Los españoles llevamos 301 días sin gobierno estable. Y ni está, ni se le espera. Pero no os emocionéis demasiado, en este sentido estamos todavía muy lejos de acercarnos al récord de los belgas (541 días). Aunque tal y como está el patio, mejor que no se descuiden pues podríamos alcanzarles muy pronto.

Lo que muy pocos saben es que en España ya vivimos un proceso similar al de ahora hace casi un siglo, cuando el bipartidismo estaba tan instaurado que incluso pactaban la alternancia entre los partidos. Pero, tras tres décadas de repartirse el pastel como buenos hermanos, empezaron a surgir los conflictos.

Hablamos de uno de los trienios más locos de nuestra historia: entre 1917 y 1920. Una durísima crisis económica devoraba nuestro país y, también, los nervios de los trabajadores. Los conflictos sociales eran tan intensos que en Cataluña llegó a haber enfrentamientos armados entre organizaciones parapoliciales y anarquistas, así como atentados terroristas.

Debemos ir cinco veces a votar para batir nuestro récord

En este contexto es donde nuestro país ostenta el récord de elecciones consecutivas sin lograr formar un gobierno estable: nada menos que cuatro. Aunque los partidos se alternaban el poder desde 1881 de forma pacífica orquestados por los deseos de la Corona, todo cambió en 1917. ¿Qué ocurrió? Que la gente se hartó de que solo dos partidos pudiesen gobernar. Aquellas personas que pensaban algo más que blanco o negro, se veían obligados a disimular su republicanismo o ultraderechismo bajo las formas existentes. Todos aceptaron el juego.

Pero la goma de la careta que se habían puesto les empezó a apretar en las primeras décadas del siglo pasado. Especialmente cuando nuevas formaciones como el Partido Reformista o la Lliga Regionalista de Catalunya se unieron al tablero de juego.

Fue entonces la primera vez que el bipartidismo se vio herido de muerte. Las dos grandes formaciones dinásticas se hicieron la cobra y se 'independizaron'. El partido Conservador se escindió y formó un nuevo grupo a la derecha de la derecha (muy radical) que lideró el abogado Antonio Maura. Los liberales siguieron su ejemplo y se agruparon en 1917 bajo la Izquierda Liberal de Santiago Alba. El conde de Romanones, que no quería ser menos que nadie, hizo lo propio y creó su propio grupo a la derecha del partido.

Con tanta nueva formación queriendo estrenarse en el parlamento, ¿qué podría salir mal? Pues lo evidente, que a los partidos grandes no les gustó nada la idea. Los recién llegados querían gobernar (¡qué osadía!) y el modelo de alternancia se hacía insostenible

Más de tres años sin gobierno estable

La tensión se fue acumulando y se bloqueó por completo cualquier actividad parlamentaria, tanto es así que el Partido Liberal se largó de las Cortes sin mirar atrás colgando tras de sí el cartel de "cerrado" durante varios meses.

Pero los conflictos no se quedaban solo en la clase social. En lo que se llamó la Crisis de 1917, los españoles tuvieron que afrontar tres desafíos a la vez: las Juntas de Defensa, la Asamblea de Parlamentarios y la huelga general revolucionaria. Además, el ejército también se unió a la actitud reinante y derribó el gobierno del liberal Manuel García Prieto, que fue reemplazado por Eduardo Dato. Sería la última alternancia de la historia entre ambos partidos.

Aunque Dato duró lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks. En noviembre del mismo año, ante un posible nuevo golpe de las Juntas de Defensa, Alfonso XIII decidió formar un gobierno de coalición que duró hasta febrero de 1918, donde hubo un nuevo referéndum cuyo resultado, al igual que ahora, no alegró a nadie. Las Cortes se configuraron de manera muy fragmentada y el Partido Conservador había perdido en el camino un montón de diputados: solo quedaron 100 en una Cámara de más de 400. 

Esto provocó un bug en los parlamentarios, que se encontraban sin nadie que se atreviese a formar Parlamento en semajantes circunstancias. El rey tuvo que intervenir. Amenazó con abdicar si alguien no tomaba el control. Para ello reunió a todos los partidos y les ordenó formar la Nacional, un gobierno de coalición que presidiría Antonio Maura.

La intervención del rey funcionó... ocho meses. Los conflictos entre ellos eran tan graves que fueron dimitiendo hasta que no quedó ninguno. Después de Maura, se sucedieron un par de gabinetes de los liberales que, como no tenían el suficiente apoyo, también murieron.

El rey, harto de la clase política y temiendo una revolución como la rusa, se propuso formar un gobierno fuerte. Volvió a sacar a jugar al ultraderechista Antonio Maura en abril de 1919 y le nombró presidente del Consejo de Ministros para que pudiese disolver las Cortes.

Spoiler: finalmente ganan los conservadores

En junio de ese mismo año, los españoles (únicamente hombres) fueron de nuevo a votar. Eso sí, con todas las garantías constitucionales suspendidas. El ultraderechista que había nombrado el rey obtuvo nada más que 104 escaños y Eduardo Dato, 100. Aunque se hicieron ojitos para gobernar (juntos podrían haberlo hecho), decidieron finalmente no pactar. Maura dimitió en julio y dio lugar a dos gabinetes breves por la cabezonería del rey, que se negaba a dar a Eduardo Dato el poder de disolver las Cortes.

Finalmente, los conservadores lograron su objetivo e invistieron a Dato como presidente en mayo de 1920. Se convocaron nuevas elecciones en diciembre, donde parece que ya se quedaron conformes con el resultado: el partido obtuvo nada menos que 190 escaños. El doble.

Aunque el tema da para un sesuso análisis, hay algo que salta a la vista. En un periodo tan tenso e inestable como fue este trienio para España, los partidos políticos se dieron cuenta que era mucho más fácil pactar gobiernos que las complicadas repercusiones de tener comicios cada año y tener que disolver las Cortes.

¿Aprenderemos en esta ocasión? ¿Se conseguirá llegar a un acuerdo en los despachos para formar un gobierno del cambio que excluya al PP? ¿O seguiremos votando hasta que a la clase política le guste el resultado? ¿O quizás hasta que el Partido Popular obtenga mayoría absoluta?

En conclusión, el número para superar el récord está en cinco. Y ya sabéis con qué rima eso.