Ocurren dos cosas a la hora de buscar empleo. Una de ellas es la masificación. En las últimas generaciones mucha más gente ha tenido acceso a la universidad, con lo que la demanda de trabajos cualificados ha aumentado. Pero, también ocurre que, para destacar entre los cientos de currículums que se amontonan en la mesa del empleador, conviene contar con un extra, ofrecer algo más que el resto para ser, definitivamente, los elegidos. En este sentido, resulta muy interesante estudiar idiomas y una de las mejores maneras de hacerlo es viajar al país en cuestión donde se hable el idioma que interesa para que se produzca una inmersión total. 

A más de uno le ha pasado estar durante años estudiando un idioma en la escuela, incluso acudiendo a un centro especializado y, después, en el mundo real, cuando ha tenido que manejar dicho idioma, sentirse perdido, incluso con la sensación de que el idioma estudiado ha sido otro, sin apenas comprender a la gente nativa. 

Esto ocurre, en muchos casos, porque quienes imparten las clases, para empezar, no son nativos y, además, desarrollan un sistema de aprendizaje standard, como el que se usa para enseñar matemáticas o física y esto, con los idiomas, no sirve. Un idioma se aprende hablando. Es lógico que la gramática es fundamental, pero de nada sirve aprenderse las reglas y pasar un examen si luego no se puede usar en el mundo real. 

Cuando vayas a elegir una escuela en la que aprender te darás cuenta de que la oferta es, verdaderamente, amplia. Lo que debes tener en cuenta es la garantía que ofrecen (en esto, sus antiguos alumnos pueden servir como referencia), la experiencia con la que cuentan y los cursos que ofrecen (es importante que se adapten a ti para que no pierdas el ritmo. Si tienes poco tiempo u horarios complicados, mejor opta por clases online. La constancia es clave).