El sueño de España en el Mundial de Qatar ha acabado de la forma más cruel posible: desde los 11 metros. Los hombres de Luis Enrique, en una continuación del partido de Japón, fueron incapaces de meterle ritmo ante una Marruecos que se sigue destapando como la gran sorpresa de la Copa del Mundo. Tras 120 minutos sin goles –y prácticamente sin ocasiones-, ambos combinados se jugaron el pase a través del punto de penalti. Y al igual que sucedió en Rusia y en la pasada Eurocopa, la fortuna le ha vuelto a esquivar a España, que ha sido incapaz de anotar un solo tanto –fallaron Pablo Sarabia, Carlos Soler y Sergio Busquets-.

Podríamos decir que ha sido un partido tenso, rocoso, cerrado, con miedo a fallar. Todo eufemismos para no decir que ha sido un partido malo. Muy malo por lo menos desde los intereses de España. Luis Enrique, que ya había advertido de que Marruecos era una selección mucho más difícil de lo que podría parecer, decidía volver a confiar en los 11 jugadores que golearon a Costa Rica, con la excepción de Marcos Llorente que ocupaba el carril derecho en detrimento de César Azpilicueta, buscando una mayor profundidad en las bandas.

Sin embargo, rápidamente se iba a comprobar que España iba a tener que sudar tinta china para intentar desarmar el bloque defensivo de una Marruecos impecable. Con Ferrán Torres y Marco Asensio desaparecidos en combate, Dani Olmo era el único jugador atacante que amenazaba –aunque tímidamente- con salirse del molde. Una falta de pegada que España tampoco conseguía corregir ni a través de la pelota –muy fallón Pedri hoy- ni a través de la llegada de los laterales –poquito de Alba y Llorente, éste último más pendiente de no ser rebasado una y otra vez por el talentoso Sofiane Boufal-.

Así las cosas, España llegaba al descanso con el dominio total del esférico, pero sin haber probado a Bono, más allá de un buen desmarque de Asensio que finalmente el jugador del Real Madrid desaprovechaba la oportunidad lanzando el balón al lateral de la red. Tras el paso por vestuarios, nada cambiaba sobre el césped. E iban pasando los minutos hasta que superada la hora de partido, el técnico asturiano decidía introducir a Morata y a Soler por Asensio y Gavi, el mejor jugador español del partido (junto a Rodri y Laporte) y el único capaz de igualar la intensidad del cuadro marroquí.

Con Gavi fuera del campo, y al igual que sucedió ante Japón, España perdía llegada y control. Mientras tanto, Marruecos seguía sin sufrir, capitaneados por un excelso Sofyan Amrabat que, al igual que Ziyech y Achraf, están firmando un campeonato brutal. El partido únicamente conseguía coger un poco de ritmo con la entrada de Nico Williams por Ferran. Con un extremo con desborde, España conseguía inquietar algo más la portería defendida por Bono, aunque no terminaban de llegar las ocasiones claras.

Una falta de ideas con la que se llegaba a la prórroga. Ya con Marruecos buscando descaradamente los penaltis, Luis Enrique daba entrada a Ansu Fati y Balde. No obstante, las jóvenes promesas del Barça tampoco lograban hacerse imponer en el partido, y los minutos pasaban y pasaban sin que la igualdad se lograra romper. A punto estuvo de hacer Marruecos al final de la primera parte de la prórroga con un disparo de Walid Cheddira que Unai Simón logró sacar con las piernas. Y si Marruecos pudo ganar el partido al final de la primera parte de la prórroga, mucho más cerca estuvo España de hacerlo al final de la segunda parte de la misma, después de que una volea de Sarabia tocara el palo y se saliera.

Tras los 120 minutos, el sino del partido se tendría que decidir en la tanda de penaltis. Y ahí volvió a aparecer la magia de este deporte para volver a demostrar que el fútbol es una cosa inescrutable. España falló los tres penaltis que tiró, pese a que Luis Enrique había afirmado en reiteradas ocasiones que uno de los deberes que había puesto a sus jugadores era precisamente practicar este tipo de lanzamientos –como si fuera fácil simular un penalti lanzado en una tanda de penaltis de una Copa del Mundo-. Sarabia, que había entrado única y exclusivamente para tirar los penaltis, se encontró con la madera. Carlos Soler, un especialista en el Valencia, dejó un disparo mordido y flojo ante el que Bono solo tuvo que adivinar el lado. Tras los dos fallos españoles, poco importó que Unai Simón lograra dar un poco de oxígeno al pararle el tercer penalti a Benoun. Busquets, veremos si en su último partido con La Roja, volvió a ejecutar un lanzamiento inofensivo que el portero del Sevilla –ya convertido en héroe nacional- volvió a repeles sin mucho esfuerzo. Achraf fue el responsable de certificar la defunción de España, y con una tranquilidad pasmosa tiró una panenka que ya quedará para el recuerdo de los Mundiales.