Para poder afrontar un problema, lo primero que hay que hacer es entenderlo. La pandemia ha puesto del revés toda nuestra vida, pero no es una única realidad, sino muchas, y a todas ellas se ha asomado Alicia Martos en el libro que acaba de publicar: ‘Se hizo el silencio. Las 22 claves psicológicas para entender la pandemia’.

Este retrato del tsunami que ha sacudido al mundo responde a muchas de las preguntas que nos hacemos en estos tiempos convulsos, algunas de las cuales comenzaron a llegar al blog de esta psicóloga nacida en Linares (Jaén), sustituyendo a las habituales consultas de comunicación no verbal.

Todos y todo tiene cabida en su libro, desde la falta de duelo de quienes han perdido un familiar, hasta cómo las instituciones han gestionado la comunicación, pasando por sanitarios, padres, vigilantes de balcón o compradores compulsivos de papel higiénico.

Convencida de que la información es el único alivio para entender lo que sucede, y, en muchos casos, para quitarnos culpa, responde con su obra a cientos de interrogantes y ahora también, a las preguntas de ELPLURAL.COM.

Pregunta: ¿Cómo de importante ha sido el impacto psicológico de esta pandemia sobre la ciudadanía?

Respuesta: Los primeros datos que han salido al respecto son bastante alarmantes. Todo depende, eso sí, de cómo hayamos vivido la pandemia. Hay personas que han pasado por la muerte de un familiar, que es una de las situaciones más terribles, sin poder celebrar un funeral. Cerrar el duelo es muy importante y, si no se hace, se genera una especie de trauma. También hay quien ha perdido su puesto de trabajo, o su empresa, o está en una situación económica precaria.

Pregunta: ¿Hay diferencias en función de la edad?

Respuesta: El confinamiento en sí a todos nos ha pasado factura, pero lo que nos dicen las estadísticas es que el impacto psicológico ha sido mayor en personas jóvenes, en menores de 30 años. Los índices de ansiedad, estrés, trastorno de la alimentación y trastornos del sueño, son sustancialmente más altos en este grupo que en mayores de 65, que es lo que se esperaba. En estas edades lo que ha pasado es que se han mermado mucho las capacidades cognitivas y motoras.

El impacto psicológico ha sido mayor en personas jóvenes, en menores de 30 años.

Pregunta: ¿A qué puede obedecer esta diferencia?

Respuesta: Nosotros creemos que a dos factores. Al principio, la información que se transmitía era que los jóvenes eran casi inmunes, y que entre ellos no había apenas mortalidad, lo que hizo que desarrollaran un sentimiento de injusticia egoísta: “Si no me voy a infectar, por qué tengo que estar confinado”. A los mayores, por el contrario, les ha movido mucho más el miedo. Estos han vivido muchas más crisis, tienen otra madurez y mayor cumplimiento de la norma, y ahí podría estar la otra clave.

Pregunta: Las cifras desvelan también otros aspectos, que han pasado desapercibidos, pero sorprendentes y alarmantes

Respuesta: Sí. Un dato muy revelador y preocupante es el del consumo de alcohol. Según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, el índice de consumo de estas bebidas se fue incrementando de forma exponencial hasta alcanzar en abril un aumento del 90% con respecto al mismo mes de 2019. Esto pone de manifiesto que nuestra forma de afrontar los problemas no es la más adecuada y que necesitamos conocer otras estrategias menos dañinas. Lo que estamos haciendo es recurrir al placer a corto plazo, pero sin contar con el efecto rebote que tendrá, porque el alcohol empeora los sentimientos de depresión, ansiedad y estrés. Necesitamos educación en estrategias de afrontamiento en situaciones críticas.

Portada del libro Se hizo el silencio de Alicia Martos

Pregunta: La ‘nueva normalidad’, que poco tiene de normalidad, ha generado cuadros de ansiedad que no se dieron en el confinamiento y sobre personas a las que no ha afectado directamente la enfermedad. ¿A qué puede obedecer?

