A pesar de que en 2012 decía que La vida iba en serio, poco o nada se iba a imaginar Jorge Javier Vázquez de lo que le iba a deparar la próxima década. Presentador estrella, revolucionario de la televisión y, por qué no decirlo, "enano dictador", el periodista se lanzó durante los últimos años a aceptar trabajos por "sentido de la responsabilidad". De Supervivientes a Sálvame en sus múltiples formatos pasando por las tablas de los teatros de media España, el de Badalona ha pasado la última década inmerso en el oficio. Tanto, que perdió a su pareja y se alejó de su familia.

Ahora, gracias a Antes del olvido, Jorge Javier Vázquez se quita el maquillaje, realiza una profunda autocrítica y habla de tú a tú al lector en una carta de amor a su querida Mila Ximénez en pleno proceso de recuperación. El "Jorge Javier de la tele" da paso al "Jorge Javier de casa" para abrirse en canal y hablar de sus adicciones, sus miedos y la tristeza que ha dejado la marcha de su amiga.

PREGUNTA (P): Sorprende mucho que cuentes en el libro lo mal que estabas y no se notara absolutamente nada en televisión.

RESPUESTA (R): Me lo dijo mi psicóloga. Me decía que le parecía imposible que fuera a su consulta, le dijera que me encontraba tan triste y tan mal y de repente pusiera la tele y me viera así. Yo le decía que llevo 25 años trabajando y que al final aprendes a fingir y a mostrarte como no estás.

P: ¿No es un poco enemigo el Jorge Javier de la tele del Jorge Javier de casa?

R: Hay un capítulo en el libro que se llama 'El otro Jorge' que habla de ello. Hay veces que no se llevaban bien. La gente no se lo cree, pero soy muy tímido. Lo peor que me puede pasar es que por la calle la gente me reconozca y me diga cosas bonitas. Me muero de la vergüenza.

Es un poco esquizofrénico. Esta profesión es lo que tiene, quieres que la gente te vea. Cuando lo consigues dices 'ay qué vergüenza'.

P: Y renuncias a cosas como pasear por el centro de Madrid.

R: Se convierte en algo complicado porque en un momento que puede ser de descanso para ti, al final es como una prolongación del trabajo. Es lo que tiene la popularidad. Este trabajo lo que tienes que hacer es aceptarlo. Muchas veces te peleas contra él, no aceptas partes de lo que tiene ese trabajo y eres profundamente infeliz. Una vez que lo aceptas, y esto cuesta muchísimo tiempo, te relajas y lo empiezas a disfrutar más. 

A mí me encanta ir donde hay muchísima gente, pero no puedo ir a una verbena de barrio ni mostrarte como eres ni hacer lo que hacen los demás.

Te vuelves un poco obsesivo y lo quieres controlar todo y eso es imposible

P: O como cuentas en el libro ir a una cita de Grindr a casa de alguien.

R: A mí me dicen que utilice Grindr para ligar, pero me da mucha vergüenza quedar con alguien, ir a su casa y encontrarme en el ascensor con una señora que me mira. Te vuelves un poco obsesivo y lo quieres controlar todo y eso es imposible.

P: Cosas como esta con Grindr o cosas como las que cuentas en Marrakech son de tener mucha confianza en uno mismo para exponerse así.

R: En el libro cuento que la semana del ictus que me dio en una discoteca de Marrakech me intentó chantajear un chico que conocí por Grindr por marica. Yo pensaba 'pero por favor, si ha dado con el mayor marica del Reino de España'. Tú imagínate qué miedo puedo tener yo (Risas).

Una de las mejores cosas que he hecho es acudir a un centro de adicciones

Ese mismo fin de semana le habían hecho lo mismo a un español en Marrakech y le sacaron cuatrocientos euros. Con estas cosas te das cuenta de la importancia de lo que es vivir sin miedo, que te hace más libre y te hace enfrentarte a estas situaciones con normalidad y no ceder al chantaje.

P: Durante el libro también hablas bastante de la adicción y dices una frase que me llama mucho la atención. Cuentas que uno no es adicto a algo, sino que es adicto a secas.

R: Quería plasmarlo en el libro. Creo que hay muchísima confusión en torno a la adicción. Siempre que se habla de la adicción se dice que uno es adicto a la cocaína, al alcohol, al juego online y no. Cuando uno es adicto es adicto y punto. Eres adicto a absolutamente todo.

