A Noa Pothoven, la joven de 17 años fallecida el pasado domingo en Holanda, no se le practicó la eutanasia, como algunos medios de comunicación han publicado. La chica la había pedido en 2016 y le fue denegada, porque no padecía ningún problema físico que lo justificara, y por su corta edad. Incluso una clínica privada a la que acudió rechazó practicarla, así que ella optó por usar sus propios medios y poner fin "al sufrimiento psíquico" en el que, según afirmó, vivía. El debate comienza ahora: ¿cómo pudo una sociedad tan avanzada como la holandesa permitir tal desenlace, y dónde estaba el Estado? La familia ha dicho que no existen en el país centros especializados para atender casos como el de su hija: con un trauma visceral tras abusos sexuales a sus 11 y 12 años y una violación a los 14.

Noa Pathoven murió en su casa, asistida por un equipo médico y de su familia, ante la mirada cómplice, e indolente, de toda una sociedad. Sin duda, una eutanasia silenciada. La chica había escrito en su cuenta de Instagram el pasado sábado: “Seré directa: en el plazo de 10 días habré muerto. Estoy exhausta tras años de lucha y he dejado de comer y beber. Después de muchas discusiones y análisis de mi situación, se ha decidido dejarme ir porque mi dolor es insoportable”.

"No vivo desde hace mucho tiempo, sobrevivo, y ni siquiera eso", explicó la joven, antes de añadir que "el amor es dejar marchar y en este caso, así es”. 

Una muerte anunciada

La suya era una muerta anunciada. La diputada ecologista Lisa Westerveld contó que la vio dos días antes de morir y dijo que estaba "muy impresionada por lo ocurrido". El Estado estaba sobradamente enterado. En 2018 Noa Pathoven publicó un libro autobiográfico con el título 'Ganar o aprender', que escribió con 16 años, en el que narró las agresiones sexuales que sufrió. La primera, en una fiesta escolar, a los 11 años, cuando cursaba la secundaria y era una niña feliz y buena estudiante, la segunda, en una fiesta de amigos, un año después. La tragedia se cebó con ella cuando a los 14 años fue violada por dos hombres en una callejuela de su ciudad. En un principio no lo contó a su familia. Pasó tiempo hasta que denunció.

A partir de aquí padeció trastorno psicológico y anorexia y fue tratada en varios hospitales hasta que fue internada a la fuerza en una institución durante medio año, donde estuvo inmovilizada y aislada, según dijeron los jueces, para evitar que se autolesionara. Noa Pathoven dijo que "nunca más" volvería a un sitio así porque era "inhumano". La experiencia sólo valió para que su estado empeorara. Ingresó en una clínica especializada en desórdenes alimentarios, donde le colocaron una sonda nasogástrica.

Los niños pueden pedir la eutanasia en Holanda

La eutanasia entró en vigor en Holanda en 2002, aunque se practica desde la década de los noventa, para casos en los que el paciente que sufre una enfermedad irreversible, en fase terminal, y que le ocasiona un sufrimiento insoportable. La ley permite que la soliciten menores de edad desde los 12 años, con el consentimiento de los padres, y a partir de los 16 años, sin autorización, aunque tomando parte de la decisión final. Pocos países la han aprobado, en Europa: Bélgica y  Luxemburgo; en América, Canada. En Suiza se permite el suicidio asistido, lo mismo que en los estados estadounidenses de Oregón, Washington, California, Montana y Vermont. 

El debate de fondo

El sufrimiento de Noa Pathoven, víctima de la maldad más inmunda, no era físico, era del alma. Una muerte asistida por un padecimiento insoportable provocado por una enfermedad es comprensible. El final de la joven holandesa, no lo es y mucho menos ante el silencio clamoroso de un país.

La sociedad holandesa tendrá que enfrentarse a una honda reflexión. La eutanasia, sin embargo, no es el fondo del debate, sino la indolencia de un mundo que sigue si ser seguro para las mujeres.