Cada año entre 110.000 y 120.000 personas sufren un ictus en España. Es una enfermedad que cuenta con una elevada mortalidad: un 10% de los pacientes de entre 45 y 64 años fallecen en los primeros 30 días tras sufrir el accidente cerebrovascular. Es la segunda causa de muerte en nuestro país (primera entre las mujeres) y la principal causa de discapacidad. El 30% de las personas afectadas requieren algún tipo de ayuda para realizar actividades de su vida diaria y un 20% precisa atención institucionalizada, en una residencia o centro especializado.

¿Cómo detectar un ictus? Primeros síntomas

Popularmente nos referimos al ictus por múltiples nombres: infarto cerebral, trombosis, embolia, derrame cerebral o apoplejía. Se trata de una alteración neurológica que tiene un inicio súbito y se produce bien a consecuencia de la interrupción de flujo sanguíneo a una parte del cerebro (isquemia cerebral) o por la rotura de una arteria o vena cerebral (hemorragia cerebral). Aproximadamente el 75 % de los ictus son isquémicos y el 25% hemorrágicos.

Aunque la lesión se produce de forma brusca, hay algunos indicios que nos permiten detectar que estamos sufriendo nosotros o un familiar un ictus. Los principales son dolor de cabeza; asimetría facial; dificultad de movilidad de cara, brazos y/o piernas, normalmente del mismo lado; alteración en la sensibilidad de cara, brazos o piernas, con sensación de acorchamiento, entumecimiento y dolor anormal; dificultades para hablar o entender lo que se le está diciendo; y dificultades de coordinación o sensación de mareo.

"Si sospechamos que alguien está sufriendo un ictus, lo primero de todo es tranquilidad, llamar al 112 y acostar al paciente tumbado"

“Tenemos que estar tranquilos, actuar bien y rápido ya que cuanto antes lo hagamos, más neuronas salvaremos”, nos explica el Dr. Daniel López de Mota Sánchez, especialista del servicio de Neurología del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz (FJD), en el transcurso de una nueva edición de la Escuela del Ictus, una iniciativa de este hospital madrileño, integrado en la red sanitaria pública. Estas sesiones divulgativas sobre la enfermedad se pueden seguir online y están dirigidas a pacientes, a sus cuidadores o familiares. “Si sospechamos que alguien está sufriendo un ictus lo primero de todo es tranquilidad, llamar al 112 y acostar al paciente tumbado, ya que hay algunos mecanismos de ictus que tienen que ver con la circulación sanguínea en el cuello y si permanece tumbado, podríamos hasta revertir la situación en algunos casos”, enfatiza el especialista. Asimismo, es importante anotar el momento de inicio y, si no lo sabemos, hacer memoria de la última vez que el paciente estuvo asintomático.

Factores de riesgo

Una vez superada la fase aguda, esa etapa inicial de la enfermedad en la que el objetivo es salvar la vida del paciente y tratar de minimizar el daño neurológico, se pone el foco averiguar por qué se ha producido el ictus para evitar un nuevo accidente cerebrovascular. “La mayoría de los ictus, un 90%, se deben a 10 factores de riesgo muy frecuentes en la población, que son relativamente fáciles de tratar ya que tenemos extenso conocimiento y herramientas para hacerlo”, explica el Dr. López de Mota. Los factores de riesgo más frecuentes son la hipertensión arterial, la diabetes, el consumo de alcohol, arritmias del corazón, sobrepesoestréssedentarismo y apnea del sueño. A ello hay que sumarle posibles comunicaciones en el corazón, que puedan facilitar la subida de coágulos al cerebro, padecer una enfermedad renal o inflamaciones crónicas provocadas por enfermedades autoinmunes e infecciones.

La prevención es vital para evitar un nuevo accidente cerebrovascular y el consiguiente aumento de la mortalidad. En esta fase juegan un papel muy importante los especialistas de atención primaria. La clave está en mantener unos hábitos saludables, con una dieta mediterránea rica en fruta, verdura y productos frescos de calidad. “Nada de procesados ni bollería industrial, lo único procesado que podemos tomar es aceite de oliva virgen”, enfatiza el especialista. Además, es necesario mantener una actividad física adaptada a las posibilidades del paciente.

