El Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente puso en el año 2014 en marcha un panel para cuantificar los alimentos sin procesar que eran desechados en los hogares españoles, por deterioro o caducidad, a la vez que los alimentos cocinados que también se desperdician por sobrar o por deterioro.

Durante el pasado año 2017, los hogares españoles tiraron a la basura 1.229 millones de kilo o litros de alimentos, una cifra disparatada, pero que supone un 5,7% menos respecto a los datos recogidos en el periodo anterior.

De todos los alimentos que terminaron en la basura el año pasado, el 87,5% proviene de alimentos que no han experimentado ningún tipo de transformación, es decir, que han sido descartados por deterioro o caducidad sin haberse utilizado. El porcentaje restante se concentra en alimentos que sí han sido cocinados.

Si precisamos un poco más los datos, en 2017, cada persona reunió 26 kg de desperdicio; dos kilos menos que en 2016. El 82,7% de los hogares españoles desperdició algún alimento sin haber sido utilizados, mientras que un 26,8% se deshizo de platos que ya habían sido cocinados.

Las familias jóvenes, las que más desperdician

Según el análisis sociodemográfico que ha realizado Mercasa, las familias jóvenes desperdician más cantidad de comida, sobre todo platos precocinados. Al mismo tiempo, las familias que disponen de rentas altas y medias también son las que más desperdician alimentos sin utilizar.

Sólo un 15% de los hogares con rentas bajas tiran alimentos. Aunque hay que destacar que los hogares conformados con personas retiradas corresponden a aquellos en los que menos comida se desperdicia.

De todos los grupos de alimentos, la fruta es lo que más se desperdicia. En el año objeto del estudio, 2017, 351,2 millones de kilos fueron desechados, seguidos de las verduras y hortalizas con 151,6 millones de kilos y, por último; los lácteos, con 140,7 millones de kilos.

Los platos cocinados llegan a acumular 153,9 millones de kilos en desperdicios, aunque de todos ellos, las pizzas han sido los alimentos que más han aumentado su volumen de desperdicio.

Un 41,9% de los consumidores ha manifestado que ha cambiado su manera de comprar o preparar los alimentos para aprovechar mejor los productos y contribuir al ahorro familiar.