No falla. Cada vez que en cualquier sitio -hoy, sitios virtuales, claro está- reivindico la igualdad o animo a luchar contra la violencia de género, hay alguien que hace la misma réplica. O. mejor dicho, la escupe. “Eso, díselo a los miles de muertos por culpa de las feministas”. Tal cual.

Pero las hay aún peores. Desde el insulto a llamarnos directamente “asesinas” por reconocernos como feministas. Y es que, en esto de la lucha por los derechos de la mujer, siempre pasa igual. En cuanto damos un costoso paso adelante, alguien encuentra un motivo para darnos un par de patadas hacia detrás.

¿Todo eso por qué? Pues porque hubo una manifestación el Día de la Mujer, como venía ocurriendo desde que se instauró este día en el ámbito internacional, a la que suponen que asistimos porque somos feministas. Y que, además, no asistió nadie que no lo fuera, y, si lo hizo, no entra en el saco de las grandes culpables. Acabáramos.

 A estas alturas, no negaré que las manifestaciones del 8M fueron un error. Pero no lo fueron menos que los actos multitudinarios en las luego abortadas Fallas, las misas, los conciertos, las discotecas, los eventos deportivos o las verbenas. O el fútbol, con un partido de alto riesgo en Italia del que vinieron contagiados deportistas y periodistas y cuya jornada de vuelta se celebró a puerta cerrada, pero con todos los aficionados italianos diseminados por la ciudad. Nadie podía imaginar la magnitud de la pandemia y sus consecuencias.

Sin embargo, no he oído una sola voz que culpe a futbolistas, cantantes o curas. Ni tampoco a la federación, la Iglesia católica o la Sociedad General de Autores, por poner un ejemplo. No se hace porque no tienen ninguna culpa, desde luego. Hasta ahí, todo el mundo de acuerdo. Pero, tratándose de mujeres, y feministas, encima, es otra cuestión. Nosotras sí somos culpables.

Tampoco es algo nuevo. Parece que también tenemos la culpa de muchas otras cosas, incluida la muerte de Manolete o las Siete Plagas de Egipto. Sin ir más lejos, somos culpables de que haya delitos cometidos por mujeres. Por eso, cada vez que condeno la violencia de género, alguien me recuerda amablemente el caso de una mujer que agredió a su marido o mató a su hijo como si yo, o cualquier otra feminista, brindáramos por ello.

Es lo que hay que aguantar, aunque sea injusto. Pero no por eso dejaremos de buscar una sociedad donde hombres y mujeres tengamos los mismos derechos. Exactamente, la finalidad del feminismo, según una institución tan poco sospechosa como la RAE.