Si había dudas de que la llamada “fiesta nacional” tiene base en la barbarie, la Unesco acaba de rematar la faena. Ha decidido que en ningún caso la tauromaquia puede catalogarse como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. La Asociación Internacional de Tauromaquia así lo había solicitado.

Pero, analizando el fondo de la cuestión, una actividad basada en el enfrentamiento entre hombre y toro -nada que ver con las competiciones deportivas-, con un desenlace final anunciado de la muerte del animal tras un doloroso ritual de agresiones entre los aplausos del respetable, ese intento era casi imposible de alcanzar.

Que esa representación salvaje pudiera ser declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad era un objetivo inalcanzable. Si acaso podría ser proclamada, patrimonio de la humanidad no civilizada.

La Asociación Internacional de Tauromaquia intentaba blindar el espectáculo para, de paso, a una cobertura económica a los trabajadores del sector. El dictamen de la Unesco, reconocía a los profesionales como parte de la industria de la Cultura, pero alegaba que esta cuestión entraba en las medidas que competen a los gobiernos y por tanto la tauromaquia no precisaba de una cobertura especial.

Con anterioridad, ya se había intentado que la Unesco proclamara que la fiesta nacional fuera incluida en la categoría de patrimonio inmaterial de la humanidad. Pero, en esta ocasión ha incidido además una campaña de personalidades y asociaciones en contra del maltrato animal, que expresaron ante la Unesco su masivo rechazo a la concesión de ese título.

No ha sido éste el único revés sufrido en los últimos días por los aficionados a los toros. El 2 de diciembre pasado se conoció que la Sala II del Tribunal Supremo había inadmitido a trámite una denuncia de la Agrupación de Profesionales Taurinos Luchadores, contra el ministro de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes. Éste había declarado, “…yo no debo fomentar ir a los toros, al teatro sí, es pacífico…”.  Pero el alto tribunal consideró que los hechos no eran constitutivos de delito. Acto seguido, la Agrupación de Taurinos Luchadores acusó al ministro de prevaricación y de ir contra el patrimonio histórico.

En su día, ya mencioné en ElPlural cómo el gran periodista Mariano José de Larra fue pionero en el rechazo a ese espectáculo: “Pero si bien los toros han perdido su primitiva nobleza; si bien antes eran una prueba del valor español, ahora sólo lo son de la barbarie y ferocidad.” 

Es cierto que bajo el título de “fiesta nacional” se dan rienda suelta en un coso a algunos de los peores instintos:  La admiración por la brutalidad, por la falta de empatía, el aplauso hacia la ejecución de un ser vivo y la risa motivada por la desgracia de otro.

La posición de la Unesco confirma que la tauromaquia no puede ser sublimada como patrimonio inmaterial de la humanidad. A mi juicio es como un muestrario de lo que la sociedad debería reprobar. Si Larra viviera hoy seguiría siendo muy crítico con ese supuesto arte. Estaría de acuerdo en que las corridas de toros son patrimonio de la irracionalidad.