componente social y popular clave— está más expuesta a sufrir lesiones por falta de técnica, errores en el calentamiento, equipamiento inadecuado o simplemente por desconocimiento de buenas prácticas físicas. Conocer cómo actúan sobre nuestro cuerpo las exigencias físicas de cada deporte puede marcar la diferencia entre una práctica saludable y una visita obligada a la consulta. A continuación, desgranamos los principales focos lesivos y ofrecemos consejos para evitarlos, de la mano de especialistas como Emilio Calvo Crespo, jefe del Servicio de  Cirugía Ortopédica y Traumatología del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, así como de los hospitales universitarios General de Villalba, Rey Juan Carlos de Móstoles e Infanta Elena de Valdemoro, integrados en el servicio público madrileño de salud de la Comunidad de Madrid (SERMAS).

El tipo de juego marca la diferencia: impactos, desplazamientos y superficies

Cuando hablamos de raquetas, redes y pelotas, parece que pádel y tenis comparten demasiadas cosas. Sin embargo, las sutilezas de su ejecución —la superficie, la estrategia, los movimientos— marcan las lesiones.

  • En tenis, los puntos se alargan, los desplazamientos cubren áreas más amplias, con mayor presencia de golpes cruzados, dejadas, saques potentes y reveses cargados. Ello genera impactos repetitivos en el hombro, el codo y la muñeca, así como una demanda de fuerza y resistencia superior.
     
  • En pádel, la pista más reducida y el juego cerca de la red facilitan frenazos bruscos, desplazamientos laterales constantes y contacto habitual con muros y cristales. Los puntos son cortos, intensos y explosivos, y los cambios de dirección rápidos. Esta dinámica incrementa la tensión en tobillos, ligamentos y la zona lumbar.
     

 “El pádel se ha popularizado muchísimo en los últimos años y eso nos ha permitido identificar un perfil de lesión propio, distinto al del tenis. Aunque ambos son deportes de raqueta, la exigencia física y biomecánica no es la misma”, subraya el especialista de la Fundación Jiménez Díaz, del grupo Quirónsalud que es Servicio Médico Oficial del Madrid Premier Padel que se celebra del 1 al 7 de septiembre.

Codo, hombro y muñeca: el “triángulo del tenis”

El codo de tenista, o epicondilitis lateral, es la lesión más emblemática del tenis: causada por los microtraumatismos repetidos del movimiento del brazo, sobre todo en golpes potentes y con mala técnica. El tendón que une los músculos del antebrazo al codo se inflama y genera dolor, sobre todo con movimientos de extensión de la muñeca.

El hombro también sufre: el gesto de saque, con elevación del brazo y rotación interna y externa, somete al manguito rotador a tensiones desmesuradas. Esto provoca tendinopatías, bursitis y, en casos crónicos, roturas parciales de tendones.

No menos relevante es la muñeca, afectada por golpes de revés con topspin intensivo. La articulación sufre torsión y compresión, lo que puede dar lugar a tendinitis, tenosinovitis e incluso fracturas en casos de trauma directo.

“El gesto técnico del saque y el golpe liftado generan sobrecarga en estructuras como el manguito rotador o el epicóndilo. En jugadores con técnica deficiente o exceso de carga, esto puede derivar en patologías crónicas”, explica el Dr. Calvo Crespo.

Tobillo, rodilla y espalda: el cuerpo que sufre con el pádel

En pádel, los esguinces de tobillo son la lesión estrella. Al tratarse de cambios de dirección inmediatos y frenazos junto a la red o en respuesta a tiros profundos, los tobillos quedan expuestos. Una mala colocación del pie o un desequilibrio provoca torceduras frecuentes.

A continuación, las rodillas también quedan marcadas por la suma de movimientos laterales, frenazos y arranques. Esto genera sobrecarga en articulaciones y meniscos; las lesiones meniscales y ligamentosas —como el ligamento cruzado anterior— no son infrecuentes, sobre todo en jugadores amateurs que hacen paradas bruscas sin técnica adecuada.

La zona lumbar, por su parte, queda afectada por los giros, la torsión y carga continua de la zona media y baja del cuerpo. Abundantes cambios de ritmo y esfuerzo explosivo afectan la musculatura y estructuras vertebrales, generando contracturas, protusiones o hernias discales.

“El pádel combina movimientos explosivos con frenadas constantes, lo que provoca muchas lesiones de tobillo y rodilla. Además, el uso del rebote en paredes exige una implicación lumbar que no vemos tanto en el tenis”, destaca el especialista.

Amateurs vs. profesionales: cuando el error técnico pasa factura

Aunque ambos deportes pueden practicarse a nivel amateur o profesional, la diferencia en la frecuencia de lesiones es abismal. Los profesionales doman la técnica, dedican parte del tiempo a prevención y están siempre asesorados. En cambio, en el mundo amateur predominan hábitos que predisponen la lesión:

  • Mala técnica y movimientos descontrolados: arranques desde mal apoyo, falta de carga correcta en los golpes… señales directas de pérdida de control corporal.
     