Reconocerme como adicto me ha ayudado muchísimo a vivir más tranquilo porque me reconozco una serie de comportamientos que antes no tenía detectados y para los que ahora tengo herramientas suficientes para enfrentarme a ellos y que no provoquen terremoto en mi vida. Una de las mejores cosas que he hecho es acudir a un centro de adicciones. 

P: ¿Cómo fue el momento en el que decidiste ir?

R: Fue en un momento en el que me estaba dando cuenta de que el alcohol me estaba controlando o de que yo no lo controlaba a él. Durante muchas épocas de mi vida me he preguntado si era alcohólico, porque siempre que salía los fines de semana bebía. No concebía el salir a comer y no beber. Me encantaba emborracharme, pero cuando me emborrachaba, era incapaz de parar de beber.

Después tenía unas lagunas mentales tremendas. No me acordaba de absolutamente nada de lo que había sucedido la noche anterior.

Llamé y pedí cita. (Risas). '¿Cómo te llamas?', por teléfono. Yo respondí que Jorge Javier Vázquez. Al llegar me dijo mi psicóloga que pensaba que era una broma.

P: Tenía la hora libre por si acaso.

R:  (Risas) Por si acaso. Nunca me ha dado vergüenza enfrentarme a ese tipo de problemas. Lo primero que le preguntas, y además es un patrón, es si uno es adicto. Lo que pasa es que para hacer un diagnóstico tienen que hacer terapia contigo. Ahora con la pandemia todo el mundo está muy trastocado emocionalmente y después de varios meses de terapia, fíjate que ya no me importa la etiqueta, pero sí que sé que tengo comportamientos adictivos.

P: Por ejemplo.

R: El perfeccionismo, el inconformismo, la intolerancia, el egoísmo, la insatisfacción con el mundo que me rodea, el aburrimiento porque parece que tengo que estar viviendo siempre continuamente la emoción... Mi psicóloga me dijo que creía que era adicto. Es una enfermedad y me ha dado mucha tranquilidad porque sé qué tipo de armas tengo que utilizar para que no me haga daño.

Esto no es un libro de adicciones. Cualquier adicción es mala, pero hay algunas que parecen que por la sociedad están bien vistas. No todas las adicciones son a sustancias. Yo he tenido una adicción que ha sido tremenda, que ha sido una adicción al trabajo y que me ha hecho mucho daño.

P: ¿Compensa haber trabajado tanto?

R: Es que nunca lo sabes porque no te lo preguntas. Cuando es una adicción tú no te preguntas si compensa o no porque no te paras a pensar en absoluto nada más. Trabajas, trabajas, trabajas y no sabes ponerle fin ni cogerte tus periodos de descanso. No entiendes que debes parar. Entras en una dinámica muy complicada que afecta a tu salud y a los que te rodean. Yo he dejado de lado a mi familia por trabajar y he dejado de lado mi relación sentimental por trabajar. Y no es sano.

P: Había veces que presentabas Sálvame dos o tres días a la semana más el reality y el Deluxe con doblete los viernes.

R: Tenía un sentido de la responsabilidad que me impedía decir que no, que es otra característica de los adictos. La gente confunde el mundo de la adicción con la peor visión de un yonqui. La mayoría de los adictos son personas a los que les va muy bien en su trabajo y que son aparentemente triunfadores.

P: No vamos a entrar en el tema audiencias de Sálvame porque ahí están los datos que hablan de vuestro liderazgo y seguís vivas y con un par de cojones, como decía Belén Esteban, ¿pero no crees que esa incertidumbre acentuó tu tristeza?

R: No. Creo que no. Tuve un desencuentro laboral muy fuerte con una persona a la que le tengo muchísimo afecto y estaba triste por eso. También estaba muy triste por la desaparición de Mila y me afectó muchísimo la postpandemia. La pandemia me pilló trabajando y no fui consciente.

Lo bonito que tiene la vida es aceptar cada etapa y no pretender vivir como si tuvieras siempre 30 años

También fue muy duro decir adiós a la juventud y aceptar que el tiempo pasa y tienes una edad. Tengo 52 años y la muerte empieza a estar muy presente. Es una edad en la que es muy usual empezar a recibir noticias que fulanito está con cáncer, que fulanito se ha muerto o que a fulanito lo tienen que operar.

