Un encargo que supera la imaginación, protagonizado por uno de los animales más característicos de nuestra fauna: los burros españoles. El veterano de 76 años Francisco Gordo, secretario de organización del Partido Comunista de España (PCE) de Camas, en Sevilla, ha narrado uno de los episodios más bizarros de la defensa soviética.

Según cuenta en su relato recogido por la Agencia Efe, la idea de los soviéticos durante la guerra de Afganistán fue aparear los burros españoles con yeguas con el objetivo de obtener mulas que aligerasen la carga de una guerra que se alargó hasta diez años con dudosos resultados para los invasores.

El encargo llegó a través del PSUC, organización comunista catalana hermana del PCE dirigido por Gregorio López Raimundo en 1982.

De hecho, recogieron burros de la localidad de Guijuelo. “En el partido no se preguntaba nada; y yo no decía nada de mis viajes en busca de burros ni a mi mujer; a Guijuelo fue el lugar más lejano que fuimos a recoger un burro”, dice Gordo. También especifica que compraron burros en Portugal pasando la noche por la frontera y evitando cualquier inspección por los desplazamientos.

“Los traslados lo hacíamos con un camión que alquilábamos porque ninguno teníamos un medio de transporte apropiado y la gasolina la poníamos de nuestro bolsillo casi siempre”, señala. El PSUC envió tres millones de pesetas para la compra de burros, calibrados por el cantaor José Domínguez Muñoz, el Cabrero. Este último aspecto se debe a que los burros, según la demanda de los soviéticos, no podían tener más de cinco años y una altura de “seis dedos” como se denomina en el argot ganadero un metro medio y más seis dedos hasta la cruz del animal.

Los traslados lo hacíamos con un camión que alquilábamos porque ninguno teníamos un medio de transporte apropiado y la gasolina la poníamos de nuestro bolsillo casi siempre

De hecho, el Cabrero formó parte de un equipo en que no fueron más de media docena de militantes comunistas los que llevaron a cabo esta operación. Gordo narra que también contaron con la complicidad de un ganadero de Guillena (Sevilla), también conocido como Juan el Gitano, quien había prestado su finca para la reunión de los burros siempre y cuando con la condición de que no tuviera que hacerse cargo de su mantenimiento.

Juan el Gitano es la persona más honrada y más formal que he conocido en mi vida, siempre iba vestido de negro y con su sombrero de ala ancha”, dice Gordo.

Un restaurante para buscar burros 

Francisco es un hombre emprendedor que también abrió un pequeño restaurante en su pueblo natal, El Ronquillo (Sevilla). Este establecimiento se destinaba a realizar reuniones de ganadores para obtener informaciones sobre en qué pueblos hay burros a la venta.

Así, recuerda con humor que su pequeño restaurante se convirtió en lugar de reunión de aristócratas como Manuel Prado y Colón de Carvajal. De hecho, destaca que al cabo de varios meses de idas y venidas consiguieron reunir el centenar de burros machos y jóvenes en la finca de Juan el Gitano y ya aguardaban instrucciones del PSUC para preparar su envío a la URSS, aunque finalmente, se declaró la peste equina y se vieron obligados a suspender la operación.

“Tuvimos que vender todos los burros para recuperar el dinero, que se reintegró por completo al PSUC y, como los vendimos bien, sobraron tres o cuatro que le regalamos a Juan el Gitano, que los aceptó a cambio de la ayuda que nos había prestado”, concluye Francisco sobre una historia que nunca había salido a la luz quedada a la clandestinidad.

Los comunistas nunca hablábamos ni contábamos nada y si podíamos no ver las cosas, preferíamos no verlas, de modo que, si luego nos interrogaban, mientras menos supiéramos mejor, una vez a la vuelta de un viaje para comprar burros, me preguntaron en mi casa que de dónde venía y contesté: Eso es política de partido”, ultima Francisco en esta entrevista.