En muchas ocasiones los sectores más conservadores de la sociedad, echan la culpa de los escraches a los jóvenes, a esos perroflautas, podemitas, etc, olvidando, claro está, que muchas de esas quejas no las pudieron crear los jóvenes, por una sencilla razón. Tienen más de 4 siglos de historia.

La palabra “escrache” tiene unos orígenes confusos y aunque parece provenir del occitano, cualquiera sabe.  La Real Academia de la Lengua sitúa su origen en Argentina y Uruguay aunque la definición más certera la da la Fundéu BBVA quien describe los escraches como: “manifestaciones que se convocan frente al domicilio o el lugar de trabajo de personajes públicos para reprobar su comportamiento en determinados asuntos políticos o sociales”.

De ser así, podríamos decir que España ha sido pionera en escraches, pues ya los hacíamos hace 405 años.

Fuimos pioneros en España en hacer escraches El municipio de Arganda del Rey tiene la solución
Fuimos pioneros en España en hacer escraches? El municipio de Arganda del Rey tiene la solución. 
 
usto hoy se produjo uno de estos incidentes en los que un político se llevó tal disgusto que acabó en manos de un médico. Pero pongámonos en situación.
 
Año 1618, en España reinaba (aunque no gobernaba) Felipe III, un rey, más amigo de hacer patinaje sobre hielo en la Casa de Campo que dedicarse a las tareas de gobierno. Precisamente por eso delegaba en su valido (su manager como dirían los ingleses) el famoso duque de Lerma.
 
Mientras tanto el pueblo llano luchaba por lo de siempre, intentar no ser saqueados por la administración pública a base de impuestos.
 
España tenía tal cantidad de impuestos inútiles y tontos, que el escritor Juan Horozco de Covarrubias habló del tributo de “tontazgo”.
España tenía tal cantidad de impuestos inútiles y tontos, que el escritor Juan Horozco de Covarrubias habló del tributo de “tontazgo”.
 
A veces se hacían verdaderas inversiones para ahorrarse impuestos y eso fue lo que hizo el pueblo de Arganda en 1581, cuando vació sus arcas para pagar 10.000 ducados a la corona con tal de obtener  el título de realengo, quiere esto decir, que pasaba de ser una villa dependiente de un noble, en este caso el arzobispo de Toledo, a rendir cuentas solamente al rey y por lo tanto a pagar menos impuestos.
 
Pero poco duró les duró la alegría a los argandeños, en 1613 no habían logrado superar la deuda contraída y fue entonces cuando apareció en escena el duque de Lerma. Ansioso como demostró ser, evidenció, como muchos corruptos de nuestros días, que la codicia es como el agua del mar (cuanto más la bebes más sed te da) y decidió comprar Arganda más por chanchulleo que por necesidad.
 
Para colmo había hecho todo lo posible para que los argandeños no saliesen de su deuda, por ejemplo el palacete que el embajador alemán Hans Khevenhüller había dejado sin descendencia  en Arganda se trató de traspasar al rey para saldar así el déficit pero Lerma logró no solo que se malvendiese a un precio cuatro veces menor si no que además acabase en sus manos.
 
Lo que hoy se llama La Casa del Rey antiguamente fue la casa del embajador Hans Khevenhüeller mal vendida para mayor fastidio de los argandeños.
Lo que hoy se llama La Casa del Rey antiguamente fue la casa del embajador Hans Khevenhüeller mal vendida para mayor fastidio de los argandeños.
 
Finalmente, el 13 de septiembre de 1618 se armó la marimorena. El duque de Lerma había organizado unas fiestas en Arganda con motivo de su toma de posesión, pero una casualidad hizo que saltase la chispa.
 
En aquella comitiva venía también el arzobispo de Toledo al que se le murió un cochero de manera súbita. Otro chófer, en este caso del duque de Lerma, pensó que el fallecido estaba borracho por lo que le abofeteó causando la crispación de los argandeños que arengados por “un clérigo” (posiblemente Alonso Lebrero) terminaron por agolparse como un auténtico escrache ante al carruaje de Lerma.
 
El duque de Lerma se hizo de oro (literalmente) gracias a la corrupción.
El duque de Lerma se hizo de oro (literalmente) gracias a la corrupción.

El duque llegó a temer tanto por su integridad física que quiso sobornar con 200 reales al alcalde de Arganda, lo cual supuso una nueva ofensa porque con lo que no contaba el valido es que no todos los políticos eran tan corruptos como él.

Tan mal acabó la cosa para Lerma que al día siguiente tuvo que ser sangrado por un médico a causa de “unas ronchas que le salieron”, por su parte los argandeños hicieron gala de su amor propio llamándose “del Rey” para el resto de la historia.