La muerte empieza a estar muy presente en tu vida, mucho más que en otras épocas. Y a eso hay que sumar que yo me lo he pasado muy bien antes de la pandemia, que era cuando vivíamos. Decir adiós a toda esa vida que implicaba noches locas, aventuras locas, aventuras sin sustancia, sin ningún tipo de trascendencia y entrar de golpe en una época de madurez, me parecía la muerte en vida, sinceramente.

Después te das cuenta de que lo bonito que tiene la vida es aceptar cada etapa y no pretender vivir como si tuvieras siempre 30 años. Es un error, aunque respeto a quien lo haga.

P: Hablas de cuando Mila no estaba en el programa. Ha habido mutismo en el programa con el tema.

R: Lo hemos hecho fatal. Con Mila no se puede haber hecho de peor manera. Ella murió un miércoles. Ese día había partido de la Selección Española de fútbol, no había Sálvame, que la tía escogió para morirse un día que no había programa y la cadena, con muy buen tino, decidió eliminar una hora y media del previo y dedicárselo a Mila. Hicimos el programa ese y al día siguiente un programa homenaje, recordando sus mejores momentos y dijimos hasta aquí.

No queríamos que la audiencia pensara que nos aprovechábamos de su muerte. Fue tal tragedia que no quisimos hacerle frente. Fue lo peor que pudimos hacer, porque creo que ninguno de mis compañeros ha hecho el duelo. Yo lo he hecho y lo estoy terminando de hacer ahora con las entrevistas de promoción y es porque he ido a terapia y lo estoy trabajando. Muchos de mis compañeros todavía se piensan que Mila está en un reality o que está de vacaciones y que en cualquier momento aparecerá y no va a aparecer.

Entre nosotros tampoco la nombramos, nos cuesta aceptarlo. ¿Cómo no vamos a hablar de ella si hemos estado 13 años con ella a cuatro horas al día? No hemos sabido enfrentarnos al dolor.

Ha sido antinatural para nosotros y para la audiencia, que no ha entendido cómo no hemos hablado de esa figura fundamental en la historia del entretenimiento de este país y del programa.

Mila está muy presente en mi vida. Lo va a estar el resto de mi vida y es una de las personas más fascinantes y más maravillosas que he conocido

P: ¿Qué hubiera pensado Mila del libro?

R: Está encantada. Me acuerdo de cuando me fui a despedir de ella. Estábamos en la habitación ella, Alba y yo. Me arrodillé y le dije 'Mila, atenta, porque te quiero decir una cosa'. Yo ya la conocía perfectamente y ella cuando yo le decía eso ya sabía que iba a ser una cosa bonita. Se acomodó en la cama para escuchar lo bonito que le iba a decir. Yo le dije 'mira, quiero que sepas que ha sido un placer conocerte, que ha sido maravilloso vivir estos veinte años a tu lado, que te quiero muchísimo, que te voy a querer el resto de mi vida y que nunca te voy a olvidar'. Fue un momento precioso el poder despedirme y el poder decírselo.

Ella ya lo sabía porque yo para ella era su chico, no había nadie como yo. He hecho mucha reflexión sobre esto y he comprendido lo de la pareja abierta con Mila. Para mí era mi pareja. Yo sabía que ella tenía otros amigos y que se iba de cena con otra gente y que salía de viaje con otra gente y a mí no me molestaba. Eso debe ser la pareja abierta, porque yo sabía que siempre volvía a mí, que yo era el más importante. Yo soy su chico, le pese a quien le pese. Mila está muy presente en mi vida. Lo va a estar el resto de mi vida y es una de las personas más fascinantes y más maravillosas que he conocido en mi vida y dudo que conozca a alguien que esté a su altura.

Yo sé que ahora entiendo que lo está viendo y que se está emocionando. La tengo tan presente que de repente pienso en cosas y escucho su risa. Y cuando hablo del tipo de relación que mantenía con ella escucho como me dice 'anda que no presumes de eso'. Hablo con ella. Tengo un cuadro en mi casa antes de entrar a mi habitación y lo primero y último que hago al entrar y salir es verla a ella. Hay veces que le doy un beso y otra que le digo 'anda que como te estás pasando'.

P: Dame tregua, ¿no?

R: Fíjate. El primer año y medio noté que está muy inquieta. Esto que voy a decir yo sé que no lo va a entender la gente que no tenga presente la espiritualidad, pero yo he creído recibir señales de ella. Sinceramente te lo digo. No es que esté flipado o que esté zumbado, pero hay una conexión.

