Hay quien sigue discutiendo la necesidad de la celebración de las marchas y Día del Orgullo Gay. Lo disfrazan de falsa bonhomía, diciendo que las conquistas civiles ya son tan grandes que no debiera ser necesaria su conmemoración. Son los mismos que luego consideran intocables las celebraciones de las respectivas semanas santas, patrones varios, toros embolaos, con argumentos culturales, o el día de la Hispanidad, que celebra un controvertido, y fundamental suceso de la historia universal, sucedido hace ya muchos siglos. En nuestro tiempo, se disfraza de suaves formas lo que es una tela de araña hipócrita, que pretende asfixiarnos suavemente.

La conmemoración del Orgullo Gay de este año, que recuerda los sucesos de Stonewall el 28 de junio de 1969, fundacionales del movimiento gay y las reivindicaciones queer en EEUU y en el mundo, vienen precedidas de peligrosas señales de retroceso. La aprobación de la ley represiva contra los homosexuales, por parte del reaccionario primer ministro húngaro, Viktor Orbán, supone un aldabonazo peligroso en el corazón de la Unión Europea, sobre lo rápido que se puede perder lo conquistado.  La ley, por llamarla de alguna manera, emula las legislaciones represivas de la Rusia de Putin, equiparando la homosexualidad con la pederastia, y aplicándoles penas similares a estos crímenes. Se prohíbe, como en Rusia, la manifestación de esta orientación sexual, su pedagogía, y realidad misma. En la cumbre europea, que iba a centrarse en otros temas, la mayoría de los estados miembros, a excepción de Polonia y Eslovenia, han recriminado al presidente de Hungría el ataque contra los derechos civiles, y los derechos Humanos, que supone una ley de tales características,

Charles Michel, presidente del Consejo, ha declarado que “los valores fundamentales están en el corazón del proyecto europeo. No podemos permitir se pisoteen estos derechos, es fundamental reafirmar la primacía del derecho y los valores europeos”. Como primer paso, la Comisión ya ha advertido por carta al gobierno húngaro de los puntos en los que la ley viola el derecho comunitario. “Tenemos que contenernos a veces para defender los valores de nuestra democracia, no callarnos, sino defender con argumentos. Tenemos que aplicar el estado de derecho cuando hay diferencias, ha declarado la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen. He enviado la carta, espero una respuesta de Hungría, hay otros pasos que podemos seguir. El procedimiento abierto y el final está abierto, depende de cómo se comporte Hungría”, ha añadido. Sin embargo, esta medida, ante la cerrazón de Orbán, y el apoyo de otros dos países miembros, me parece tibia. No comprendo la “contención” ante una flagrante violación de derechos fundamentales en un estado miembro.  Si, como dice, la presidenta de la Comisión, y tiene razón, esta ley de un país miembro atenta contra los mismos principios fundacionales de la Unión, no hay lugar para términos medios: o derogan la ley, o deben salir de la Unión. Permitir este desmán es tolerar que, gubernamentalmente, institucionalmente, se legitime la homofobia y la persecución de las personas LGTBIQ lo que supone una flagrante vulneración de los Derechos Humanos.

La homofobia institucional no es, desgraciadamente, una realidad nueva, aunque pensábamos que había quedado reducida a los infiernos de regímenes dictatoriales o subdesarrollados. Ejemplos como en el que se mira Orbán, la Rusia de Putin, nos devuelve una realidad más perversa. También que instituciones corruptas y multimillonarias, como la UEFA, que ha sido investigada en múltiples ocasiones por tramas de corrupción económica, tráfico de influencias, tratos de favor, y negocios turbios, como los procesos abiertos por el gobierno suizo en 2011 por corruptelas varias de esta institución, se alineen con la homofobia de Hungría, en vez de con los derechos humanos, es muy significativo. Que la UEFA se negara a iluminar el estadio de Munich contra la homofobia, argumentando que era una cuestión política, y no de respeto por derechos humanos que es lo que es, y estuviera a punto de sancionar al portero de la selección alemana Manuel Neuer por portar en solidaridad un brazalete arco iris, deja claro cómo desde la UEFA están de parte de la homofobia institucionalizada, que no sólo no condenan, si no que además apoyan, tácitamente. Si Neuer no fue sancionado fue, sencillamente, porque la repugnante actitud de la UEFA generó una marea arcoíris en contra. Queda claro que, al contrario de lo que debiera, la UEFA no defiende los valores deportivos de sana competencia y superación, sino los intereses económicos ocultos, machistas y homófobos de una élite en la sombra.

Partidos filofascistas y de ultraderecha, aparecidos en Europa en los últimos años, como Amanecer Dorado, en Grecia, felizmente ilegalizado, Alternativa por Alemania, o VOX en España, han sacado del avergonzado armario del totalitarismo a los que están contra los derechos humanos y la diversidad, nostálgicos de dictadores y violencia. No es de extrañar pues que el líder de VOX, Santiago Abascal, haya manifestado su apoyo y “cariño”-que gay ¿No?- a Viktor Orbán y sus políticas. Ya se reunieron hace poco para manifestar su concomitancia ideológica, no sabemos si sellada en el calor de alguna sauna. Ironías aparte, la evidencia filofascista de VOX, sin careta, que embravece a los homófobos, está dando carta de naturaleza al florecimiento de un aumento de las agresiones homófobas según los últimos informes y estudios. Algunos, que lo hemos sufrido en nuestras carnes en la calle, e incluso en nuestra propia familia, estamos asistiendo a cómo el desquicie desde los discursos de ultraderecha están envalentonando a los que se alimentan del odio al otro. Algo que los jueces, debieran empezar a judicializar de oficio ya, aplicando, sin buenismos, sentencias más duras contra los delitos de odio homófobo. La deriva totalitaria de VOX está escorando también al PP, que se dice de centro, pero que por necesidad en sus ayuntamientos y comunidades autónomas se pliega sin remilgos a las exigencias machistas, discriminatorias y antieuropeas, además de anticonstitucionales, de los seguidores de Abascal.  El hecho de que la bandera Arco Iris no ondee en el consistorio madrileño es una prueba clara, por mucho que se amparen en sentencias judiciales más que interpretables. Es un momento en el que todo el mundo se está retratando pero en el que, la sociedad civil y política europea y democrática, no debe ceder ni un palmo. O se está con los derechos Humanos, o en contra. Lo demás son peligrosos brindis al sol. Cara al sol, por ser más exactos…