Este pasado miércoles se organizó un acto de entrega de declaraciones de reparación y reconocimiento personal a doce víctimas de la represión franquista. El acto estuvo presidido por la vicepresidenta primera del Gobierno Carmen Calvo acompañada del secretario de Estado de Memoria Democrática, Fernando Martínez, la directora de la Guardia Civil, María Gámez y el delegado del Gobierno en la Comunidad de Madrid, José Manuel Franco.

El objetivo del Gobierno con estas distinciones es continuar incidiendo en la reparación moral de los represaliados del franquismo. En este caso se trata de once hombres y una mujer que sufrieron la persecución o violencia por razones políticas, ideológicas, o de creencia religiosa, durante la Guerra Civil y la Dictadura. Las familias de los homenajeados fusilados (una gaditana fusilada estando embarazada, el alcalde de Loeches, un labrador burgalés, un guardia rural de Alcázar de San Juan, un jornalero militante de UGT, un afilado de la CNT, un miembro del Partido Comunista) recogieron las distinciones. También se reconoció la labor de un funcionario que murió en el Campo de Concentración argelino de Djelfa. Otras dos víctimas homenajeadas fueron dos objetores de conciencia, que asistieron al acto y recibieron el reconocimiento en persona.

Homenajeados por el Gobierno


Entre los homenajeados destacó por permanecer leal a la II República, la figura del general de la Guardia Civil fusilado en 1939, José Aranguren Roldán, natural de Ferrol. Aranguren fue general de Brigada de la Guardia Civil con sede en Barcelona. Su lealtad al Gobierno de la República en julio de 1936 resultó decisiva para el fracaso de la sublevación en Cataluña.

Ello le llevó a que, tras concluir la guerra, fuera condenado por sentencia firme de un Consejo de Guerra del 15 de abril de 1939 en Barcelona acusado de rebelión militar. Fue fusilado pocos días después.

Carmen Calvo junto al nieto del General Aranguren en un acto de reparación a las víctimas del franquismo

Aranguren, un hombre honor, honesto y brillante


El general Aranguren fue un “hombre de honor”, un guardia civil honesto y disciplinado, un héroe de guerra con un brillante currículum profesional en el Cuerpo, al que Franco fusiló sin piedad a pesar de ser paisanos ambos de El Ferrol y de conocerse las familias. Pero el instinto criminal del dictador pudo más que esas circunstancias personales hasta el punto que Franco ordenó su asesinato con esta frase: "Que lo fusilen aunque sea en una camilla" tras conocer que Aranguren ya no podía andar por un accidente sufrido. La valentía y entereza del general se muestra en la frase pronunciada ante el pelotón de fusilamiento: “Disparad sin temor porque es ya poca la vida que a mí me quitáis”.

El escritor Lorenzo Silva en su novela “Recordarán tu nombre”, narra la vida de este hombre ejemplar fusilado por rechazar sumarse al golpe de Estado del 36 al acatar las órdenes de sus superiores. Franco ni olvidó ni perdonó la actuación clave de este general para que Barcelona continuase al lado de la II República.


Las familias Aranguren y Franco tenían relación


En su libro Silva recrea una tarde cualquiera de 1932. Como en ocasiones anteriores, el general Francisco Franco a la sazón primera autoridad militar de La Coruña, acompañado de su esposa Carmen Polo y de su hija, Carmencita Franco, van a tomar café al domicilio de Aranguren. En ese momento era coronel jefe de la Guardia Civil en Galicia. Otras veces la visita era inversa pues era Aranguren con su familia quien acudía a casa de los Franco. Pero la relación entre Aranguren y Franco venía de antes ya que ambos coincidieron en la Academia de Toledo y en la campaña de Marruecos durante el desembarco de Alhucemas.