P: Volviendo al libro, has contado que has aprendido a llorar. 

R: Dejé de llorar. A los cuatro meses del ictus me diagnosticaron depresión, que es algo muy común. Cuando ocurre algo así es normal que derive en un estrés postraumático. Seguí con mi terapia y empecé a medicarme por primera vez. La medicación lo que tiene de bueno es que los problemas dejan de tener importancia, pero te bloquean mucho las emociones y los sentimientos. Creo que a partir de ahí empecé a no llorar como antes. También creo que he empezado a llorar desde que he dejado el alcohol, porque el alcohol anestesia un montón y el alcohol impide que afloren un montón de sentimientos.

Cuando vives a pelo, sin absolutamente nada, dejas que la vida te sorprenda y todo lo que te rodea te afecta de otra manera. Perece mentira, porque el alcohol en un buen principio es un potenciador.

P: Sí, parece que lo tomas para pasártelo bien

R: Pero es un depresor, luego viene el bajón. No sé qué pasará el día de mañana. Por prescripción facultativa no puedo beber.

P: ¿Ni una copita de vino?

R: Ni una copita de vino. Eso que parece tan imposible se puede hacer. Y no solo eso, sino que además es que a mí me está produciendo muchísima felicidad. No te digo que a veces me dan ganas, pero como no puedo, me las aguanto.

P: Tiene que ser duro que tu madre te diga que no sabe cómo ayudarte

R: Fue una cosa terrible. Estábamos comiendo en casa y me dijo que nunca me había visto tan triste. Me produjo mucho dolor. También me dijo que había noches en las que pedía a mi padre y a Mila que me echaran un cable. Me dejó muy tocado. Es muy doloroso.

P: ¿Ayuda a tomar constancia del momento en el que estás?

R: A veces no ves la salida. Ojalá en este país el acceso a las terapias y a los psicólogos estuviera más al alcance de la mano y la gente pudiera ir con mayor asiduidad y que la sanidad pública pusiera todos los resortes necesarios para que la gente pueda utilizar los profesionales. Son las personas que en esos momentos te ayudan a seguir adelante. Por mí mismo no hubiera sido capaz de salir adelante.

P: ¿Qué opinó tu madre de tu candidatura a la alcaldía de Madrid?

R: Creo que no se ha enterado (Risas). Es que nos pensamos que lo que sucede en Madrid tiene la onda expansiva de que sucede en toda España.

P: Pero si su hijo es el titular de la noticia.

R: Ha estado estos días en casa y me dijo '¿Pero qué es eso de lo de alcalde?' Yo le dije que era mentira y se quedó ahí la cosa'. No tuvo mayor trascendencia. Es lo último que le faltaba.

P: Presentador y alcalde.

R: Ella siempre quiere que presente un telediario, que presente algo que no sea conflictivo.

P: Con Piqueras mano a mano.

R: Yo le digo que a Vicente Vallés le caen de vez en cuando. Hasta presentar un telediario puede ser conflictivo.

P: Hay un capítulo del libro en el que hablas bastante de Madrid y de cómo lo ves ahora. Lo llamas Venezuela.

R: La nueva Venezuela. Creo que en Madrid está sucediendo, aunque nuestra presidenta lo utilice como arma arrojadiza, que se está convirtiendo en la nueva Venezuela. Hay una élite, entre la que me incluyo, que vivimos muy bien. Hay también una red clientelar como sucede en Venezuela y muchísima desigualdad, cada vez más. 

Yo conocí un Madrid mucho menos crispado cuando llegué. No existía esta crispación

En Madrid está sucediendo lo que sucedió en su momento con el PSOE en Andalucía, que después de muchísimos años en el poder se formaron unas redes en las que tienes que estar metido en el partido para trabajar en según qué cosas y para que te lluevan contratos y para que te caigan concesiones. Lo lo mismo que sucedió en Cataluña con Convergència i Unió, que con tantísimos años en el poder se crean redes clientelares.

Por eso es tan difícil el cambio. Porque romper eso es complicado. Es romper con una estructura económica que beneficia a unos cuantos que no quieren perderla.

P: ¿Qué ha cambiado de Madrid?