Asimismo, existen tratamientos farmacológicos para cada caso específico que ayudan a la persona afectada a mantener a raya la enfermedad.

Enfermedades asociadas

El ictus, además de problemas de movilidad o habla, puede provocar otras enfermedades neurológicas. La más frecuente es la epilepsia y un 30% de los pacientes sufren depresión. “Curiosamente no va en proporción a la discapacidad que ha ocasionado al paciente, la depresión postictus puede afectar a personas que han recuperado su funcionalidad mientras que otros con mucho más déficit no tienen por qué tenerla”, explica el doctor.

¿Cuándo empezar la rehabilitación tras el ictus y cómo abordarla?

El abordaje para la atención de este tipo de enfermos tiene una perspectiva multidisciplinar, en la que intervienen diversos especialistas. Es esencial en la recuperación el papel del servicio de enfermería y el de rehabilitación. Para María del Carmen Pajuelo Díez, enfermera supervisora del servicio de Neurología y Unidad de Ictus de la FJD, la persona afectada debe tomar conciencia de lo ocurrido y aceptar su nueva situación, identificando, de la mano del especialista, el grado de dificultad al que debe enfrentarse tras los daños y alteraciones sufridas. “Los más frecuentes están relacionados con déficits motores, alteraciones sensitivas o del lenguaje”, comenta.

La rehabilitación busca que el paciente pueda recuperar su vida previa con el mayor grado de autonomía posible

La rehabilitación se inicia lo antes posible, en el momento en que el paciente está estable, y debe haber una continuidad de los cuidados en casa, tras el alta hospitalaria. “Sufrir un ictus implica un cambio de vida absoluto, con una pérdida de funciones que agobia tanto al paciente como a sus familiares, pero la rehabilitación nos va a ayudar a recuperar esas funciones a través de un equipo multidisciplinar”, explica Raquel Cutillas, jefa asociada del Servicio de Rehabilitación del mismo hospital. El objetivo final -añade la especialista- es que “el paciente alcance la máxima función perdida tras el ictus, recuperando o compensando el déficit motor, sensitivo, de comunicación, y evitando la aparición de complicaciones como el dolor, deformidades articulares o la depresión”. Además, se busca que pueda recuperar su vida previa con el mayor grado de autonomía posible, facilitando la reinserción en su entorno laboral, ocupacional, social y familiar.

El trabajo de los fisioterapeutas se extiende también a los familiares y cuidadores para que puedan continuar con la terapia al volver a sus domicilios. Es fundamental que el enfermo se sienta apoyado por la familia y evitar situaciones de sobreprotección. “Tienen que dirigirse al paciente desde el lado afecto. Nosotros les damos herramientas para hacer estímulos sensitivos, deben hablarles mucho, tocarles y tener también mucha paciencia”, recomienda la fisioterapeuta Natalia Palmero Valdez.

La logopedia es otro de los pilares de la recuperación tras un ictus. Aitor Belandia Vellisca, logopeda de la FJD, subraya que es importante individualizar y adaptar la terapia a cada paciente, teniendo en cuenta las alteraciones que sufre. “Entre ellas está la afasia, que es una alteración de la comprensión y de la expresión. Se puede dar de forma aislada o combinada en diferentes grados de severidad con la disfagia, que es una alteración de la deglución, o la disartria, que es una alteración de la movilidad de los órganos que participan en el habla”, aclara.

“Nuestra función es acompañar y capacitar al paciente y a su familia para la consecución de los objetivos propuestos por el equipo médico rehabilitador en función de las dificultades que puedan presentar”, añade. Como especialista, recomienda sesiones de trabajo, que deben ser cortas, priorizando la calidad antes que la cantidad, evitando cansar al paciente y, siempre que sea posible, poniendo el foco en los aspectos lúdicos de la terapia.