Este miércoles se cumplían tres meses desde que la DANA llegó sin previo aviso al país provocando graves e irreparables consecuencias en diferentes zonas de Andalucía, Castilla-La Mancha y actuando con total crueldad en la provincia de Valencia. En esta última, fueron 87 municipios y 8 pedanías los que vieron cómo calles, barrios y plazas quedaban totalmente anegados, construyendo una nueva realidad en la que la mayoría todavía lucha por adaptarse. 

Un nuevo escenario que, aún habiendo pasado tres meses desde el trágico temporal que se llevó la vida de 224 personas, obliga a que los esfuerzos no disminuyan y que las labores de reparación y reconstrucción se intensifiquen y requieran la implicación y el compromiso de ciudadanos e instituciones. 

Sin embargo, pese a que lo visible -las víctimas mortales, las casas totalmente destruidas, los pueblos aún repletos de barro- parece ser la única consecuencia al, evidentemente, ser lo que más dolor ha causado, a medida que las semanas avanzan van apareciendo otras consecuencias indirectas que están causando de igual manera dolor en aquellas que las sufren y dificultan todavía más los esfuerzos para retomar aunque no la normalidad, algo que se asemeje a ella. 

Cuando el 29 de octubre de 2024 el agua cubrió los pueblos de Valencia arrasando con todo y todos los que encontraba a su paso, la gran mayoría de los vecinos de estos pueblo tuvieron que abandonar a la fuerza sus hogares y trasladarse -sin saber durante cuánto tiempo- a aquellos lugares a dónde las consecuencias del temporal habían afectado en menor medida. 

En este contexto, la realidad de las mujeres víctimas de violencia de género se recrudeció todavía más, al verse obligadas a volver a compartir espacio con sus agresores y, lo que es peor, forzar a sus hijos a enfrentar un doble drama: tratar de asimilar una catástrofe natural para la que nadie les había preparado y volver a vivir con el maltratador de su madre, en muchos casos, el propio padre.

A raíz de esto, lo cierto es que las situaciones de violencia de género se han incrementado de manera notable en estos municipios. Sobre ello, se ha posicionado la ministra de Igualdad, Ana Redondo, quien ha advertido de este repunte. "Muchas de ellas -las mujeres víctimas- habían ya normalizado su situación con alejamientos y protección, pero en el momento en que hay una emergencia, se debilita y surgen otras necesidades que a veces son más perentorias". Asimismo, ha lamentado que muchas mujeres "han vuelto a convivir con la persona de la que estaban alejadas, con su maltratador, precisamente por las circunstancias, porque han perdido la vivienda y porque los niños viven en una circunstancia de con quién me quedo esta noche".

Por esta razón, la titular de Igualdad ha advertido de que en este tiempo se ha podido observar “una situación de repunte en el número de víctimas y, sobre todo, en la situación que viven” por “la pérdida de vivienda o de negocios”, lo que “redunda en una situación que ya es precaria previamente a la DANA”. 

Efectividad en los servicios de atención y prevención

A modo de balance con el doble drama que sufren estas mujeres, Redondo ha querido poner en valor el trabajo de los servicios públicos y las unidades de violencia de los municipios afectados que “funcionan y han soportado esta tensión tan terrible, hasta llamando personalmente a cada una de las víctimas para ver cómo estaban superando esta situación”. 

Por ello, ha reconocido la labor “magnífica” de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y las policías locales, “muchas de ellas mujeres” que han estado “al pie del cañón para salvaguardar la vida de estas mujeres, acompañándolas en una situación especialmente dramática”. “Este es el Estado que ha respondido, que ha sabido estar a lo grande, a lo necesariamente grande, pero también a las situaciones de cada una de estas mujeres que necesitaban ese acompañamiento y protección”, ha señalado Redondo. 

En líneas similares, la titular de Igualdad ha asegurado que los municipios afectados pueden contar con la ayuda del Ministerio en esta materia: “Vamos a estar ahí, vendremos las veces que sea necesario, haremos seguimiento para el día a día de las familias y de las mujeres, pues vamos a acompañarlas para que cuanto antes se pueda normalizar completamente”.

Precedentes de esta situación

Pese a la dureza de estos escenarios y a los esfuerzos cada vez mayores por combatirlos, no es la primera vez que de una situación excepcional una de las peores paradas son las mujeres víctimas de violencia de género. Ya durante el confinamiento causado por la pandemia del Covid-19 se pudo comprobar cómo los casos aumentaban en unos meses en los que las víctimas se vieron obligadas a convivir las 24 horas del día con sus agresores. 

En esa ocasión, se llegaron a diseñar alternativas para que las víctimas pudieran dar señal de alerta de la manera más discreta posible. Las farmacias de algunas comunidades autónomas como Andalucía o Canarias lanzaron la mascarilla 19, para que aquella mujer que estaba siendo víctima de esta violencia la pidiera en la farmacia y los farmacéuticos dieran el aviso a las autoridades. 

La aplicación ALERTCOPS fue también utilizada con el fin de geolocalizar a la víctima y, además, a través de esta, grabar hasta 10 segundos de las agresiones que estuviese sufriendo.

Unas situaciones que, sin duda, reflejan cómo todavía queda mucho por hacer en materia de igualdad y de violencia de género y que obliga a no bajar la guardia. Todo lo contrario, doblegar los esfuerzos y, ante una tragedia como la que sufrió Valencia, mirar más allá de las consecuencias directas y visibles.