R: Yo conocí un Madrid mucho menos crispado cuando llegué. No existía esta crispación. Era un Madrid en el que se vivía con muchísimas menos desigualdades. No lo achaco solo a Madrid, es algo nacional. En el año 95 en Madrid con un trabajo la gente podía vivir bien y tener un sueldo digno como para tener tu piso. Ahora la gente joven tiene que trabajar en un montón de sitios para poder llegar a fin de mes y aún así le cuesta.

P: Para sobrevivir.

R: Para sobrevivir. La gente se ha dado cuenta de que Madrid es una ciudad muy complicada y muy dura. Es una ciudad fascinante para vivir si tienes dinero. Si no lo tienes, vete al centro a vivir hacinada en habitaciones, en zulos. Veo que los que viven en el centro viven casi, en condiciones cercanas a lo infrahumano.

Yo esto no lo viví. Se ha aprovechado cualquier crisis para congelar los sueldos o incluso para reducirlos, pero cuando llegado el buen momento de la recuperación no se han vuelto a regenerar los sueldos... La gente está cobrando lo mismo que hace 20 años. No hay por donde cogerlo, por eso me gusta este Gobierno, por eso lo voy a seguir votando. En el momento en el que vivimos necesitamos un gobierno que se preocupe por sus trabajadores y que se preocupe por la gente a la que no le va bien. Quiero que haya un gobierno que ayude a la gente a estudiar y que tengan posibilidades y que intentemos acabar en la medida de nuestras posibilidades con las desigualdades y no dando becas como se conceden a gente que ingresa más de 100.000 €.

Los todólogos. Esta gente que sale en la tele que lo mismo te habla de la crisis de Ucrania que del ingreso mínimo vital, que lo saben absolutamente todo

P: ¿Tiene coste alabar al Gobierno y criticar a Ayuso?

R: Yo entiendo que haya gente a la que no le guste Pedro Sánchez. Claro que lo entiendo. Y a mí no me gusta Isabel Díaz Ayuso, pero lo que a mí me gustaría es que esto no se tradujeron en una guerra. Si critico a Isabel Díaz Ayuso, todos los confidenciales fachas se te lanzan en tromba.

Chico, yo puedo disentir de la misma manera que entiendo que haya gente a la que no le guste Pedro Sánchez. El debate está bien, la controversia está bien. Este clima prebélico me aburre y no me quiero envenenar. Por ese tema ya he sufrido bastante, pero a mi edad, que cada uno se envenene con lo que quiere.

P: En el libro hablas de los todólogos. ¿Provocan esta crispación?

R: Los todólogos. Esta gente que sale en la tele que lo mismo te habla de la crisis de Ucrania que del ingreso mínimo vital, que lo saben absolutamente todo. Yo no sé dónde aprenden. Hay gente que se pasa estudiando cincuenta años política internacional y estos saben de movimientos, de estrategias diplomáticas, del Kremlin... Es una auténtica vergüenza.

No hay nada más devaluado que una tertulia política. Es que tendrían que desaparecer absolutamente todas. Yo me acuerdo de cuando era joven, que es una frase que yo ya digo muchas veces, a los periodistas que yo veía por televisión no detectaba de que partido eran, es que era imposible. Se mantenía un poco la apariencia de objetividad, pero es que ahora esto en una tertulia echar a pelear a dos de derechas y dos de izquierdas es lo más antiguo del mundo. Yo creo que a partir de ahora, y es una idea que pongo sobre la mesa, todo político que se siente en un programa de televisión tiene que enfrentarse a un comité de expertos y estos deben estar conectados con el presentador con pinganillo y cada mentira que diga el político, sea del partido que sea, el comité diga que es falso. Es la única manera de que la política en televisión se salve, que haya un comité de expertos que desnude a todos los políticos que mientan. Si no, estos programas ya se pueden ir a tomar por culo.

P: Y si no Conchita, que de lunes a viernes tiene trabajo.

R: (Pone voz grave) Dice la verdad.

P: Última pregunta. ¿Te han denunciado Penélope Cruz y Javier Bardem?

R: Pero eso no es una denuncia, es un chisme. Es una cosa sin sustancia, hijo. Es porque descubro qué nombres utilizan ficticios para estar en un sitio al que iba yo. Es un chisme de peluquería. Es buenísimo, ¿o no? No digas los nombres.

P: Es buenísimo.

R: Es que el libro es muy bueno. A comprarlo como locas.