Tras arrasar en el Festival de Cannes y en otros como San Sebastián y Ourense, llega a los cines el tercer largometraje del cineasta galo de origen gallego, Oliver Laxe.

Hablamos con el creador sobre ‘O que arde’, un artefacto que atrapa desde la primera secuencia mostrando la dicotomía del fuego: esencia de vida y destrucción.

Pregunta: ¿Resulta difícil rodar una película en la que se trabaja con fuego?

Respuesta: Siempre nos han aconsejado no jugar con fuego pero hay gente que no madura. Normalmente hago un símil con los árboles y las frutas: las mejores nunca están a la altura de la mano y tienes que subirte al árbol, lo cual es un riesgo, pero no solo te encuentras con los buenos frutos sino que además las vistas son las mejores. En esa línea, el cine es alquimia y las imágenes nos transforman, es como el propio fuego. Cuando te quemas y te echas agua ya no hay llama, pero el fuego sigue actuando en la piel. Tengo tendencia a ir más allá de mis límites. La belleza te lo pide y tiene sus normas, aunque a veces es inalcanzable. Mi profesión implica sacrificio y hay que arriesgarse. Asumo que tiene que doler, que hay que coger el camino difícil. Hacer esta película era complicado porque nunca se había hecho. Por una parte, el haber logrado dos premios en Cannes me ayudó a conseguir los permisos de rodaje y luego, por otra, fue necesario pasar las pruebas físicas y teóricas para poder estar asegurados y filmar. Además, tuvimos que ganarnos el respeto de los bomberos forestales. En este sentido, creo que les conmovimos al ver que les seguíamos hasta las llamas y así entendieron que queríamos dignificar su profesión. Es curioso porque cuando estás tan cerca del fuego la vida te habla, te vuelves más intuitivo y sientes las cosas de manera diferente.

P. No has trabajado con actores profesionales. ¿Estás satisfecho con la transmisión del guión a través de los personajes?

Si, estoy muy satisfecho. Es una de las cosas con las que me siento más feliz. Son personas que han vivido mucho el rural y tienen gestos que transmiten esta realidad. Esta no es la típica película psicológica sino que es muy sustancial, porque conecta con la esencia de la naturaleza humana y, eso solo puedes hacerlo con personas como Amador y Benedicta. Incluso cuando no hacen nada te gusta mirarlos, estar con ellos. Por el contrario, los actores profesionales creo que tienen más máscaras. En el proyecto que yo hice están más alejados de su esencia y por lo tanto de la del espectador. En este sentido, creo que mi genialidad a la hora de elegir actores no profesionales radica en saber detectar los genios, porque soy intuitivo y me conmueve mucho la gente.

P. Esta película transmite múltiples emociones y sensaciones. ¿Con cuál te sientes más identificado?

En la película hay sensaciones muy tangibles, como el olor o el sonido que hace el pan al cortarse; así como la humedad o el placer de calentarte en una chimenea. Si me tengo que quedar con algo, me quedaría con el plano de Amador poniéndose los zapatos nuevos antes de ir a la feria. Es un plano sin diálogo pero que evoca muchas cosas, ya que te das cuenta que es un momento importante para él, porque se pone sus zapatos nuevos. Los saca de la caja en la que los conserva envueltos en su papel original. En general, diría que es una película que representa mucho mi sensibilidad y mi propia manera de ser, a veces muy sulfurada y otras veces más serena y dulce.

P. Una de las ideas de la película es que el fuego es un producto de la mano del hombre fruto de factores como los económicos. ¿Tratas de poner el foco de atención en las causas y los resultados para crear conciencia?

Si, siempre hay una intención de servir a la comunidad. La mejor manera de servir en el cine, de ser político, es ser poético. Este proyecto era peligroso porque tenemos la tendencia a buscar culpables ante estos hechos. He ido a la esencia que es la desestructuración, la desaparición del medio rural, en donde todos somos culpables. La película nace de mi pesar por este mundo que se muere.

P. Sobre incendiarios. ¿Cuál es la peor condena: la social o la penitenciaria?

La peor condena es la del alma (risas). Ni una ni otra, ya que son superficiales, porque la mentira del ser humano a sí mismo es el mayor castigo. La peor condena para Amador y Benedicta sería ceder ante este mundo que se cae a pedazos. En la última secuencia, donde Amador no responde a la violencia y se va con su madre, demuestran ser dos héroes que siguen adelante con sus valores. Creo que la virtud de la película es que cuando llegamos al final ya no entramos en las dialécticas porque empatizamos con todos, desde los vecinos hasta Amador y su madre. Sientes que el mundo es complejo y lo resume bien Benedicta: “el que provoca sufrimiento es porque sufre”

P. En tus películas contrapones lo pretérito y lo actual en realidades simultáneas. ¿Si el pasado sirve para explicar el presente, crees que debe condicionar el futuro?

Si. Miro al pasado para enraizarme bien y mirar al futuro. Me parece que es una de las cosas que mi generación ha aprendido, que hay que ir hacia atrás, mirar la tradición y reorientar este camino que no nos conduce en buena dirección. La economía y la ecología nos dicen que esto se acaba, por lo tanto por un afán de supervivencia hay que volver atrás y, en ese sentido la tradición del rural nos da muchas claves.

P. La película tiene mucha fuerza vital en la imagen y unos diálogos austeros. ¿Qué impacto pretendes crear en el espectador?

Que reverberen las palabras. Hablan poco, pero dicen cosas profundas. Intentamos mezclar la ligereza con la profundidad. No hace falta entender todo, para que la película te penetre. El largometraje empieza con: “tienes hambre?” y termina con: “te han hecho daño?”. En el fondo es muy sencilla: evoca el amor de una madre hacia su hijo.

P. ¿Tiene algún coste hacer cine representativo y genuino?

Si. Entiendo que mi profesión tiene que costar. Podía tomar caminos más sencillos, trabajando menos y ganando más, pero me gusta lo que hago y la manera de hacerlo. Para mi la libertad es la del alma, por eso necesito responder a las necesidades de mi ser y de mi esencia. Soy consciente que ese camino es duro, pero forma parte de mi dignidad.