Respuesta: A mi me gusta llamarla ‘nueva realidad’, y lo que se está viendo es que no aprendemos a convivir con el virus. Esto tiene mucho que ver con la forma que tenemos de relacionarnos en España. Somos una cultura de alto contacto, lo que significa que necesitamos, no queremos ni deseamos, necesitamos, el contacto físico entre personas. No concebimos quedar con amigos, ir a un bar, a una boda, a un bautizo o a una comunión sin besarnos ni abrazarnos. Estas transformaciones sociales tan profundas necesitan un tiempo que no tenemos, lo que hace que la adaptación tenga que ser abrupta. Al cerebro no le da tiempo a asimilar esta otra forma de relacionarnos y esto hace subir los niveles de frustración, estrés y ansiedad.

Lo que se está viendo es que no aprendemos a convivir con el virus.

Pregunta: ¿Qué papel juegan los medios de comunicación en el impacto psicológico de la pandemia sobre la población?

Respuesta: Hay un cambio importante en las dos fases de la pandemia. Al principio creo que se pecó de un exceso de infantilismo, pero no responsabilizo a los medios de comunicación, que al final lo que hacen es trabajar con la información de las fuentes oficiales. Fueron estas las que fueron opacas y decidieron que querían blanquear una crisis bastante grave. Solo vemos lo que creemos, así que si lo que vemos son aplausos, canciones en los balcones, gente cantando, nos quedamos con eso.

Un mensaje de optimismo está bien, pero hay que combinarlo con información veraz sobre lo que está sucediendo. Es importante hablar de muerte, enfermedad, no utilizar eufemismos. Es duro, es feo, pero es la realidad que nos ha tocado vivir y la única forma de concienciarnos de la situación en la que estamos. Oímos las cifras, los números, pero si no lo has vivido de una forma cercana no eres capaz de asumirlo. Cuanto más alejados estemos de esa parte visual del virus, más reactivos seremos al cumplimiento de la norma. La negación no deja de ser un mecanismo de defensa. Eso sí, encontrar la medida sin caer en el morbo es complicado.

Pregunta: Precisamente de la negación han hecho muchos colectivos su doctrina. A los negacionistas hay dedicado también un capítulo del libro.

Respuesta: Sí. Los bulos no son nuevos. Se dan desde la Segunda Guerra Mundial, e, incluso, antes, en enfermedades pandémicas. Para que se produzcan se tienen que dar dos condiciones, la incertidumbre y el miedo, y esto lo encontramos en la situación actual. Se ha culpabilizado mucho a la población no solo por crealos, sino también por compartirlos. Los primeros sí son censurables, pero a los segundos les quito mucha responsabilidad. Todos hemos podido caer en ellos sin darnos cuenta. Al final, ha habido, incluso, información falsa por parte de las instituciones. Probablemente con el fin de que no cundiera el pánico, se ha divulgado información de la que no se tenía conocimiento. Eso, a la larga, ha generado falta de credibilidad, lo que lleva a la población a acudir fuentes alternativas. Si no se conocía el alcance del virus, se tenía que haber dicho tal cual, porque inventar la respuesta tiene consecuencias nefastas.

Pregunta: ¿Estos errores han sido comunes a todos los países?

Respuesta: Sí, ha ocurrido a nivel global. Hay auténticas barbaridades, como lo que ha sucedido en Reino Unido o Estados Unidos. Lo que han hecho Donald Trump o Boris Johnson es una locura. A mi juicio, solo El Salvador, ha comunicado las cosas como son y adoptado las medidas pertinentes.

Lo que han hecho Donald Trump o Boris Johnson es una locura.

Un error muy grave también fue comparar la pandemia con una guerra. Fue bienintencionado, para hacer entender que estábamos librando una batalla, pero no acertado. El primero que lo hizo fue Macron en Francia y después se extendió ese tono belicista a todo el mundo. Lo que hay que promover en estos tiempos es justo los valores opuestos: empatía, solidaridad, cooperación, ausencia de bandos, …

Pregunta: ¿Ya es tarde o puede hacerse algo en este sentido?

Respuesta: Creo que la única solución para frenar esto es una buena campaña de publicidad y marketing en la que se unan expertos virólogos y psicólogos y pongan en marcha estrategias útiles para llegar a la población, escogiendo las palabras adecuadas, que son muy importantes. A mi me molesta mucho, por ejemplo, que se utilice distanciamiento social, en lugar de físico, porque no tienen nada que ver. Se utiliza a los psicólogos cuando hace falta tratamiento, pero no en prevención y es aquí, en este punto, donde somos mucho más útiles.