Aranguren con Azaña detrás de Franco

Un olvidado entre los olvidados


Tras su fusilamiento el 21 de abril de 1939 por orden directa y personal de su paisano Francisco Franco su memoria cayó en el olvido. Hasta ahora, con este reconocimiento recibido esta suma, el general Aranguren había sido un olvidado entre los olvidados. “La historia de Aranguren tiene una significación especial, y me sorprendía que no se hubiese contado. Es un africanista, un tipo que ha estado en Marruecos, que se ha comido la guerra más salvaje, que se queda allí cuando Franco se vuelve a la Corte a vivir bien, que está bajo el mando de Sanjurjo, que ha perdido a un hijo allí y a otros dos en el bando nacional, que en África ha conocido a Goded, al hombre con el que se enfrentará a Barcelona”, comenta Lorenzo Silva que en su libro narra lo acontecido. Quien además, en una entrevista en el Periódico de Cataluña de mayo de 2017 reflexionaba: ““Me duele además que sea una persona a la que no ha reivindicado la Guardia Civil, porque es un guardia civil ejemplar, que encarna los valores del cuerpo como muy pocos, y durante 42 años; es un servidor de la República desde el primer minuto, desde el 14 de abril, cuando Mola le dice que se ha de sabotear la proclamación de República y él la protege, y tampoco la izquierda lo reivindica; es un defensor de Barcelona, que resulta clave, y Barcelona y Catalunya lo tienen perfectamente olvidado… ¡cuánto olvido encima de una persona!”


El proceso judicial fue un “monumento a la antijuridicidad”


Tras una pantomima de juicio militar, con unos miembros del tribunal ávidos de satisfacer los deseos de Franco, en tan solo dos folios resumen las acusaciones injustas en lo que se ha denominado como un monumento a la antijuridicidad y burda máscara legal de un asesinato, que, curiosamente, nunca ha sido revocada.

Las prisas en asesinarlo

El único delito del fue el de acatar las órdenes de sus superiores tras el alzamiento golpista que se traducían en defender la legalidad de la República. Mandos representados en Cataluña por la Generalitat y el Consejero de Gobernación y en España por los mandos nacionales de la Guardia Civil. Entre las acciones que destacan de este hombre bueno destaca salvar a 12 guardias civiles -que se habían sumado al golpe en Teruel- de un fusilamiento seguro al trasladar su juicio a Barcelona para que no fuera de manera inmediata como se pretendía. Finalmente los doce guardias civiles traidores eludieron el paredón. Y es que lejos de la violencia, a Aranguren no se le pudo atribuir ninguna orden de muerte, es más, que, por no firmar, ni siquiera firmó el enterado de la sentencia de muerte que un consejo de guerra impuso al general golpista Goded,  comandante general de Baleares y líder militar de los fascistas llegado a Barcelona para posibilitar la rebelión en Cataluña. Este, semanas antes había amenazado a Aranguren con fusilarle. Aranguren le contestó: "Si mañana me fusilan, fusilarán a un general que ha hecho honor a su palabra y sus juramentos militares; si le fusilan a usted, fusilarán a un general que ha faltado a su palabra y a su honor" recordándole la promesa de fidelidad a la II República que habían hecho años antes.

 

Eliminar un símbolo
Y aunque la labor de Aranguren hizo fracasar los planes de los franquistas en Barcelona, finalmente lograron doblegarla aunque tuvieron que esperar a marzo de 1939 para que el ejército sublevado pisara Barcelona. Aranguren, detenido y tras un paripé de juicio, fue ejecutado el 21 de abril en el Camp de la Bota de Barcelona. Recordamos de nuevo la crueldad sádica de Franco que al enterarse de la detención de Aranguren en la legación diplomática de Panamá en Valencia y sabiendo que sufría lesiones por un accidente de coche que le tenían postrado y le impedían andar dictó: “A Aranguren, que lo fusilen aunque sea en una camilla".


Para nada sirvió que Aranguren hubiese perdido a su hermano Carlos, coronel del ejército de Franco. Tampoco que los dos vástagos varones hubiesen luchado a las órdenes de Franco y que uno de ellos cayese en Guadalajara en 1938. Tampoco que el más joven de los hijos resultara gravemente herido, falleciendo años después por la secuelas. Tampoco le salvaron sus firmes convicciones religiosas. Nada sirvió. Su destino estaba marcado desde que decidió ser fiel a sus mandos y a ley: “A Aranguren, que lo fusilen aunque sea en una camilla".