Valdeorras arde, O Courel arde, Losacio arde, Ateca arde… Ourense, Lugo, León, Zamora, Zaragoza y otras provincias españolas están sufriendo las devastadoras consecuencias de la oleada de incendios que asola España. Unas temperaturas extremas que no cesan, un cambio climático cuyos efectos ya se hacen evidentes y una sequía que amenaza las reservas de agua son tres de los factores clave que han llevado a miles de personas a la situación más extrema, a tener que luchar a contracorriente contra las llamas para intentar salvar sus casas.

ElPlural.com ha querido trasladarse hasta la comarca ourensana de Valdeorras y las localidades leonesas colindantes, como Puente de Domingo Flórez, Quereño, Salas de la Ribera o San Pedro de Trones, donde se ha originado uno de los incendios más graves, que ha calcinado en Galicia (más de 10.500 hectáreas), para mostrar el drama que ha supuesto para sus habitantes, que han tenido que enfrentarse a las llamas para salvar sus pueblos. Una parte de esas localidades, ha quedado calcinada.

Julio Arias, alcalde del Ayuntamiento de Puente de Domingo Flórez (León), reconoce en declaraciones a este periódico la gravedad de la situación que acaban de vivir, ya que el incendio en su territorio ya está controlado. “Lo que hemos vivido es algo novedoso para nosotros, porque nunca habíamos tenido incendios de este calibre”, explica, añadiendo que la sensación en la que se ha sumido el municipio es la de “la impotencia, la tensión y la angustia”.

Puente de Domingo Flórez es la localidad que ha acogido a los vecinos de San Pedro de Trones y Salas de la Ribera, dos municipios que han sido desalojados por seguridad. Tras controlar el fuego, los vecinos ya han podido volver a sus casas. “Los de Salas vinieron solo unas horas por si acaso y como todo fue bien volvieron a sus casas, pero los de San Pedro han estado más tiempo. No nos ha sido difícil atender a estas personas porque hemos tenido mucha ayuda por parte de la Guardia Civil y Cruz Roja, además también teníamos el polideportivo, el albergue y el hotel con plazas libres”, comenta Arias.

Estas localidades han tenido más suerte que otras de la comarca de Valdeorras, que han visto arder muchas de sus viviendas. Alixo es uno de los pueblos gallegos donde las consecuencias han sido más devastadoras: unas quince casas han quedado calcinadas. María Isabel Pérez, residente en O Barco de Valdeorras pero natal de Alixo, relata el drama que han vivido los vecinos de la localidad, ella incluida, ya que sus padres viven allí: “Tuvimos que ir al pueblo a sacar a nuestros padres de allí porque son mayores y no sabíamos lo que nos íbamos a encontrar. En ese momento no había ninguna autoridad, pero luego intentamos volver para apagar el fuego si llegaba a las casas y ya no nos dejaron entrar, nos encontramos la carretera cortada. Nos impidieron entrar, y ya está, se quemó”.

“Sentimos una impotencia e indefensión absoluta, pero no queda otra que mirar hacia delante. No dejaron que los vecinos entráramos para ayudar a frenar el fuego y cuando entramos ya estaba todo quemado. Unas catorce o quince casas han quedado destruidas”, añade. Además, Pérez lamenta que “con las grandes máquinas de obra que hay hoy en día se haya permitido este desastre” que se extiende a otros muchos pueblos de la zona: “Cuando nos dejaron pasar ya vimos lo que había, ya no estaba, estaba lo que quedó del pueblo. Y como mi pueblo, el resto. Arde el mío y ¿no son capaces de hacer cortafuegos o impedir que ardan otros?”.

Una vivencia similar es la que relata Ángel Malvesada, cuyos padres viven en Candeda, otro de los pueblos más afectados en Galicia. “Candeda fue el primer pueblo que ardió. El fuego empezó en la sierra a unos diez kilómetros del pueblo y aunque estuvo controlado, el viento que se revolvió el domingo lo agudizó y las llamas empezaron a acercarse al pueblo”, comienza relatando. Después, Malvesada lamenta que las autoridades ordenaran a todos los vecinos y allegados marchar del pueblo y dejar solo a los bomberos trabajando contra el fuego.

Casa quemada en Candeda

“Aunque nos ordenaron abandonar el pueblo, cuatro vecinos se negaron y se quedaron apagando el fuego. La casa de mis padres la salvaron ellos porque ya estaba entrando por uno de los laterales y consiguieron apagarlo”, comenta al respecto. “Ardieron seis casas, tres de las cuales estaban habitadas. Pero en total ardieron 20 o 30, solo que estas estaban ya abandonadas. Ardió un barrio entero. También han ardido la gran mayoría de los castaños que hay en los alrededores”, detalla.

Tras el paso del fuego, Ángel Malvesada, al igual que María Isabel Pérez, no deja de mostrar su pena y lástima ante el paisaje que ha quedado en la zona. “Quedó todo quemado, por todos los lados”, comenta uno, al tiempo que el otro añade que “da pena ver todo quemado, casas completamente destruidas”.