  • Calzado inadecuado: muchos jugadores usan zapatillas de tenis en pistas de césped sintético o tierra de pádel, lo que reduce la adhesión y controla menos los movimientos laterales.
     
  • Calentamiento insuficiente: sin preparación física específica, sudor corporal y flujo sanguíneo bueno, los tejidos pierden flexibilidad y capacidad de absorción de impactos.
  • Exceso de volumen sin progresión: practicar diario sin dosificar y sin preparación muscular hace que el cuerpo acumule microtraumas.
     

“El jugador amateur comete más errores técnicos y no siempre realiza un buen calentamiento. Esto, sumado al uso de calzado inadecuado y a una carga excesiva, es terreno abonado para las lesiones”, advierte el doctor Calvo Crespo.

Prevención: cómo evitar acabar lesionado tras un partido

Aunque no se puede eliminar por completo el riesgo, con ciertas medidas se reduce drásticamente:

  1. Calentamiento dinámico antes del partido y estiramientos después. Aumentan la temperatura corporal, flexibilizan músculos y articulaciones.
     
  2. Fortalecimiento muscular activo. Especialmente rotadores de hombro, femorales, abdominales, glúteos y core, para mejorar la estabilidad de tronco y extremidades.
     
  3. Técnica supervisada. Trabajar con entrenadores ayuda a corregir errores técnicos fuertes que predisponen lesiones.
     
  4. Elección del calzado adecuado para cada superficie. Las zapatillas específicas para padel tienen más agarre lateral, las de tenis controlan mejor los puntos impartidos en cemento o tierra.
     
  5. Trabajo de propiocepción. Ejercicios de equilibrio y control postural reducen dolores articulares, sobre todo tobillo y rodilla.
     
  6. Programas de descanso y dosificación de carga. Alternar días de partido con trabajo de base física permite recuperación adecuada de tejidos.
     

“El calentamiento previo y el trabajo de propiocepción son fundamentales, pero igual de importante es adaptar la técnica al nivel de juego y no sobrecargar al cuerpo más allá de su capacidad”, recomienda el doctor.

Reparar lesiones: tratamiento, recuperación y vuelta al juego

Cuando la lesión ya ha ocurrido, el tratamiento idóneo depende del tipo de lesión:

  • Epicondilitis y tendinopatías: reposo activo, fisioterapia con masaje transverso profundo, ondas de choque, ultrasonidos y ejercicios excéntricos.
     
  • Lesiones ligamentosas y meniscales: desde frío, vendaje compresivo o rodilleras, hasta en los casos más severos, artroscopia o reconstrucción del ligamento.
     
  • Esguinces de tobillo: reposo, compresión, elevación, rehabilitación propiaceptiva y vendaje funcional.
     
  • Contracturas y hernias lumbares: fisioterapia, estiramientos, fortalecimiento del core y, si es necesario, tratamiento médico u ortopédico.
     

La vuelta al deporte siempre debe ser progresiva, con reintroducción a los entrenamientos y control médico/fisioterapéutico.

El especialista recomienda que “tras una lesión, la clave es no tener prisa. Un tratamiento adecuado, la rehabilitación personalizada y una vuelta progresiva al deporte reducen el riesgo de recaída”.

Nuevas prácticas para un deporte más seguro

El progreso en prevención y tecnología ofrece formas de reducir el riesgo:

  • Plasma rico en plaquetas (PRP) y tratamientos de medicina regenerativa para tendinopatías.
     
  • Wearables de movimiento y seguimiento para mejorar técnica y precisión en el juego.
     
  • Métodos de preparación física global, coordinados entre fisioterapeutas, preparadores físicos y entrenadores, para abordar la salud deportiva de forma integral.
     

Estas innovaciones ayudan a tomar mejores decisiones, evitando microtraumatismos y reduciendo el riesgo de recurrencias.

Volver al baile en la pista

Pádel y tenis comparten muchos elementos, pero cada uno impone sobre el cuerpo exigencias distintas: el tenis es más lesivo para el codo, hombro y muñeca; el pádel lo es para tobillos, rodillas y espalda. El perfil de riesgo también cambia con el nivel de juego: los amateurs, sin preparación técnica y músculo-adaptativa, son los más vulnerables.

La prevención es la clave: un buen calentamiento, calzado específico, ejercicio de fortalecimiento y propiocepción, dosificación de carga y asesoramiento técnico combinados ofrecen una barrera sólida frente a las lesiones. En caso de daño, el tratamiento adecuado, la recuperación con apoyo médico y una reincorporación progresiva permitirán volver a disfrutar del baile sobre la pista sin miedo.