No obstante, aunque con unas consecuencias diferentes en lo relativo a las viviendas, los vecinos de Quereño, San Pedro de Trones y Salas de la Ribera han pasado momentos muy complicados. Lucía Bergaz, joven residente en Quereño, ha relatado a ElPlural.com la dureza de la situación: “Lo que vivimos sobre todo el jueves a partir del mediodía fue horroroso. Una angustia terrible”.

Lucha en primera línea

En primera línea contra el fuego se ha encontrado Edilberto Rodríguez, miembro de una cuadrilla de tierra de Castilla y León que esperaba en Puente de Domingo Flórez a que llegase a la provincia el fuego que se inició en Galicia. Con 25 años, esta es la primera vez que ejerce en este puesto, aunque no que se enfrenta al fuego, ya que en otros incendios ha ayudado a sus vecinos a apagarlos: “En estas zonas estamos acostumbrados a ayudar a la gente del propio pueblo o de los cercanos si se producen incendios. Todos colaboramos para apagarlos”.

Aunque era uno de los encargados de luchar contra las llamas, reconoce que se ha sentido con las manos atadas: “Como trabajador de Castilla y León lamento tener que decir que por ser de esta comunidad y viendo como ardía Galicia no he podido hacer nada hasta que el incendio no llegó a tierras de León”. “La orden que teníamos era ir a Puente de Domingo Flórez y esperar a que llegase el fuego, porque como éramos medios de León no podíamos trabajar en Galicia”, insiste.

Es muy duro plantarse delante del fuego. Hace muchísimo calor, el traje es muy pesado, las herramientas también… Pero en estas situaciones no queda otra cosa que hacer para intentar salvar todo lo posible”, reconoce.

Incendio en Quereño durante la noche

Lo mismo han hecho los vecinos de pueblos como Quereño, que plantaron cara al fuego para contenerlo y evitar que se introdujera en las casas. Lucía Bergaz explica que ella y sus vecinos han vivido una situación de estrés y desesperación sin igual al ver que las llamas cada vez estaban más cerca de sus casas. “Lo veíamos venir, llamamos tres veces al 112 porque no había ningún dispositivo por aquí y luego gracias a los profesionales que vinieron y los vecinos del pueblo pudimos salvar el pueblo”, comenta.

“Nosotros estuvimos con todo: con cubos de agua, calderas, ramas de los árboles, mangueras desde las bocas de incendio y regando las casas… Hubo en una casa que entró en la parte de atrás, pero finalmente pudimos apagarlo gracias a una dotación de bomberos que llegó a ayudarnos”, detalla.

Además, Bergaz denuncia que el canal que pasa por la localidad estuviera sin agua, algo que pasa cada verano y llevan años denunciando: “Se lleva años rogando a Endesa que no suelten el canal y lo dejen vacío en estos meses, y todos los años lo hacen y lo dejan sin gota de agua. Si este canal tuviera agua, como la tiene todo el año, hubiera servido de barrera para que el fuego no lo atravesara y también para que los helicópteros pudieran cargar agua”.

Trabas administrativas para cuidar los montes

Algo en lo que coinciden todos los personajes de este reportaje es en las trabas administrativas que tienen los ciudadanos del medio rural para cuidar el monte. Estos desastres se pueden prevenir con limpieza, que con la falta de ganadería y agricultura cada vez está más perdido. “Es complicado proteger tanta masa forestal que nos rodea, pero, desde luego, alguien tiene que hacérselo mirar, tenemos que buscar soluciones y, sobre todo, no poner trabas a la limpieza forestal alrededor de los pueblos”, reconoce el alcalde Julio Arias.

Por su parte, Edilberto Rodríguez remarca que “si se diera más libertad a la gente de los pueblos para limpiar y hacer las cosas a su manera, estaría todo más limpio”: “Para cualquier tarea hay que pedir permiso al ayuntamiento y eso cansa a la gente y desprotege todavía más al medio rural”. “Son impedimentos que lo que hacen es perjudicar al medio rural porque los pueblos siempre fueron autosuficientes. Que dejen a los ciudadanos repodar los castaños y otros árboles, segar la maleza y demás tareas sin necesidad de pedir permisos a la administración para ello”, añade Ángel Malvesada.

Sin las tareas de los vecinos por no pedir permisos y los trabajos municipales que no llegan crece la maleza en los montes, lo que se convierte en pólvora para los incendios. Así, María Isabel Pérez zanja que “como no se tomen medidas, en siete años, cuando vuelva a crecer todo, todo será una selva que con el efecto del cambio climático volverá a suceder lo que acaban de vivir y quemará todo lo que hoy ha resistido”. “Hay que hacer cosas para que esto no vuelva a suceder, es querer hacer las cosas, pero lo malo es si no se quiere y no interesa”, sentencia.